Carlitos y Jose se entregaron sobre el escenario. (Fotografía de Érick Sotomayor)
GÓMEZ PALACIO, DGO.- Las luces se habían apagado pero la magia seguía ahí; se sentía en el ambiente, en el ánimo de las personas que acudieron, incluso en los lugares que comenzaban a vaciarse pero que momentos antes habían sido testigos de un espectacular concierto que parecía una verdadera “Fiesta Pagana”...
Y es que el grupo español Mago de Oz hizo girar “Los Molinos de Viento” con su folk metal. El estadio Rosa Laguna vibró tras cada riff de las guitarras que Frank conseguía, lo mismo sucedía con los sonidos del violín de Mohamed y tras cada palabra interpretada por Jose.
De hecho algunos fans piensan que el vocalista tuvo un mejor desempeño que el año pasado, y tienen razón, pues a diferencia del espectáculo que “los magos” ofrecieron en el Estadio Revolución en 2006, Jose estuvo más entonado y alcanzó notas más altas.
La producción fue prácticamente la misma al igual que la entrega y el “dominio” que los músicos tienen sobre la gente. Durante todo el show la hicieron cantar, así como saltar y mover sus cabezas desenfrenadamente.
T’ Esnucaré contra’l Bidé fue la primera de la noche, le siguieron Maritormes, El Hijo del Blues, Santa Compaña, El que Quiera Entender, Noche Toledana, Astaroth, Hasta que el Cuerpo Aguante, Gerdundula, Maite Zaitut, La Costa del Silencio, El Cantar de la Luna Oscura y La Posada de los Muertos.
En varias ocasiones el sonido falló pero aún así los de Mago de Oz interpretaron a capela El Lago. Sólo pasaron unos minutos para que se restableciera el desperfecto, sin embargo el escaso tiempo que había entre canción y canción le parecía eterno a los fans que reclamaban su presencia como si no fueran a volver nunca.
La Danza del Fuego, Réquiem, Jesús de Chamberí, Resacoxis en Hispania, Fiesta Pagana y Molinos de Viento conformaron el resto del repertorio.
Decenas de adolescentes eran acompañados por sus padres, quienes disfrutaron el show igual o más que sus hijos. “Una púa para mi hijo”, pedía desesperadamente la señora Esther -de 41 años- al guitarrista Frank, mientras su hijo Emiliano de 11 años cantaba a toda potencia Molinos de Viento. “Lo acompañé porque prefiero saber dónde anda”.
Ni las mujeres de seguridad pudieron resistirse a los mágicos encantos del grupo, olvidándose frecuentemente de sus obligaciones para cantar con ellos.
La retirada de la banda era inminente, el reloj marcaba las 11:15 de la noche, el “embrujo” había terminado. Marte Reyes encargado de logística y dirección del evento, aseguró que había cerca de seis mil personas, sin embargo era visible que la cifra era mucho menor.