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Era Kirchner, ¿segunda parte?

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EL UNIVERSAL

BUENOS AIRES, ARGENTINA.- Nada hace temer lo imprevisible. Que la Era Kirchner no se prolongue por otros cuatro años después de la primera vuelta de los comicios del domingo -que, a juzgar por las encuestas, aparecen como un mero trámite electoral-, no figura en los planes de nadie. Salvo que los sondeos se encuentren tan adulterados como las estadísticas inflacionarias o de pobreza que elabora el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), Cristina Kirchner se dará finalmente el gusto. Se convertirá en la primera mujer presidente en la historia argentina. Y eso no sólo gracias a la acción del Gobierno de su esposo sino también a la inacción de una Oposición que colaboró sobremanera en su “no campaña” proselitista.

Una “no campaña” (nada de actos ni de acusaciones fundamentadas, pocas recorridas proselitistas y ausencia absoluta de debates, sin olvidar la tan escasa publicidad en los medios como interés de la ciudadanía), la actual parece transmitir el mensaje más efectivo que más que diez campañas proselitistas juntas, hasta cumplir acabadamente la estrategia gubernamental: “nada impedirá nuestra permanencia en el poder”.

Será una elección que si bien puede no deparar sorpresas, abrirá variadas y grandes incógnitas en torno a lo que pueda resultar de la eventual primera experiencia de gestión femenina en el poder, a partir del 10 de diciembre. Y eso teniendo en cuenta que la rival inmediata de la primera dama es otra mujer, la centroizquierdista Elisa Carrió.

Una de las pocas ideas que la senadora Kirchner dejó caer en la etapa proselitista es la necesidad de construir “un nuevo modelo de acumulación” para luego abrir una etapa de distribución económica. Si se lo analiza lingüísticamente eso se parece mucho más a la muy neoliberal teoría del derrame que a “esa nueva política” que durante cuatro años Kirchner & Kirchner, esa sociedad conyugal que comparte el poder como un bien ganancial, dijo representar. Pero Cristina, al igual que su esposo y posible antecesor, habla de política hasta cuando quiere incursionar en economía. Eso por la sencilla razón que el kirchnerismo, al igual que el chavismo en Venezuela, el uribismo en Colombia y más recientemente, el aluvión de Rafael Correa en Ecuador, lo único que saben acumular, por ahora, es poder político. Y es justamente eso lo que el oficialismo buscará ratificar: su fervorosa habilidad para acumular poder.

Lo hará siempre de una manera mucho más Sui Géneris, que la actualmente en boga en buena parte de la región a través del “manual chavista de perpetuación en el poder”. Será algo más próximo, aunque con matices constitucionales, al estilo de los Clinton. “Anterior a Hillary”, según la candidata en aquella recordada (por única) entrevista en toda Latinoamérica a Carmen Aristegui.

No en vano lo que en ellos prima es el peronismo, esa escuela inacabada de pragmatismo político que sigue impregnando a dirigentes de toda Sudamérica, incluso al propio Chávez.

Y es justamente a ese pragmatismo al que los Kirchner apelaron en estos cuatro años para consolidarse en el poder después de llegar al mismo debilitados por aquel menguado 22 por ciento de votos en las elecciones de 2003. Corrieron su discurso unos centímetros a la izquierda, blasfemaron día tras día de su confeso neoliberalismo en los 90 y contra el menemismo del que habían adjurado tiempo antes, flirtearon con el progresismo mediante algunas medidas reparadoras en materia de derechos humanos, se montaron con su tabla de recursos políticos sobre la ola económica internacional que empujó el crecimiento de los países de la región en los últimos cinco años, con la habilidad de “surfistas” connotados y aprovecharon el viento favorable de las “comodities”, que incluso escondió la desconfianza del capital externo en el país.

Creció la macroeconomía, pero no mejoró la distribución del ingreso. Los índices de pobreza descendieron acorde a como el INDEC los viene dibujando. También se escapó la inflación, consumiendo así las ventajas de un tipo de cambio favorable al sector exportador.

Y entonces la pregunta: ¿Cuál es el mérito de los Kirchner para tener grandes chances de ser refrendados en el poder?

Reconstruyeron eficientemente la figura presidencial, diezmada por la crisis de 2001 y supieron instaurar la ilusión de que la bonanza económica no tendrá fin. Al electorado no le importó hasta ahora que eso fuese a costas de disparar el gasto público del 23.5 en 2002 al 32.1 en el presente año. Tampoco le importa que fuese el mismo presidente Kirchner quien había arrancado su gestión reemplazando a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, hasta hacerlo más independiente, el que se quedó a mitad de camino en la necesaria tarea de fortalecer las instituciones. Terminó convirtiéndose en el mandatario que más decretos Ley firmó, con un Congreso que acató siempre las órdenes del Ejecutivo y el que construyó una mayoría propia en el neurálgico Consejo de la Magistratura. El resto es obra de la inacción de una Oposición que no termina de encontrar el rumbo.

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