Terminan las vacaciones en las instituciones de educación superior y miles de jóvenes regresan o ingresan por primera vez a las aulas de las más de 20 universidades de la Comarca Lagunera. El ánimo llena los pasillos de los campus. El motor de la mayoría de esos universitarios es poder encontrar un trabajo satisfactorio económica y moralmente una vez que terminen su carrera. Pero cuando esto sucede, la realidad a la que se enfrentan no es fácil.
El problema del desempleo y los bajos salarios de jóvenes no es privativo de La Laguna ni del país, sino que se presenta, con sus matices, en todo el mundo. Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) establece que en la década de 1995 a 2005 “uno de cada tres integrantes de la población juvenil mundial de mil 100 millones de personas entre 15 y 24 años busca trabajo sin éxito, ha abandonado esa búsqueda por completo o está empleado, pero vive con menos de dos dólares diarios”.
Los jóvenes desempleados, según el informe, representan 44 por ciento del total de desempleados en el mundo. Además, la tasa de desempleo juvenil fue mucho más alta que la del desempleo adulto de 4.6 por ciento en 2005, al colocarse en 13.5 por ciento.
Otro dato importante es que mientras la población juvenil creció 13.2 por ciento en la citada década, la disponibilidad de empleos para este segmento aumentó sólo 3.8 por ciento. Además, establece el informe de la OIT, la posibilidad de que un joven esté desempleado triplica a la de un adulto y las desventajas relativas a las cuales se enfrenta son mayores en países subdesarrollados -como México- donde representan una porción más grande de la fuerza laboral que en las naciones industrializadas.
En nuestro país, según datos actuales de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, la tasa de desocupación general es de 3.6 por ciento, mientras que la tasa de desocupación juvenil alcanza el 6.8 por ciento, es decir, casi el doble.
En 2005, el Instituto Mexicano de la Juventud levantó la Encuesta Nacional de Juventud, en cuyos resultados puede apreciarse que al momento de aplicar el cuestionario, un 37 por ciento de los varones de entre 20 y 24 años no estaba trabajando; mientras que en las mujeres, en ese mismo rango de edad, el porcentaje era de 68.5. La cifra de varones de 25 a 29 años sin empleo en el momento del levantamiento era de 12.9 por ciento y de mujeres, dentro de las mismas edades, era de 62 por ciento.
Ahora bien, de los que manifestaron no tener trabajo, un 37.4% de los jóvenes lo atribuyó a que no hay empleo y un 21.7% mencionó como razón la situación económica del país.
Si estos datos pueden resultar preocupantes, aún más lo son los relativos a los ingresos. En la pregunta sobre los aspectos que menos les gustan a los jóvenes sobre su trabajo actual, la respuesta que obtuvo más porcentaje fue el sueldo, con 31 por ciento de las menciones. Del total de jóvenes trabajadores entrevistados, casi el 60 por ciento de los hombres y poco más del 70 por ciento de las mujeres declaró tener un ingreso no mayor a los 3 salarios mínimos o sea, menor a los 4 mil 500 pesos mensuales. Por si fuera poco, el 58.3 por ciento de los entrevistados que trabajaban lo hacía sin contrato.
El panorama a futuro también es desalentador, sobre todo para los jóvenes con estudios universitarios. Según una proyección de una investigación elaborada en 2004 por Olga Bustos Romero, de la Facultad de Psicología de la UNAM, durante los siguientes 6 años más de 800 mil profesionistas egresados de carreras como Medicina, Odontología, Derecho, Administración, Ingeniería Civil, Contaduría, Arquitectura y Comunicación no tendrán en dónde trabajar debido a la saturación del mercado laboral. Y cita, por ejemplo, que en el sector salud, por cada puesto disponible, hay 2.5 candidatos a ocuparlo.
En la región, frente a la ausencia de cifras oficiales, baste un dato para aterrizar el problema de la falta de oportunidades laborales para jóvenes profesionistas. Durante el primer semestre de 2007, el Instituto Estatal de Empleo de Coahuila ofertó en La Laguna 6 mil vacantes, de las cuales únicamente el 30 por ciento fue para personas con el grado de licenciatura.
Hace tiempo que el estudio dejó de ser un factor determinante de éxito laboral o movilidad social. Si en la región antes era un problema para los que terminaban la preparatoria continuar sus estudios aquí debido a la escasa oferta educativa, la dificultad para los jóvenes ahora estriba, primero, en conseguir trabajo; segundo, hacerlo en el ámbito para el que se prepararon y tercero, con un buen sueldo.
En Torreón, a la ya de por sí baja demanda de profesionistas y a la mala calidad del empleo ofertado, en los últimos meses se ha sumado la escasa llegada de inversiones.
Esta difícil situación plantea grandes retos no sólo para los gobiernos, sino también para el empresariado y las propias universidades. Hoy más que nunca urge un acercamiento entre los tres sectores para encontrar soluciones al problema del desempleo entre los jóvenes y la raquítica remuneración. De lo contrario, todos esos muchachos que en estos días vuelven a llenar con su ánimo y esperanza los pasillos y aulas en las universidades, estarán condenados a un futuro de incertidumbre y de pocas oportunidades.
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