Desde 1960 los estudiosos de la comunicación masiva indagan sobre la relación entre la cultura y los medios masivos de comunicación. Por un lado los apocalípticos ven la negra realidad de lo que han sido los medios como simples comerciantes de lo que se ha dado en llamar la industria cultural donde lo único que importa son las ganancias no importando que el producto ofrecido sea chatarra, o la enajenación para introducir a las masas a un circuito de consumo conveniente para los sistemas capitalistas. Por el otro lado, los integrados intentaron ver las maravillas del asunto pensando que era posible acercar a las masas a manifestaciones culturales que antes eran exclusivas para un círculo cerrado de personas, haciendo más general un nivel de cultura superior.
Entre los apocalípticos se dan los aristocráticos quienes piensan que la irrupción de las masas a las manifestaciones culturales de alto nivel impactan grandemente en la calidad de las mismas. Algunas de estas perspectivas las encontramos en los escritos de Ortega y Gassette (La Rebelión de las Masas) o en películas como ?el nacimiento de una nación? de Griffit, donde la crítica se hace al acceso del negro a la vida democrática de los Estados Unidos.
Independientemente de la discusión que desde entonces se ha continuado, las tres visiones se anteponen a los usos y costumbres con los que diariamente tenemos que enfrentarnos como nación y el espectáculo que nos ofrecen aquéllos quienes dicen representarnos y defendernos, aceptando leyes como la llamada ?Ley Televisa? en donde en lugar de marcar los límites de la vil explotación comercial de nuestras ondas hertzianas, apoyan las políticas comerciales de los medios en contra de las necesidades culturales que sufre la nación.
En este estado de cosas, la visión apocalíptica se da en la realidad. Nos preparan para aceptar sin discusión el mundo maravilloso de la forma americana de vivir donde el consumo de comida chatarra te hace feliz y el hombre se encuentra realizado al tener un coche, una casa y una familia, que en el transcurso del tiempo puede convertirse en varias familias como símbolo de falta de compromiso con quienes compartes la vida o con quienes has traído al mundo.
Todo lo demás pasa a segundo grado. El llamado humanismo, el hombre como centro de la creación, ya no es importante, lo que importa es el hombre que consume. Y tal vez, como animal de segunda, habrá de conformarse con lo que la comercialización insensata de los medios le ofrezca: música chatarra, ritmo repetido al cansancio y poca imaginación en las letras. Ni siquiera voz se necesita para cantar, cualquier inútil se piensa hacer famoso grabando porquerías y lo peor es que los medios les hacen caso, los promocionan, los hacen famosos y el mundo de los famosos, esta especie de semidioses, es para llenar de nubes la imaginación de los hombres comunes y corrientes que no poseemos cerebro para más.
Cerebro para que nos hablen de personas de calidad; para escuchar los programas que hacían Ricardo Garibay e Ikram Antaky, los cuales fueron suprimidos por televisión Azteca, cerebro para tener interés en la vida de Fuentes, Paz, Rulfo, Arreola, Fernando del Paso, que nos hablen de Cortázar, Lezama Lima, Carpentier, Gunter Grass, o que se nos enseñe a apreciar a los grandes pintores, escultores, arquitectos, inventores, músicos.
Nuestro cerebro, frente a las nuevas tecnologías, se ve empequeñecido. Los medios masivos de comunicación con todo lo digitalizado que puedan estar, no han superado productos de hace cincuenta años. Ninguna película actual le llega a la estética de las imágenes de Sergei Einsenstein. Ningún programa de radio ha logrado imitar el impacto causado por la guerra de los mundos de Wells; y para colmo de males, las universidades de la actualidad no producen personas con el bagaje cultural que los viejos tenían con una buena primaria cursada, o secundaria, (por lo menos sabían del quijote).
Qué cómico se han de ver en nuestros días personajes como Pellicer o Vasconcelos llevando libros clásicos a las barriadas. Ya nadie piensa que el mexicano común y corriente tenga mentalidad para entender tales obras, o para apreciar la música clásica o mexicana que nuestras llamadas radios culturales pasan a altas horas de la noche, porque están dirigidos a públicos selectos, aunque desde hace años contamos con Camerata, y sabemos lo que es un ensamble, y contamos con una banda juvenil.
A pesar de que escritores regionales han sobresalido nacionalmente, a pesar de que nuestros grabadores han logrado una excelencia en su taller de El Chanate, a pesar de que nuestros actores poseen una alta calidad en sus producciones y que algunos han formado compañías que recorren la nación, a pesar de que han proliferado los músicos, sobre todo los músicos clásicos, los jazzistas, a pesar de que tenemos excelentes poetas, los pintores no se quedan atrás, etc., etc., etc., a pesar de tener este bagaje de creadores, pocos de ellos pueden vivir de lo que hacen.
Para mitigar un poco carencias, aunque no sea solución para personas con medios escasos que no puedan conectarse al Internet (para eso son las estaciones que mantiene el Estado o los institutos públicos, para que las gentes de escasos recursos puedan acceder a los beneficios culturales que la civilización genera. Por lo menos ése era el pensamiento de los integrados) doy referencia de una dirección WEB: www.presencias.net en esta página, en la columna de lado izquierdo marque radio. Lo llevará a donde puede acceder a diez estaciones de música clásica, y a otras con otros tipos musicales como jazz, música brasileña, cubana, etc.
En el Internet aún existe la posibilidad de acceder a este tipo de lugares. También hay posibilidad de ir a museos de todas partes del mundo, leer cuentos, entretenerse, cultivarse, educarse; mas insisto, para tener acceso hay que pagar una mensualidad de Internet. El que sigue estando desprotegido es el que no tiene más que la televisión aérea que ya ni el melodrama toma en serio.
Me extendí, lo siento. JOLHE.