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ENSAYO SOBRE LA CULTURA 161

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

EL DRAMA Y SUS DERIVADOS

Para que una narración tenga interés tiene que pasar algo; si no pasa nada, la historia no tiene chiste, no es considerada historia, a lo mucho llega a una descripción. Tal vez por ello, los actores políticos de nuestro Estado se empeñan en sorprendernos con situaciones inverosímiles, para que pase algo y poder seguir brillando en el firmamento de la política. Los dos últimos años de nuestra ciudad han sido testigos de estos acontecimientos que pensábamos iban a ser tranquilos ocupándonos de festejar los últimos cien en que se convirtió un páramo seco, yermo, en este cuasi paraíso terrenal.

En toda historia tiene que haber protagonistas y antagonistas. Lo malo en esta historia es que no se sabe quién es el protagonista y quién es el antagonista; en todo caso la víctima es el pueblo, quien a merced de dos fuerzas contrarias, tiene que olvidar su pastel centenario. Como en las dos partes se creen protagonistas, alzan la voz para decirle a la ciudad: “voy a salvarte”, y la ciudad que les respondes, no me salves, no me salves. O el diálogo puede ser uno émulo de los del chapulín colorado: ahora quién podrá salvarme de quien me salva”; y el otro lanza la voz “yo” y la ciudad reniega de nuevo; ya no quiero que me salven del que me salva del otro que me salva.

En el estira y afloje uno la jala del vestido y se lo rompe. El otro la jala del cabello y se lo deshace; eso que se había pasado como tres horas en el peinador haciéndose los bucles. Y el del vestido como que se lo empieza a coser y el otro se enoja porque no quiere que se lo remiende; protesta por la remendada y la ciudad se queda con el vestido roto. Y el que la jaló por los cabellos quitándole los bucles postizos , ahora se los quiere pegar con chicle pero antes de pegárselos con chicle manda traer a un notario para que tome nota de bucles tan mal hechos y poder demandar al peinador de bucles y la ciudad se queda sin bucles y sin vestido.

Los heroicos héroes están profundamente metidos en su papel que sus espejos no les reproducen más que su imagen estereotipada del héroe; por eso tanta foto. La sonrisa de los héroes calma la sensación de injusticia que siente la víctima; pero, ¿qué pasa? De pronto, el bigote medio lampiño del héroe comienza a crecer, para tomar las proporciones del que presume Salvador Dalí en alguna fotografía, con lo cual recordamos las viejas imágenes de los villanos de las caricaturas donde los bigotes representaban la maldad. Y la risa sarcástica de fondo.

Entonces la ciudad llora, porque se acerca su aniversario y como la Cenicienta, no tiene vestido ni peinado para ir al baile. (Los ratones andan tan ocupados en los suyo que se olvidan que son una posibilidad para la heroína) a final de cuentas no se resuelve nada, porque los protagonistas intentan detener la maldad de los antagonistas mas cometen errores garrafales que se les revierten. Y la ciudad se queda sin remendar el vestido, sin fiesta, sin pastel y sin nada.

Mas a nadie le gusta que le quiten su papel de protagonista; se acuerdan de Rocambole, al principio de la historia era el villano y después fue el héroe que actuaba tras bambalinas para salvar a la heroína. En nuestra historia no ha faltado hasta el bufón, queriéndose pasar por héroe; o preparando el camino para ser el futuro machín de la heroína.

Acá como que quieren los levantamientos del Siglo XIX romántico o emular a López Obrador y sus desplantes; como si a la heroína no le estuviera cansando el teatrito. Desde que salen a relucir tantos millones que andan por ahí como perro sin dueño o gato nocturno, la heroína ya no le cree a nadie; y es una lástima, porque eso provoca la depresión y el autismo. Ahora sólo dirá: ¿cien años para esto?

Pero como que el género evoluciona y ahora el melodrama también necesita contagiarse de la acción, la destrucción que queda en el camino. Ya ven, no sobran autos, en la película, para que los desbaraten; aquí no sobrarán puentes mal hechos y obras suspendidas, semáforos grises que mal se ponen y se caen.

Los semáforos, como se nos pasan los detalles, los semáforos; ¿puñalada a la heroína. No se han fijado en los semáforos grises que suplantan a los semáforos verdes? Fuera del mal gusto, los anteriores tienen mayor funcionalidad informativa: tienen el nombre de las calles y las velocidades permitidas. Además, la luz es más notoria. El color verde contribuye a la ecología visual. El semáforo en sí, presenta más fortaleza, estabilidad, no que estos nuevos semáforos, grises; (horrible color de las sociedades totalitarias).

Negocios son negocios. La ciudad llora, arrinconada en su futuro grisáceo de ciudad derruida. El héroe en su sillón se retuerce el bigote daliliano (tenía que ser, surrealista) el antagonista igual, y la historia... Continuará.

JOLHE

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