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Estreban Moctezuma Barragán

Ciudadanía fantasma

Los ciudadanos solo existen en el discurso. Cuando los candidatos, los partidos o los gobernantes hablan de democracia, siempre se refieren con enorme respeto y convicción a la “voluntad ciudadana” pero muy pocas veces aparecen los ciudadanos en su mente o acciones cuando toman decisiones cotidianas.

Piense usted si se identifica con esto: las personas circulan diariamente por una calle y un día, sin previo aviso, justo cuando se lleva el tiempo medido para llegar a trabajar o a la escuela de los niños, amanece cerrada y sin aviso alguno de una ruta alterna.

¿Quién tomó esa decisión? ¿Por qué no pensó en las miles de personas que iba a perjudicar al no avisar con antelación? ¿Por qué no cruzó nunca por su mente la forma de minimizar las molestias a la gente? ¿Por qué no colocó un letrero cuadras antes avisando del cierre para que los automovilistas tomaran providencias?

Muy simple. Porque, por lo general, a las autoridades municipales, delegacionales, estatales o federales, no les interesa la gente, las personas, los individuos, los seres humanos. En pocas palabras: les “valemos gorro”.

¡Solo les interesa su ciudadanía! Pero una ciudadanía que no vive, ríe y llora, que solo vota, analiza ofertas políticas o busca el bien común. Una ciudadanía fantasma, que solamente existe en el discurso. Una ciudadanía que no se enferma, ni quiere salir de vacaciones, que no necesita incrementos salariales, ni un buen servicio de energía eléctrica. Una ciudadanía que solo tiene su mirada puesta en la democracia y en la rendición de cuentas.

Pero la ciudadanía que viaja horas en transporte público, o que necesita un buen maestro, o que quiere trabajo, esa no. Esa no es ciudadanía, solo es gente. Esos no son ciudadanos, sino simples personas. No son seres dispuestos a participar en la “epopeya del momento histórico”, sino seres humanos.

Por ello, si en una oficina pública hay grandes “colas” ¿Quién se va a preocupar de analizar cómo respetar el tiempo de las personas y lograr que éstas se agilicen? ¿Por qué no le preocupa al funcionario responsable de esa oficina el tiempo de los demás? Muy sencillo. Por qué no les importa lo que la gente sienta o piense.

Les preocuparía muchísimo si estuviéramos hablando de “ciudadanos”, pero no de sencillas personas.

En el aeropuerto internacional de la Ciudad de México hay unos “pasillos” hechos de postes y cintas que indican a las personas por donde hacer la “cola” para pasar los arcos de seguridad. En muchas ocasiones, éstos se encuentran vacíos y las autoridades responsables no se interesan en acortar el trayecto del artificial laberinto obligando a todos los pasajeros a ir y regresar cargados de bultos hasta llegar al punto deseado.

¿Por qué no piensan los administradores aeroportuarios en las personas?

Y si hablamos de las casetas para pagar las carreteras no es diferente. El que desea pasar, con auto propio o en un autobús, con carga o con familia, nunca es testigo de un esfuerzo por hacerle la vida menos difícil.

Los gobernantes deben tener muy claro que para tener legitimidad al hablar del ciudadano, deben descubrirlo en el rostro de cualquier mexicano y en el sentir de cualquier persona. Deben dejar solo de pensar “Macro” y ver que la vida de las personas es también una suma de “micros”, en donde entran múltiples detalles que influyen en su felicidad.

No todo es “salvar a la patria”. Mucho es interesarse en los detalles que hacen de la vida algo mejor. Cuando una persona recibe una atención inesperada de un servidor público, es entonces cuando empieza a sentirse verdaderamente ciudadano.

emoctezuma@tvazteca.com.mx

Presidente Ejecutivo de Fundación Azteca

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