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EMPRESA | Cuesta abajo

Alberto Barranco

La buena noticia la dio hace unos días el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, al vaticinar que el ingreso per cápita del país crecerá casi cuatro tantos, para saltar a 23 mil dólares anuales. La mala es que el regalo llegará dentro de ¡23 años!

Lo cierto es que si la bola de cristal del funcionario hubiera señalado al año próximo como el bueno, apenas estaríamos medio equilibrando el nivel de vida de los mexicanos en la década de los 50’s, cuando la media de la población usaba traje y corbata.

Medido en términos de salario mínimo sobre inflación, con base 100 en 1952, al inicio del gobierno del presidente Adolfo Ruiz Cortines, la calidad de vida del país había alcanzado cuatro años después 125.56 por ciento… frente al 72.42 a que se llegó el año pasado, último del sexenio foxista.

Ahora que durante el periodo 1952/1975, el promedio fue creciendo hasta llegar a 181.92, iniciándose el cuesta abajo en la rodada en el último año del gobierno del presidente Luis Echeverría, cuando nos alcanzó una devaluación traumática tras 22 años de estabilidad.

La caída alcanzó hasta 43.39 por ciento, pulverizándose lo alcanzado en los últimos cuatro años.

De ahí al precipicio.

Aunque el presidente José López Portillo prometió enseñarnos a administrar la abundancia, al final del día, o mejor dicho del sexenio conocido como "del perro", se alcanzó un deterioro de 78.61 por ciento, tras convocarse a los trabajadores a apretarse el cinturón.

Sin embargo, con el presidente Miguel De la Madrid no nos fue mejor, alcanzándose una reducción de 43.72 en el nivel de vida, en tanto con el presidente Carlos Salinas De Gortari la caída fue de 21.07, y con el presidente Ernesto Zedillo de 22.95.

Dicho con todos los números, en los cinco sexenios el deterioro llegó a 174.81 por ciento, con un promedio sexenal de 34.93.

Al año 2000, pues, el nivel de vida del mexicano sujeto a ingresos basados en salarios mínimos era de 73.18% en relación al que se tenía en 1952, y de 23.18 con respecto a 1975.

La peor pesadilla llegó con el zedillato, ubicándose los porcentajes en 63.35 y 23.18 respectivamente.

Y si bien en el primer año del gobierno foxista se detuvo un deterioro de 30 años, alcanzándose una ligera recuperación para llegar al 74.63 de los niveles de 1952, en los siguientes cinco años se frenó la carrera, para llegar al 72.42.

Durante el sexenio perdido, pues, la caída fue de 0.76 por ciento.

Ahora que en la ruta hay altibajos. Si en 1952 un mes de salario mínimo equivalía 23.24 dólares, el monto fue ascendente hasta alcanzar 316.62 en 1982, para desinflarse en los cinco años siguientes.

Durante el régimen zedillista se llegó a sólo 78.

De acuerdo a cifras del Seguro Social, de los 14.08 millones de inscritos, 11.45 tienen un empleo permanente, en tanto 2.63 se contrataron en forma temporal.

De ellos 4.23% percibe un salario mínimo; el 31.62 dos; el 22.58 tres; el 12.46 cuatro, y el 13.68 cinco. Es decir el 78.16, equivalente a nueve millones 600 mil, gana hasta cinco.

Lo triste del caso es que manteniéndose un paralelismo en cuanto a calidad de vida entre México y España hasta 1970, el país ibérico dio un salto formidable que el nuestro no pudo o no quiso enfrentar.

En ese año el PIB per cápita de México alcanzaba 790 dólares al año, en tanto el de la nación ibérica era de mil 149… para llegar el año pasado a 28 mil 257, en tanto nosotros nos rezagábmos en siete mil 754.

Más al detalle, durante 36 años el ingreso promedio por español creció 27 mil 108 dólares, en tanto el nuestro lo hizo en sólo seis mil 694.

Ahora que el despegue más espectacular de España se dio en los últimos seis años, para alcanzar 13 mil 859 dólares, en tanto México, distraído en las fantasías y frivolidades del rey de Foxilandia, apenas sumó mil 975 en el periodo.

Y si le seguimos, España con una población de sólo 43.8 millones de habitantes alcanzó un Producto Interno Bruto que lo ubicó como la novena economía del planeta, en tanto México se cayó al escalón número 14 tras alcanzar justo el noveno al inicio del sexenio.

Digamos que para alcanzar el nivel de España en calidad de vida, de acuerdo a los cálculos de Guillermo Ortiz, México necesitaría algo así como 30 años… a condición, naturalmente, de que España cayera a un pantano.

¿Ahí la llevamos?

Balance general

En lo que representa una cachetada con guante blanco para la Comisión Federal de Competencia Económica, The Coca-Cola Export Corporation, más conocida como Coca Cola de México, está abriendo un fondo de 10.5 millones de pesos con cuyos intereses se cubrirá el costo de programas de capacitación a microcomercios.

El monto, lo adivinó usted, equivale a la multa que le impuso la dependencia a 15 de sus plantas embotelladoras, o si lo prefiere filiales, por supuestas prácticas de desplazamiento indebido a la competencia.

Ahora que la apuesta quedaría en firme una vez que la Suprema Corte de Justicia de la Nación resuelva la demanda de inconstitucionalidad de la resolución.

Las entrelíneas, pues, son más que claras: el problema no es el dinero, sino la justeza del castigo.

¡Tómela!

El caso es que de ganar el pleito Coca Cola será por un asunto de forma, no de fondo.

* * *

En ese mismo tenor, cachetear sutilmente al enemigo, el Grupo Industrial Minera México anuncia un nivel de reparto de utilidades inédito en su historia: mil 397 millones de pesos a prorratearse entre ocho mil mineros.

Ahora que el monto, señala la firma, pudo haber sido mayor de no haber sido por los paros locos que realizó el sindicato.

Linchen a Napoleón Gómez Urrutia, pues.

* * *

Aunque en el papel pareciera alevosa la decisión del Banco Azteca de ampararse contra una circular del Banco de México que prevee la exigencia de transparentar el costo anual total de los créditos otorgados, en la práctica se trata de defender no sólo un modelo de operación, sino el interés de la clientela.

De acuerdo a la fórmula diseñada por el banco central, las intermediarias deben informar a sus acreditados sobre el saldo insoluto de los préstamos, es decir el monto de disminución cubiertos, capital e intereses, lo que se contrapone al esquema tradicional de saldo global.

Naturalmente, el punto fino de la disposición es prevenir que un banco le encaje los intereses que se acumularían a la largo de la ruta a un cliente en opción de prepago.

El problema es que la banca tradicional le cobra a lo chino un monto mayor de intereses a la entrega de los primeros abonos de la clientela, a diferencia de lo que hacen los bancos que ubican su nicho en el segmento popular de la población, que equilibran el pago.

La razón es simple: la gente de escasos recursos quiere tener certeza de cuánto va a ser su próximo pago, y si la deuda no rebasó su capacidad.

La paradoja del caso es que de acuerdo a la nueva Ley de Transparencia Financiera aprobada por el Congreso, la posibilidad es doble, es decir se puede plantear saldos globales o insolutos.

Ahora que, más que en los tribunales, el asunto se pelea en los escritorios del banco central.

albertobach@yahoo.com.mx

barrancoalberto@prodigy.net.mx

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