Comenzamos la nueva centuria que a nosotros no habrá de tocarnos festejar. Lo importante de las centurias no son los festejos sino los valores que cultives; valores que provienen de la definición que le demos al hombre y a la sociedad, su sentido de la vida. Parece que en las épocas actuales esto está en chino; filosofar pierde su atractivo puesto que muchos piensan que son elucubraciones que quedan en el aire; sin embargo, al no dedicarnos a replantear nuestros sentidos existenciales, perderemos irremediablemente el rumbo de la vida y por lo tanto vagaremos en un océano sin caminos. Dicho con otras palabras; la conciencia será el juguete más inútil con el que contemos porque sólo será fuente de confusión.
Las sociedades, aunque usted no lo crea, tienen también sentidos de la vida. Podemos remitirnos a la idea ancestral de que existen los pueblos elegidos de Dios. Podemos aterrizar en nuestros días traduciendo esta idea a la existencia de pueblos que de alguna manera u otra quieren trascender, permanecer, ser un hito para los demás pueblos, marcar un camino posible para acceder a la felicidad y a la justicia social. Me adelanto a las críticas; para unos esto puede parecer iluso, para otros puede ser una pretensión de pueblos fuertes imponerse a pueblos chicos para esclavizarlos. Dejémonos de estas interpretaciones. En pocas palabras, hay pueblos que van más allá del simple hecho de existir; existen para algo; hay metas que deben de alcanzar.
El romanticismo miraba hacia el pasado para encontrarle a los pueblos su razón de ser. Los socialistas dividen al pueblo en dos clases en lucha y lo reducen a relaciones de trabajo, a relaciones económicas. La trascendencia religiosa ha dejado de convencer a muchos; las religiones se subdividen acoplándolas a necesidades mercadotécnicas, interpretando la verdad revelada tan libremente que proliferan las iglesias según gustos. Tiempos de confusión.
Estamos en medio de una época donde se predica que para ser hay que tener; y hay que tener porque lo más importante del hombre es olvidarse de la trascendencia para vivir un aquí y un ahora; una orgía perpetua donde lo humano se deposita en lo animal, (la droga y el alcohol, junto con el sexo subrayan nuestra animalidad). El joven demuestra ser hombre porque toma, porque fuma, porque se droga, o porque deja de ser quinto.
Por otro lado, la filosofía se ha pulverizado en los llamados libros de superación personal, donde la emotividad suple al sistema de la lógica inventada por Aristóteles, se produce una que otra lágrima pero el impacto a la vida cotidiana no deja de ser pasajero. El triunfo se define en el ser para tener, o en el ser un triunfador, entendiendo que el triunfo no permite segundos lugares.
Había un entrenador de fut que cuando su equipo perdía, se lo llevaba a los vestidores y en medio les ponía un balón y comenzaba a explicarles: esto es un balón de fut, es esférico...
Ésta es nuestra vida, social y personal. Nuestra familia, nuestros vecinos, nuestra colonia, nuestra ciudad. Ésta es la que heredamos de aquéllos que una vez soñaron que en el desierto podía florecer algo. Ésta es, la que se ha conectado con el mundo a partir de los ferrocarriles. Ésta es, la que soñó ser agrícola, la que se puso en la solapa una plantita de algodón, la que soñó que podía ser un centro comercial, la que soñó que podía industrializarse. Ésta es nuestra ciudad donde hace 50 años no había ninguna escuela universitaria y ahora proliferan las universidades. Ésta es nuestra ciudad, a donde han llegado familias de muy diversas razas humanas, nuestra ciudad cosmopolita donde lo mismo puedes disfrutar una paella, un shop swey, una hoja de parra. Ésta es nuestra ciudad, la que hicieron nuestros padres y la que habremos de heredarle a nuestros hijos. Ésta es la ciudad donde vivimos a diario, donde vamos al cine si hay cine, al teatro, si hay teatro, a espectáculos, si hay espectáculos, a museos, si hay museos, en donde nos surtimos de libros si hay librerías, donde nos enfrentamos al cuadro si hay galería, donde escuchamos la música que nos ofrecen los medios y vemos la televisión que se nos produce. Ésta es la ciudad que tenemos que humanizar (hacerla a la medida del hombre) según nuestros deseos, o según nos definamos como hombres. Éste es el punto de partida, no hay otro. Para eso existen las voces, la tuya y la mía; es la canción de cuna de una ciudad que se hace, o que hacemos, porque la ciudad no se hace sin nosotros. Ésta es una ciudad. Necesitamos llenar sus calles de sentido.
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