Imagínese que usted es un vendedor y trabaja en el área comercial de una compañía que confecciona ropa blindada, pero antes de entregar el pedido al cliente, le disparan para probar que efectivamente las balas “no pudieron” con esa camisa y que no perforarán intestinos, hígado y otros órganos del cuerpo.
El éxito de la empresa Miguel Caballero, con sede principal en Bogotá, Colombia, es justamente hacer ropa a “prueba de balas”, pero elegante. Guayaberas, chamarras de piel, pantalones, chalecos, trajes sastres y hasta playeras y corbatas están en el catálogo, ropa que a simple vista pasa inadvertida.
Uno de los clientes de Caballero es el príncipe Felipe de España. No en vano varias publicaciones internacionales lo consideran una especie de Armani del blindaje.
Ricardo Caballero, director comercial de la compañía, señala que, “en el caso de México, hay grupos de altos y medianos ejecutivos que utilizan la ropa diseñada y blindada por protección, porque el riesgo de la vida diaria es permanente. No es sólo atentar contra una persona conocida”, señala.
Caballero dice que desde que la compañía se estableció en el país (antes era representada por un distribuidor), la demanda “ha crecido a mayor escala de la presupuestada, porque el índice de violencia ha aumentado durante los últimos años y nosotros hemos crecido 50%”.
La cantidad de pedidos depende del lugar. “Baja California, Sinaloa y Jalisco, que tienen más violencia, generan más solicitudes”.
Pero, ¿a quién le hace este tipo de ropa? No a cualquiera. Además de los precios, una sola chamarra puede costar más de 40 mil pesos. Caballero dice que dependiendo del tipo de personaje es el tipo de blindaje.
“No es lo mismo un actor que un político. Nuestra empresa visita al cliente en su domicilio para saber en realidad quién es y a qué se dedica, y hace un análisis de su seguridad (si tiene coche blindado o escoltas), y después vemos el tipo de prenda que requiere. No atendemos a alguien que llegue directamente a la oficina”.
Caballero es enfático cuando dice que los clientes de esta empresa “son organismos militares, estatales, personas públicas. Evitamos venderle a la delincuencia común, a gente que está al margen de la Ley”.
No es ropa que llame la atención. En apariencia es una prenda normal, pero abajo tiene un chaleco, un panel de protección intercambiable y que depende del personaje. Una guayabera, por ejemplo, tiene un nivel de protección balística para resistir una pistola nueve mm y hay prendas para detener balas de una subametralladora Uzi y un fusil 7.62 con munición perforante.