Walter y Alejandra Gruen
En 1961, Remedios Varo terminó una de sus obras más emblemáticas: Planta insumisa es una metáfora del dominio de la naturaleza sobre el hombre, de la inflexibilidad del destino que obra sobre todos y de la fuerza potente de las circunstancias frente a quienes pretendemos domeñarlas; en ella, una planta, estudiada por un botánico, domina al científico haciéndolo parte de ella misma, los cabellos del estudioso son ramas de la planta y el vegetal domina todo el escenario de la pintura como personaje principal y no como elemento decorativo.
Ahora, la metáfora ha vuelto a vencer sobre la mezquindad de las palabras mal intencionadas; Remedios Varo es nuestra planta insumisa; nuestra por cuanto México la hizo suya con esa generosidad amplia con la que ejerce el derecho de asilo, insumisa por que, como el Cid, después de irse a vuelto a ganar una batalla más por nuestra cultura y nuestras artes.
Finalmente, después de varios intentos judiciales, de que la comunidad intelectual, académica y artística tuvo que manifestarse en todos los foros; la Juez Tercera de Distrito Federal, resolvió que la Federación, en tanto representante de todos los mexicanos, es la legítima y única propietaria de las 39 obras de Remedios Varo que Walter Gruen cedió al Instituto Nacional de Bellas Artes.
Los mexicanos, esta vez al menos, hemos visto a la justicia actuar en favor de todos, de la memoria y del arte nacionales. Con Varo y con Gruen sucede una de esas circunstancias en las que los parámetros tradicionales se rompen y es necesario ensayar definiciones más flexibles para entender la realidad; decir, por ejemplo, que el arte de Remedios Varo es una expresión mexicana, equivale a decir que es mexicano todo cuanto se crea en nuestro país, independientemente del origen del artista; que una obra de arte es nuestra cuando su creador la ha producido en el ambiente y entorno del país; ellos mismos dan una nueva definición a la idea de la nacionalidad; mexicanos somos todos quienes hemos decidido quedarnos en este país, hacerlo nuestro, construirlo, sufrirlo y disfrutarlo.
Del mismo modo en que Friedrich Katz, el historiador mexicano nacido en Austria, dedicado a estudiar la Revolución mexicana; Remedios Varo, artista mexicana nacida en España, creadora de toda una escuela del surrealismo que, en ese sentido, deja de ser sólo francés o europeo para hacerse también un poco mexicano; Walter Gruen, mexicano de origen alemán, mecenas y defensor de nuestro arte; son connacionales nuestros que hacen gala de este ser complejo y rico que es ser mexicano.
Los mexicanos estuvimos muy cerca de ver gravemente cercenado nuestro patrimonio cultural y artístico. Si no hubiéramos actuado tantos mexicanos en tan diversos foros para defender lo que es nuestro y de los mexicanos que algún día vendrán, nos habríamos visto privados de algo valioso que es nuestro y habríamos tenido que resignarnos a ver cómo la obra de Varo circular por el mundo logrando precios exhorbitantes para quedar en manos de coleccionistas y especuladores profesionales o, lo que resultaría simbólicamente más terrible: que sólo unos cuántos mexicanos con recursos suficientes para ir a Madrid, París o Nueva York fueran los únicos que podrían admirar la obra de esa mexicana ejemplar.
El aviso queda todavía para nuestras autoridades culturales; nuestro patrimonio artístico y cultural esta siempre en peligro de ávidos y rapaces; es necesario mantenerse alerta, afinar nuestros instrumentos jurídicos y, sobre todo, mantener informado al público que, como se ve, siempre es un baluarte dispuesto a actuar en defensa de lo que es de todos.
fsm@derecho.unam.mx
Abogado, director de la Facultad de Derecho de la UNAM