EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Encendamos una vela| Addenda

Germán Froto y Madariaga

Dicen que Confucio solía decir: “En tanto que sale el sol, encendamos una vela”.

Hoy, que nuestra Comarca está inmersa en la oscuridad y que priva el temor en la mayoría de la población, es buen momento para que reflexionemos en qué parte del camino nos perdimos.

Por qué antes todo era simple y sencillo y la vida trascurría sin grandes sobresaltos.

Lo más impactante que recuerdo de mi niñez, fue aquel estallido de los camiones cargados de dinamita que chocaron contra el tren.

Ahora, parece que vamos de sobresalto en sobresalto y cada día sabemos de nuevos acontecimientos que nos atemorizan.

Si se afirma que lo que llamamos problemas, son en realidad oportunidades para cambiar, creo que estamos frente a una de ellas.

La inseguridad y el temor nos han hecho su presa.

Pero a qué horas perdimos aquella tranquilidad de los barrios, en que las mamás salían a platicar en la calle, sentadas en su silla, mientras el atardecer caía lentamente.

Todos conocíamos a las familias de la cuadra y aún más allá.

El tendero de la esquina sabía quiénes éramos nosotros y no dudaba en fiarnos un dulce, porque sabía muy bien a quién le podría cobrar en caso de que nos le escondiéramos.

Si nos encontrábamos un juguete en la calle, sabíamos de quién era o lo indagábamos para entregarlo.

A nadie se le ocurría faltarle al respeto a una persona mayor, fuera conocida o no.

Las puertas de las casas permanecían la mayor parte del día abiertas, en señal de confianza y solidaridad en caso necesario.

La ayuda entre vecinos, era la constante y se sabía el origen y ocupación de cada uno de ellos.

Las deudas, tan socorridas aquí en La Laguna, eran deudas de honor y si acaso no se cubrían era porque verdaderamente la gente no tenía para pagar. Pero casi nadie trataba de engañar a sus acreedores.

Éramos una comunidad profundamente religiosa y temerosa de Dios. Aunque algunas veces se exageraba y las beatas del pueblo se asombraban de la presentación de algún espectáculo de burlesque o de alguna película censurada, las cosas no llegaban a mayores.

Aunque nos chocara, nos vestían de blanco en el mes de mayo y nos llevaban a ofrecer flores a la Virgen.

Igualmente, en ese mes, rezábamos el Rosario lo mismo en el colegio que en la casa y a las mamás no les importaba si aquél era el tercer Rosario o el primero del día.

En una forma de intolerancia chovinista, se colocaban en las casas pequeños letreros que decían; “Este hogar es católico. No se admite propaganda protestante”. Todos hacían ostentación pública de su fe.

Los que entonces se denominaban antros, eran cantinas de mala muerte o burdeles muy conocidos. A lo más que llegábamos era a un par de discotecas, donde se iba a bailar.

Pero lo común era que los jóvenes se reunían en casas los fines de semana en alguna tertulia, a fin de bailar. Pero ese evento se celebraba ante la presencia de los padres, que no permitían a los asistentes libertad alguna.

En el colmo de la lujuria, la raza se iba al Terraza Riviera o ya en el extremo, al baile del cartero, al que por cierto acudían muchas damas de buen ver y mejor tocar, como diría aquél.

El paseo dominical de la Morelos, era la forma visual de hacer contacto con alguna chica, pero nadie estorbaba las vialidades ni se ponía a tomar en la vía pública.

El único lugar en donde se podía beber cerveza en plena calle, era en La Alameda, hasta que la cerró Juan Abusaíd, en un arranque de puritanismo. Era verdaderamente delicioso, sólo escuchar aquella pregunta de: “¿Tanque o vaso?”.

Pero todo se perdió con el crecimiento de la ciudad, sus tentaciones y el miedo generalizado.

Sin embargo, creo que pronto volverá a brillar el sol. Mas entre que eso sucede, encendamos una vela.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 278657

elsiglo.mx