LOS VALORES QUE NO SUENAN
Cuando eres maestro y tienes jóvenes frente a ti que no acaban de aceptar las proposiciones que haces, es cuando te pones a reflexionar las formas de recuperar cosas que la civilización va perdiendo. Con las nuevas metodologías educativas que parten de la motivación del alumno para aprender, aunque en algunos casos esa motivación ha sido más que suficiente para lograr los objetivos del conocimiento, en muchos otros es una pared que parte del si no me gusta no tengo por qué hacerlo.
A la escuela se va a aprender a leer, a escribir, a contar. Las matemáticas y la redacción, y me imagino que el resto de materias, sufren por ganar la atención de los alumnos; y sin embargo, les suena tan lejos de su mundo que buscan la manera de escapar.
Los sistemas como el Montessori a veces se antojan demasiado permisivos. ¿Qué pasa cuando el chico no quiere aprender? ¿No aprende? ¿Aprende poquito, lo mínimo indispensable? ¿En qué se convierte la escuela? ¿Es una lucha constante entre un grupo de jóvenes que quisieran no salir del mundo lúdico infantil, donde la leche se cambia por la cerveza, porque eso te dicen que es ser hombre, y el calor maternal se reemplaza por el amor carnal, porque eso también te han dicho que es ser hombre; aunque no piensas que esos actos tienes responsabilidades, y que el ser hombre consiste, precisamente en ser responsables de sus actos.
Volvamos al principio, a la escuela se va a aprender a leer. Esta afirmación tiene muchas consecuencias. Si a la escuela se va a aprender a leer, entonces, en la escuela se debe de leer; sobre todo si son materias directamente relacionadas con ello. Si al chico no le gusta leer, no por ello el objetivo de la clase tiene que ceder la necedad de un joven que está ahí para que lo eduquen, no para ponerlo a jugar.
Mas, si somos comprensivos, entonces deberíamos de preguntarnos, ¿por qué al joven no le gusta leer? Una de las posibles causas es que no vea que se lea a su alrededor. Si en su casa no se lee, va a comprender muy temprano que eso no hace falta para la vida cotidiana. A las nuevas generaciones no se les engaña; por lo menos, eso suponen. Adivinan que un mundo lúdico se les esconde, el del disfrute, el que se desconecta de la vida cotidiana, en donde el juego se continúa y la búsqueda del placer es insaciable. La lectura trae conocimiento y éste responsabilidad. El mejor modo de conocer es leyendo; pero a más lecturas, más consciente me vuelvo sobre el mundo. (Ser culto es ser consciente de la vida y el sentido que debe de tener. El conocimiento de nada sirve sin una aplicación en la vida diaria) A más conciencia sobre el mundo tengo más responsabilidad.
El ser hombre se supone que es ser responsable porque se es más consciente porque se tienen más conocimientos. El permanecer niño es ser irresponsable, dejarse guiar por su egoísta bienestar, satisfaciendo el mundo de los sentidos.
Desgraciadamente, en el mundo que vivimos, predominan estos cuerpos de adultos que no han dejado de ser niños. Viviendo en el ludismo se creen hombres. Lo que importa es el juego, rodear el mundo de los sueños de una barrera infranqueable para no estar conectados con la realidad, porque si estuvieran conectados con la realidad sabrían que están destruyendo al mundo.
Algunas veces, la lectura no es bien dirigida y también sirve para alimentar los falsos escaparates cotidianos. La lectura chatarra en lugar de alimentar a la inteligencia y al conocimiento, alimenta a lo superfluo. A veces se me antoja que ése no me gusta leer puede traducirse, no me gusta ser consciente, no me gusta ser responsable, no me gusta batallar. Puede ser que la civilización haya perdido su batalla de encontrarle un sentido a la vida y no es que sea inútil leer para ser consciente sino es absurdo leer porque la conciencia no te sirve para resolver los problemas de la vida y mejor es soñar, huir, negar.
Hablamos de valores frente a una sociedad que va perdiendo valores. El valor te sirve para conseguir un fin. Para el delincuente es un valor amenazar para que un temeroso le haga su berrinche. El delincuente es este niño que no creció, que vive la fantasía de satisfacer a sus sentidos, que irresponsablemente afecta al mundo y que jamás será hombre; por lo menos hombre civilizado no lo será.
No se trata de gusto se trata de responsabilidad. El sistema educativo está para hacer gente responsable. De alguna forma hay que combinar.
jolhe@hotmail.com