Réquiem por la Alianza
“La Alianza” desde siempre ha estado donde está; como en todos los pueblos tradicionales, hay un lugar donde mucha gente hace su mercado, a pesar de los centros comerciales. Un lugar donde se dan cita las verduras, las legumbres, las carnicerías y comercios de todo tipo para satisfacer las necesidades de una ciudadanía, sobre todo, de escasos recursos quienes aún les gusta regatear los precios.
Hasta hace poco, ese órgano de la ciudad tenía una arteria que era muy importante para crear afluencia de clientes: las rutas de los camiones que vienen de Gómez Palacio y Lerdo. Debido al congestionamiento que dicen era insoportable en esa arteria, desviaron esas rutas de camiones y ahora, si la calle parece estar más libre y más vacía y los negocios que a los lados se yerguen también.
¿Tendría que sorprendernos la genialidad de las decisiones tomadas por nuestros políticos? Tendríamos. No se puede analizar aisladamente esta decisión sino hay que observarla dentro de un viejo contexto que mantiene a nuestro primer cuadro de la ciudad en la inopia.
La calle Hidalgo se llenó de comercio informal bajo la anuencia de políticos y se acabó con aquellas tiendas que pagaban impuestos y contrataban personal. Ahora todo el centro es un muladar lleno de puestecitos que ni paga impuesto ni tampoco se pueden pavonear de que genere fuentes de trabajo, porque esas personas ni tienen Seguro Social ni sueldo sino que trabajan a destajo, ni hay un patrón que les responda.
Nuestra querida plaza tan defendida por todos, se convirtió en el gran mercado de la fritanga, (¿El dengue?) la piratería se extiende por todas las calles y los locales cerrados abundan. ¿Quién gana? Quienes manejan las plazas y sus compinches. ¿Eso genera impuestos?
Los ilustres planes de cerrar calles, con el éxito obtenido en las calles que se cerraron anteriormente, tan sólo van a quitar cajones de estacionamiento, porque tampoco lo del estacionamiento se ha resuelto. Los pocos negocios que aún subsisten tiemblan cada vez que escuchan hablar del pabellón hidalgo, o del centro histórico. (Se les dice así porque en otras ciudades le dicen de ese modo, pero en otras ciudades se preocupan por darle una dignidad al centro histórico y aquí parece que la consigna es destruirlo).
Vuelvo a la Alianza. Los ciudadanos ya estamos hartos de que se nos dificulte comer, y de que se nos dificulte de darles de comer a nuestra familia con un negocio honrado. Si se lleva años trabajando un lugar, de la noche a la mañana se nos arroja a la soledad a ver que el producto que se ha comprado para la temporada se nos quedará arrojando pérdidas. ¿Cuál es el plan? ¿Destruir la Alianza como se ha destruido el centro? ¿Cuál es el plan? ¿En lugar de crear fuentes de trabajo suprimirlos? ¿Cuál es el plan? ¿En lugar de mantener el comercio que crea empleos, paga impuestos y aporta a la seguridad social de sus empleados; proliferar el comercio informal que ni paga impuestos ni genera empleos ni aporta a la seguridad social y en cambio se vuelve fuente de explotación de gente que trabaja a destajo bajo el señuelo de que es el dueño de su propio negocio?
¿Cuál es el plan?
El pueblo no come demagogia, ni vanidad de políticos que se creen soñados. El pueblo come de su trabajo cotidiano de lo que construye día a día, de lo que tarda una vida en permanecer a pesar de todos los vaivenes económicos. Ningún cuerpo humano soporta que le corten el flujo de sangre que le da de comer.
Los políticos no aprenden; al bulevar Revolución le quitaron los estacionamientos hacia el oriente y acabaron con el comercio que ahí se establecía. Ahora les toca acabar con la Alianza, como acabaron con la Hidalgo y con la Juárez.
¿Se trata de acabar con la ciudad?
¡Queremos comer! ¡Queremos fuentes de trabajo! La democracia consiste en el gobierno de todos los ciudadanos; la oligarquía es el gobierno de unos cuantos (en este caso torpes) nuestro país es un pueblo democrático donde todas las voces tienen que escucharse. (No nada más la de los oportunistas).
La Alianza, el centro de la ciudad, el comercio establecido, generación de empleos, de impuestos, seguridad social, todo eso lo tenemos que defender. Tenemos derecho a una existencia digna.
Esperemos que éste no sea el principio del fin de la Alianza, que también es cultura.