Miguel Ángel Rodríguez es uno de los tipos más simpáticos que conozco. Su ánimo ligero y buen humor son una delicia en la conversación. Con estas cualidades, junto a una inteligencia clara y una voz inconfundible, conduce uno de los noticieros matutinos más populares en Venezuela, se ha vuelto una de las caras más reconocidas de la televisión en ese país y se ha ganado un sitio de honor en la lista de periodistas aborrecidos por Hugo Chávez.
Miguel Ángel trabaja para Radio Caracas Televisión (RCTV), una de las últimas emisoras independientes y críticas del Gobierno de Chávez en Venezuela.
Desde 2003, en un viaje memorable por Estados Unidos, Miguel Ángel había contado varios desencuentros con el régimen chavista y en esas épocas todavía tenía ánimo para tomarlo con humor, incluyendo una genial imitación del presidente venezolano en una cena después de varias copas. Pero el año pasado empezaron los insultos, la vigilancia y las amenazas de muerte.
En correos electrónicos había platicado a sus amigos el asco que le causaba la revolución de la izquierda latinoamericana. En la víspera de las elecciones presidenciales en México, Miguel Ángel me advertía sobre Andrés Manuel López Obrador y lo que un Gobierno suyo podría significar para los medios. En junio pasado, me advertía en un correo: ?Sería terrible que usted cayera en la caravana de los autoritarismos tras los periodistas?.
Miguel Ángel no era el único periodista de RCTV atacado desde el poder. Casi todos sus colegas lo han sido, pero de forma individual. Pero hace unos días, Hugo Chávez decidió acabarlos de tajo y de manera colectiva al anunciar que revocaría la concesión de RCTV cuando venza en marzo, al acusar a la cadena de librar una ?guerra psicológica? contra su Administración, mediante un periodismo ?irresponsable? y ?golpista?. ?Más vale que vayan empacando y vean qué van a hacer a partir de marzo. Que empiecen a apagar sus equipos?, dijo Chávez en un mensaje de fin de año.
La izquierda latinoamericana no oculta su talante populista ni su apoyo al intervencionismo del Estado. Al menos así se asumen aunque, como resultado, Venezuela ha multiplicado casi por ocho su deuda externa, de 6,000 millones de dólares cuando Chávez llegó al poder en 1998, a 45,000 millones en 2005, tiene 70 por ciento de su población activa trabajando en la economía informal, ha visto 7,000 industrias privadas cerrar o pasar a manos del Gobierno y vive una inseguridad pública rampante que cuenta 10,000 asesinatos por año.
Pero el temor ante las actitudes de esta izquierda con los medios de comunicación representan una categoría aparte y más peligrosa, pues está fincada en la hipocresía.
La izquierda en América Latina ha sido una de las grandes fuerzas a favor de la libertad de expresión en el continente. Durante décadas de gobiernos autoritarios, periodistas identificados con la izquierda promovían el único periodismo crítico en la región, desde Excélsior en México hasta La Nación en Chile o El Espectador de Colombia.
Durante años se pensó que el principal temor de ataques contra la libertad de prensa vendría de los partidos de derecha, pintados como intolerantes, moralistas y censores, que buscarían absorber los periódicos y las estaciones de radio y televisión en el aparato de control del Estado.
Los papeles se han invertido ahora. Gobiernos de centro-derecha en todo el continente han garantizado más la libertad de expresión que sus contrapartes ideológicos desde las transiciones democráticas de la década de los noventa. Chile y Brasil antes de tener gobiernos de izquierda ya vivían un sano ejercicio de la libertad de prensa y han sido en parte responsables de moderar a la izquierda que ha llegado al poder en los últimos años.
México, Colombia, Costa Rica, Honduras, El Salvador y Nicaragua han tenido gobiernos de centro-derecha y una prensa libre en los últimos años.
Es la izquierda populista la que ahora representa la principal amenaza, en Venezuela, Bolivia, Ecuador o Nicaragua. En realidad, no hay nada nuevo en la decisión de Chávez de suspender la licencia de RCTV, la maniobra se veía venir desde hace tiempo. Pero su ejemplo tiene la oportunidad de marcar una pauta en otros países donde los gobiernos encuentran medios incómodos.
En México hemos tenido una probada de cómo hubiera sido la actitud de un Gobierno de López Obrador frente a los medios. Intolerante con aquellos que lo critican, el ex candidato presidencial del PRD no ha perdido oportunidad de atizar a sus huestes contra la prensa. En esta casa lo vivimos de manera cercana con la golpiza que simpatizantes de López Obrador propinaron a Leopoldo Ramos, nuestro corresponsal en Saltillo.
El riesgo que corre Venezuela, que corremos todos a fin de cuentas, es que callar a la prensa genera una población intelectualmente atrofiada, acrítica y conformista. Para América Latina, largo tiempo bajo gobiernos autoritarios, lo que ocurre en Venezuela es un retroceso, pero también puede ser un augurio, si así de fácil es silenciar a medios que no existen para aplaudir la obra de autócratas.
Miguel Ángel sigue trabajando, aunque no sabe por cuánto tiempo, mientras la televisión estatal de Venezuela le dispara adjetivos como ?asesino, sinvergüenza, sicario, traidor a la patria, pagado por la CIA, golpista? y periódicos lo califican de ?urraca parlanchina?, ?patético? y ?amargado que ofende a las mujeres?.
Ahora ya no sólo es Miguel Ángel sino su propia casa, sus compañeros. La amenaza no ha cegado si habitual humor, mientras los amigos que tienen por toda Latinoamérica esperamos noticias de su futuro.