Los lazos que unen a los hermanos son tan fuertes, que ni la distancia, ni la rivalidad podrán separarlos, y aunque sea espiritualmente siempre estarán unidos.
Las relaciones que se generan entre los hermanos son muy complejas, y es una de las uniones más fuertes, la cercanía o el distanciamiento que se establezca, va a marcar el desarrollo de nuestra vida.
Aunque a menudo suelen pasar por momentos difíciles, las relaciones entre hermanos se cuentan entre las más profundas y gratificantes de la vida.
Según Rafael Adame, sicoterapeuta de adolescentes del Instituto de Investigación en sicología clínica y social, es una de las relaciones más duraderas y constantes. Duran más que la mayoría de las amistades y van más allá de la muerte de los padres y de la formación de parejas.
Al respecto, Andrés Ayala, de 25 años, habitante de la ciudad de México, nos expresa su opinión: "Sólo podría decir que mi hermana y yo somos cómplices, somos héroe y heroína. Aunque tenemos nuestro genio y en ocasiones chocamos, siempre queda entre los dos un enorme cariño. Nunca permanecemos peleados de un día para otro, porque simplemente no podemos dormir".
Aun así, las peleas con los hermanos son tan frecuentes y comunes que suelen causar profundas heridas que duran el resto de la vida.
Es así como vemos familias fragmentadas en la que los hermanos no pueden estar en una misma reunión familiar y en casos extremos, no soportan escuchar hablar el uno del otro.
Esa rivalidad se explica por varios factores, entre ellos, la incompatibilidad de caracteres, los problemas familiares en los que cada cual asume una posición y los celos cuando los padres manifiestan su preferencia por alguno de los hijos.
Adame señala que "no siempre los padres se ocupan de un adecuado manejo de los celos entre hermanos y resulta vital hacerlo, pues de la forma como se enfrente esa situación dependerá la fraternidad que se establezca entre aquellos".
Ya de por sí, sobran los motivos para un enfrentamiento entre hermanos. Además de la incompatibilidad de caracteres, la forma de ver la vida y de comportarse y, en otros planos, alguna herencia o asuntos de tipo económico y la distribución de tareas cuando hay que atender a padres enfermos, por ejemplo.
Las malas relaciones fraternales acaban, en la mayoría de los casos, convirtiéndose en una carga para nuestras vidas.
En un caso así, el especialista Rafael Adame afirma que lo primero que se debe hacer es reflexionar sobre el motivo de nuestro enojo contra un hermano, responsabilizándonos de nuestra actitud y comportamiento.
Esto implica hablar con él hasta aclarar muy bien las causas de las diferencias, y llegar a un acuerdo en el que, por fortuna, al final suele pesar "el llamado de la sangre"