Especialistas en Ecología confrontan sus posiciones continuamente en torno a si la humanidad, por su agresiva y permanente conducta versus la Naturaleza, enfrenta ya una crisis ecológica, la que de agravarse pondría a la especie en la categoría de amenazada, según los “catastrofistas” por llamarlos de alguna manera. Los “optimistas” argumentan que la Tierra todavía da generosamente para más, que las predicciones de la crisis ecológica carecen de bases científicas sólidas y que el talento humano y la tecnología alcanzada, más la que se desarrolle en adelante, posibilitarán la explotación racional de recursos actuales y aquéllos por descubrir.
El futuro es impredecible para cualquiera. Creo que ambas posturas convergen en este sentido y también en que, por ahora -no mencionan por cuánto tiempo- los factores que deterioran o arrasan la vida continuarán, si pueden prevenirse o sustituirse por otros de signo contrario y cuáles serán éstos.
En un país como el nuestro, segundo lugar mundial en corrupción, de los últimos en educación y con calificación de tres sobre diez en transparencia, no le queda al ciudadano común más que jugar con los datos a su alcance: 600 mil hectáreas de bosque perdidas anualmente, desinterés en el estudio de cuencas, sobreexplotación de los acuíferos, por tanto, mal manejo del agua; incumplimiento de las leyes a todos niveles, impunidad rayana en lo increíble; pobreza, extrema o no, en altísimos porcentajes de población frente a enormes e inexplicables capitales aparecidos de la noche a la mañana; despoblación y abandono de tierras agrícolas productivas, emigración forzosa a las ciudades o al extranjero con ruptura familiar; inestabilidad social y económica; agresividad y delincuencia en aumento; desertificación veloz y más extensa de zonas áridas (casi la mitad del territorio); científica, tecnológica y socialmente subdesarrollado, etcétera, no permite ver el horizonte tan halagüeño y confiado como es observado por la segunda posición, obviamente surgida en el contexto primer mundista.
En 1950 la población mundial era de 2 mil 500 millones de personas, hoy suma 6 mil 400 millones. Se estima que para el año 2010 más del 50 por ciento de la población mundial habitará centros urbanos.
En las regiones menos desarrolladas hay mayor incremento poblacional y mayor crecimiento de las áreas urbanas. Como éstas se iniciaron por doquier en donde había agua en abundancia, la gente piensa que también, aunque insustituible, es inagotable; lo que es falso. Falso también, en la mayoría de los casos es que el emigrante encuentre satisfecha su esperanza de adquirir un mejor medio de vida.
Al faltar medios de subsistencia y servicios, mucha gente opta por invadir predios, de otros pobres más que de ricos; por mercadear en las calles productos “baratos” de dudosa importación legal; por “piratear” todo lo “pirateable” etcétera; situaciones cuyo desarrollo magno hacen pensar que tienen el apoyo y complicidad oficial. Todo lo citado hace difícil o imposible la gobernabilidad: “¿Cómo obligar a la gente a quedarse desposeída?, ¡Que hagan lo que puedan!”.
Por otra parte está el descontento de los agraviados por tales conductas. Desposeídos y desposeedores, cuentan a la hora de las campañas políticas, de las votaciones y de las ganancias: unos cotizan para que se les permita lo prohibido y otros –a menudo hasta los grandes capitales- para asegurar justa o injustamente su funcionamiento.
Los cambios fundamentales que están afectando planetariamente –entre ellos el agua, no son sólo debidos al hombre. También los hay naturales o relacionados entrambos agentes. Los cambios climáticos no se dan de una día para otro; para que el hombre los note deben tener tal grado de avance que escandalice; sequías, tormentas, inundaciones, tsunamis, tornados, huracanes, deshielos, etcétera. Estos cambios afectan el estado de cosas que aseguran la vida actual, cuyos ciclos se alteran en tiempos y espacios diferentes. Ante estos cambios el hombre no tiene muchas defensas; no puede más que estimar cuándo comenzaron, ignorando su duración, término y consecuencias.
Lo más impactante e impositivo de los cambios drásticos es la readaptación que exigen a los organismos vivos. Algunos se extinguen, otros sobreviven con cambios impensables en su identidad original; mutaciones que toman por lo general largo tiempo.
Se proclama por doquier el deseo de cambio, la humanización del hombre, la infalibilidad de la democracia… ¿Cómo se pueden lograr si el sistema sigue siendo el mismo?, ¿si favorece a unos pocos que medran de los bienes comunes y de las mayorías?, ¿si a éstas se les enseña a reconocer letras y palabras, pero no los conceptos que encierran?, ¿si al ciudadano común no se le respeta sus derechos, aunque a veces sea tenaz o muera exigiéndolos?
¡Ay, conciudadano!, si realmente queremos un mundo mejor, hay que pelear por lograrlo hasta donde nuestra fuerza lo permita. La semilla que hoy sembremos, su florecer, aunque no lo veamos nosotros, alegrará la existencia de quienes nos sucedan.