El círculo de la libertad
Con los últimos acontecimientos que han pasado en Venezuela con Chávez, uno se pregunta cuál es la forma en que debiera de ser definida un sistema democrático que se apoya en la libertad. Al parecer, las lecciones del pasado parecen olvidarse. El Siglo XIX estuvo lleno de sistemas dictatoriales que atrasó el devenir de las naciones.
Si se trata de otras dictaduras, entonces, muchos no vacilarían en tacharlas de dañinas. Pero si es una que según esto va de acuerdo con el pensamiento de la izquierda, se convierte en benigna. Entonces, no es mala en sí la dictadura sino dependiendo de quien es el dictador es como ésta se puede clasificar.
Tal conclusión no me satisface. Una dictadura en sí es mala por el hecho de ser dictadura, por el hecho de que una sola manera de pensar se impone, reduciéndose las posibilidades de enmendar en caso de que no dé resultado. Cuanto tiempo tienen que sufrir los pueblos para cambiar de rumbo. En las naciones democráticas, los caminos existen, si el ciudadano sabe defender sus derechos.
Como todo, estos temas se prestan a la demagogia.
También es sabido que los sistemas democráticos se dejan manejar por intereses económicos y políticos y que muchas veces el bien común no es lo que producen los gobiernos. Hay infinidad de traiciones que se pueden hacer, cuando no se representa al pueblo que elige sino al poder que corrompe.
Aún así, es más fácil defenderse donde el sistema mismo te da la oportunidad, que en aquellos sistemas donde no hay posibilidad alguna legal de hacerlo.
A fin de cuentas lo gobernantes son nombres y como hombres tienen todas las deficiencias del mundo que usted y yo podríamos tener.
Que un hombre intente imponerse sobre todo los demás convirtiéndose en un ser semidivino que se encuentra más allá del bien y del mal o de las equivocaciones, es inconcebible en estos tiempos; sin embargo sucede. La historia da vueltas, los pueblos quedan en manos de pequeñas oligarquías; lo vivimos, el poder queda en la familia, como las antiguas coronas el mando se hereda de padre a hijos, entre hermanos, y se vuelve a los gobiernos absolutos del que tanto trabajo le costó al mundo y a la historia deshacerse.
Desgraciadamente parece que los hombres no aprenden y seguirán cometiendo los mismos errores dejándose envolver con miles de promesas y utopías que hasta ahora han sido irrealizables. Parece tentador el panorama que ofrece un todo que no ha existido en ninguna parte. Es muy fácil mover a la gente cuando no tienen nada o cuando se cree con derecho a todo.
La realidad es otra. Los países quedan en el atraso y la riqueza no se reparte, porque la riqueza tampoco se multiplica como se supone que debería de multiplicarse. Los sistemas sobreviven y la culpa siempre es de los otros, no surge por ninguna parte el paraíso terrenal.
Si los líderes se equivocan, se equivocaron. Los pueblos son los que sufren; individualmente no hay ninguna posibilidad de conseguir la salvación. Todo va a depender de la testarudez de una persona o un grupo de personas que ejerzan el poder. Si ellos no acceden a los cambios, estos jamás habrán de sucederse.
Las democracias por lo menos sirven para enmendar errores. En los sistemas totalitarios enmendar el error depende que el poder se de cuenta de su dimensión humana. A estas alturas, ciertas personas están envalentonadas, insistirán en lo que hasta el día de hoy no ha sido respuesta en ninguna parte.
La democracia por si sola no es la panacea. La democracia implica compromiso y responsabilidad, saber cuales son las reglas del juego que se juega. Algunos quieren suponer que democracia siempre es salirse con la mía; eso es lo que no es.
El futuro del mundo está en nuestras manos. Por lo menos en México puede seguir estando en nuestras manos. Para que esto siga siendo así es necesario el compromiso de vivir la libertad y en libertad. En un país donde se puedan discutir las ideas; por lo menos eso, discutir las ideas sin el peligro de perder la vida o la libertad.
