Objetivo de la Política Fiscal
Una vez negociadas por los partidos y de acuerdo a sus intereses la Reforma Fiscal y Reforma Electoral, en dónde de antemano se negoció aspectos tan importantes como la salida de todos los consejeros del IFE, que en su oportunidad en una de mis notas critiqué; quedando de manifiesto una vez más de que los Legisladores y el propio Gobierno no quieren arriesgar ante el costo político una verdadera Reforma Fiscal, lo que queda demuestra que es insuficiente para lo que el País requiere y al mismo tiempo continúan propiciando confusión en su aplicación y además los trámites burocráticos persisten.
Lo que más debe de inquietarnos es que como sabemos México es sumamente vulnerable por su dependencia en el comercio con Estados Unidos y desde luego los ingresos petroleros que este a su vez, depende de los precios volátiles y además se agrava ante el panorama de que nuestra producción, inició un ciclo hacia el decrecimiento.
Existe el temor fundado de que los impuestos sobre las empresas afecten a los trabajadores con menos salarios y entonces la población de ingresos medios o bajos sería el que pague el impuesto que particularmente está implícito en el CTU, de igual manera y con motivo de la globalización también puede afectar a capitales susceptibles de desplazarse a nuestro país, desalentando la inversión y la productividad.
Independientemente de lo anterior quiero enfocar mis comentarios hacia el papel que juega en la economía una política Fiscal: Puede promover la estabilidad macroeconómica apoyando la demanda agregada y el ingreso del sector privado durante una desaceleración económica, y moderando la actividad económica durante períodos de crecimiento vigoroso.
Una función de estabilización importante de la política fiscal actúa mediante los llamados “estabilizadores fiscales automáticos”. Éstos operan por medio del impacto de las fluctuaciones económicas sobre el presupuesto del gobierno, y no requieren de decisiones de corto plazo de quienes formulan las políticas. Por ejemplo, el monto de recolección de impuestos y el pago de transferencias se vincula directamente a la posición cíclica de la economía y se ajusta de tal manera que ayuda a estabilizar la demanda agregada y los ingresos del sector privado. Los estabilizadores automáticos tienen varias características deseables. Primero, responden de una manera oportuna y previsible, lo cual ayuda a los agentes económicos a tener expectativas correctas, al tiempo que refuerza su confianza. En segundo lugar, reaccionan con una intensidad que se adapta al tamaño de la desviación de las condiciones económicas con respecto a lo esperado al momento de la aprobación del presupuesto. Tercero, los estabilizadores automáticos funcionan de manera simétrica a lo largo del ciclo económico, moderando el sobrecalentamiento en períodos de auge, y apoyando la actividad económica en las fases de debilidad, sin afectar la solidez subyacente de la posición presupuestaria, en la medida en que las fluctuaciones sigan siendo equilibradas.
En principio, la estabilización puede resultar también de una política fiscal discrecional, mediante la cual los gobiernos decidan activamente ajustar el gasto o los impuestos, como respuesta a los cambios en la actividad económica. Sin embargo, la política fiscal discrecional no es normalmente adecuada para el manejo de la demanda, como lo han demostrado frecuentemente los intentos de controlar la demanda agregada con base en medidas fiscales discrecionales. En primer lugar, las políticas discrecionales pueden minar la fortaleza del presupuesto, ya que para los gobiernos es más fácil disminuir impuestos y aumentar el gasto en épocas debajo crecimiento, que hacer lo contrario durante los periodos de auge. Esto último da lugar a una tendencia de aumentos continuos en la deuda pública y en la carga impositiva, al tiempo que puede tener efectos adversos en las perspectivas de crecimiento económico de largo plazo, ya que los impuestos elevados reducen los incentivos para trabajar, invertir e innovar. En segundo lugar, muchas de las características deseables de los estabilizadores automáticos no se pueden reproducir con reacciones discrecionales por parte de quienes formulan políticas. Así, por ejemplo, los cambios en los impuestos los aprueba generalmente el Poder Legislativo, y su entrada en vigor típicamente seguirá el calendario presupuestal con un rezago. No es de sorprender, entonces, que las políticas fiscales discrecionales orientadas al manejo de la demanda agregada en el pasado hayan tendido a ser procíclicas, ya que frecuentemente su impacto se reflejó hasta después de que las condiciones cíclicas se habían revertido, lo que exacerbó aún más las fluctuaciones macroeconómicas.
Claramente, la función estabilizadora de corto plazo de la política fiscal puede llegar a ser especialmente importante para los países que forman parte de una unión monetaria, dado que las tasas de interés nominales y los tipos de cambio no se adaptan a la situación particular de un país, sino a la de la unión como un todo. La política fiscal puede convertirse en un instrumento que permanece bajo el control de gobiernos individuales, crucial para estabilizar la demanda interna y el producto. Al mismo tiempo, sin embargo, las limitaciones de una política fiscal activa pueden ser mayores cuando existe incertidumbre sobre el comportamiento futuro del ingreso. Esta es la situación actual de muchos países europeos, en los que hay una preocupación creciente por las dificultades que enfrentan los sistemas públicos de pensiones y de servicios médicos, a la luz de las tendencias demográficas. Bajo tales circunstancias, las actuales reducciones de impuestos y aumentos en el gasto, orientados a combatir el ciclo, podrían traducirse simplemente en impuestos más altos, o en un menor nivel de gasto en el futuro. Al anticipar estos efectos, el público podría reaccionar también a las expansiones fiscales aumentando el ahorro preventivo más que su consumo.