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Ensayo sobre la cultura 149 / Hablando de los medios

José Luis Herrera Arce

Con lo que acaba de pasar en Venezuela y con el procedimiento que se sigue a la Ley Televisa en el poder judicial, se pone de moda hablar de los medios, y la moda consiste en hacer referencia a la libertad; así en general, como si esta palabrita supusiera que la instituciones y las personas puedan hacer cualquier cosa sin que exista una ley que norme su función.

Sí, la libertad es un bien valioso en los países democráticos y los sucesos de Venezuela sólo llevan a pensar en el peligro de un poder que se impone a sus adversarios quitándoles la voz, lo que nos lleva a un país totalitario con el que no estaríamos de acuerdo. Nos da remembranza de un fascismo y de un nazismo y nos aterroriza de que el socialismo se pueda convertir en eso, en un marco referencial de ideas muy corto de donde no podamos salir nunca. De esto ya hemos hablado suficiente en artículos pasados y es lo que todo mundo dice. La manera de acabar con el adversario es quitarle la voz; sin embargo existe la otra cara de la moneda, la responsabilidad social y cultural de los medios de comunicación. De eso es de lo que no se habla; o es la voz tenue de los investigadores que a partir de los análisis cotidianos a los medios advierten lo que nadie ha querido escuchar. Los medios han sido influencia negativa para la cultura social; y pueden ser influencia positiva. Los medios no quieren tener ninguna responsabilidad con respecto a los temas culturales. Al considerarse empresas privadas creen que eso las exime del posible efecto negativo que durante la historia del Siglo XX ha tenido “su manera de hacer negocios”.

Hay una responsabilidad social y cultural que indudablemente los medios deben de cumplir y no basta con supuestamente no hacer el mal, sino hay que hacer el bien. No basta con considerar que el producto de las nuevas industrias culturales aparentemente sea anodino, sino hay que acrecentar lo que por herencia hemos recibido de la civilización.

Los grandes filones de la industria cultural es la supuesta información política que no centra a nadie en los asuntos importantes del país, sino que se vuelven peleas de comadres que a medias verdades intenta construir un mundo de buenos y malos pero que no soluciona el problema de acrecentar un orgullo del ser nacional; y al decir nacional, con la recuperación informativa de lo que somos, lo que hemos sido de donde parte lo que seremos en el futuro. De lo que se habla es de si Petra le dijo a Chencha y de si Chencha le contestó. Pero ¿Qué es nuestro país? ¿Qué ha sido nuestro país? De eso se habla poco. A estas alturas, por los medios ya hemos perdido todas nuestras expresiones culturales y nos dejaron un híbrido, el mariachi. De estos temas generales podemos particularizar a los problemas cotidianos que sufrimos. La información se centra en el amarillismo como si todo el problema nacional fueran los delitos, o como si el espíritu nacional se inspirara del morbo. Es querer alimentar al pueblo mexicano de papas fritas. ¿Nada más somos eso? La sociedad necesita que se le hablen de otros valores que casi no se mencionan. Todo es un circo (hall music). El filón informativo se continua con los programas sobre el mundillo artístico donde en lugar de analizar la oferta artística, lo que vende es el chismorreo de los divorcios, los sanchos, las suposiciones amorosas, los que se drogan; los grandes valores que la juventud mexicana debe de seguir para acabar de hundir a la nación en que vivimos.

La materia gris ausente de los medios es la mejor prueba de la falta de compromiso con la que actúan. Los apocalípticos no dejan de tener razón, porque la propia industria cultural se las dan. La voz de los integrados hace mucho se diluyó; desde el momento mismo en que las llamadas estaciones de radio culturales, con el fin de obtener reating, sacrifican las calidades de su programación.

La libertad, ¿de quién? Para que exista libertad tiene que haber variedad para escoger. Con un somero análisis que se haga de la oferta de estaciones de radio y televisión, vemos que los géneros son cinco o seis y de ahí en más nada existe. Yo no logro entender cómo cantantes se hacen famosos porque los matan cuando la voz brilla por su ausencia. Éste es el producto que nos venden.

Hasta en la música vernácula había buenas voces. Toña la Negra, Gloria Lasso, Lucho Gatita, Lucha Villa, Pedro Vargas. Ahora, cualquiera quiere cantar; ya no sólo rapear, que también el rap tiene su chiste, sino cantar, porque el público es lo que quiere escuchar voces desafinadas y letras ilógicas.

Responsabilidad social de los medios de comunicación. En la región ya vamos para la séptima carrera universitaria relacionada con la comunicación. La voz universitaria debería de escucharse un poco más fuerte. (Soy maestro de carrera de Comunicación). Habría que ofrecer soluciones también desde la universidad que oficialmente permanece callada. ¿Responsabilidad de los medios? ¿Libertad de los medos? ¿La oferta cultural de la industria cultural? Los temas están en el aire. ¿Para qué preparan gente las universidades?

(Nota: en los años 60, se dieron a conocer un grupo de investigadores sobre la sociología de la comunicación, llamados la escuela de Frankfurt, divididos en dos bandos: Los apocalípticos que consideraban completamente dañina la función de los medios en la sociedad, y los integrados que consideraban a los medios como una herramienta para subir el nivel cultural de los pueblos. Léase a Humberto Eco: Apocalípticos e Integrados).

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