A decir de John Locke, al final del día, la credibilidad en un Gobierno entra por los sentidos. Los ciudadanos registran al Gobierno por lo que ven, tocan, huelen, escuchan, sea ruido o silencio. Un Gobierno cuyas acciones son incapaces de tener presencia en el entorno es un Gobierno fantasmagórico. Esa presencia cobra rostro en la seguridad, en los impuestos, en la infraestructura, en las escuelas, en los hospitales, etc. Se trata de una concreción que es el origen y el sentido mismo del monstruo que necesitamos para convivir.
En México hemos perdido credibilidad en nuestro muy particular Leviatán. Hay asuntos muy concretos, muy dolorosos, sin demasiada complejidad ideológica, que el Estado pareciera incapaz de poner en orden. La tala de bosques, el desecamiento de Chapala o Pátzcuaro con la concerniente desaparición del simbólico pescado blanco, la agresión sistemática a la mariposa monarca, la destrucción de ciertos arrecifes en el Caribe, los incendios en los Chimalapas, entre otros. Pasan los años, los sexenios, las décadas, presidentes entran y salen, los secretarios desfilan, las visitas no faltan y nada de fondo ocurre. Para todo fin práctico el estado pareciera no existir: si es incapaz de resolver esa lista de asuntos que abrazan de manera sensible a los mexicanos, qué decir de los otros.
De las muchas riquezas invaluables que los mexicanos recibimos y que quizá seamos incapaces de heredar a las próximas generaciones hay una particularmente frágil, sensible e incomprendida por muchos: Cuatrociénagas en el estado de Coahuila. Se trata de un bellísimo e impresionante valle, rodeado varias imponentes cordilleras, que es el hogar de un fenómeno extraordinario: la inexplicable sobrevivencia de cientos de pequeños lagos y fosas donde la vida pareciera haberse detenido. Por si fuera poco allí está una de las últimas minas de yeso del mundo. Pero no crea el lector que al hablar de tiempos remotos nos remitimos a siglos o milenios. Lo que allí vive nos lleva a cientos de millones de años, leyó usted bien: cientos de millones. Como bien lo describe su más visible y apasionada defensora, Valeria Souza del Instituto de Ecología de la UNAM, Cuatrociénegas es una auténtica ventana al pasado, a un pasado tan remoto que podrían allí encontrarse explicaciones del origen de la vida de nuestro planeta. La CONABIO y el CINESTAV aportan el soporte informativo. Cuatrociénegas es un patrimonio que rebasa el interés de un municipio, de un estado, de un país: es un laboratorio único del conocimiento universal.
Por supuesto que las preguntas hoy son mucho más que las respuestas: ¿cómo y por qué se produjo está parálisis? ¿Es realmente una parálisis o una evolución muy lenta? ¿Están los manantiales conectados como un sistema o no? ¿Cómo explicar la fantástica diversidad de vida bacteriana y de otro tipo que se encuentra en esas aguas? ¿Cómo es posible que los estromatolitos hayan sobrevivido a las altas y bajas temperaturas, a sequías y lluvias? Al no tener contacto con el mar esos cuerpos de agua han conservado características únicas, excepcionales, que encierran un contenido de información que tiene atónitos a muchos investigadores del mundo. Hasta aquí las buenas noticias.
Las malas noticias comienzan por el hecho que los niveles de las aguas de esas fosas y lagunas parecieran estar descendiendo. Por ello esas expresiones de vida están amenazadas de muerte. El descenso de los últimos doce meses ha sido dramático. Cuatrociénegas podría morir parcialmente en el 2007. Estamos ante una emergencia de proporciones universales. ¿Por qué descienden los niveles freáticos? Todo parece indicar que muy probablemente la causa está en la perforación indiscriminada de pozos profundos para cultivo de alfalfa de un importante distrito lechero que colinda con la zona. ¿Podría haber otras causas? Si, pero hoy por hoy esa es la hipótesis más plausible. La ruta no pareciera tan compleja. Lo primero es detener la perforación abierta. Lo segundo es el análisis de los pozos más recientes que podrían ser la explicación. Lo tercero es registrar el verdadero impacto ecológico del distrito lechero pues además la salinización del suelo es dramática.
Soluciones hay muchas: desde el llano entubamiento de un río que cruza el valle y que llega a perder en evaporación hasta el 80% del líquido, hasta la tecnificación del riego de área. Nada del otro mundo: encontrar para Cuatro Ciénegas una forma sustentable de desarrollo que permita la supervivencia de ese gran tesoro. Pero claro en el asunto intervienen 11 ejidos, múltiples propietarios privados, el municipio, el estado, la Reforma Agraria, la CNA, la Semarnat, entre otros. Dada la emergencia, el proyecto debe ser encabezado en el más alto nivel: Presidencia de la República. Calderón personalmente debe tomar el asunto entre las manos. No hay tiempo para dilaciones burocráticas y miopes defensas de intereses privados. Si se repite lo vivido en el 2006, este verano podríamos enterrar una parte de Cuatrociénegas. A la larga la mayor riqueza, el mejor negocio de esa área está en esas pequeñas pozas, en esas extrañas formaciones que parecieran corales pero que en realidad son un fantástico archivo viviente con información de cientos de millones de años. Si se actúa con sensatez habrá beneficios para todos.
Lo que no puede ocurrir es que la discusión sobre el triunfo de Beatriz Paredes, la reiterada agenda de Reforma de Estado, los chismes sobre las divisiones en el PRD o qué se yo, invadan nuestras cabezas sin dejar espacio para atender la emergencia de Cuatrociénegas. El mundo nunca nos lo perdonaría.