“La idea es morir joven… tan tarde como sea posible”.
Ashley Montagu
El senador perredista Lázaro Mazón, secretario de la comisión de salud del Senado, ha presentado una iniciativa que busca legalizar la “eutanasia pasiva”. La propuesta debe empezar a ser discutida esta semana en comisiones del Senado y, si no se entiende bien, puede generar el mismo tipo de controversia que ha rodeado a la iniciativa para despenalizar el aborto en el Distrito Federal.
Sería una lástima, sin embargo, que una polarización así de la sociedad mexicana impidiera la legalización de la eutanasia pasiva, porque ésta debería ser una medida que generara un consenso mucho mayor que el del aborto.
El senador Mazón es un médico muy consciente del debate ético sobre la eutanasia. Por eso su propuesta ha sido deliberadamente moderada. No ha promovido una legalización de la llamada “eutanasia activa”, la cual implica fundamentalmente matar -usualmente con fármacos y a petición del paciente o de su familia- a una persona que se encuentra en la fase terminal de una enfermedad. Su propuesta se limita a la eutanasia pasiva, que quiere decir simplemente dejar de administrar tratamientos que sólo sirven para prolongar la agonía de un enfermo que no tiene salvación.
Es significativo que el senador Ernesto Saro, del PAN, ha señalado ya públicamente que apoya la iniciativa del senador Mazón. Incluso ha señalado que la propuesta no pretende realmente una “eutanasia”, en el sentido de provocar una “muerte buena”, que es el sentido etimológico del término, sino simplemente buscar que “no se extienda extraordinariamente la vida de un paciente”.
El ejemplo más característico de la eutanasia pasiva es el retiro de un respirador u otro equipo que mantenga artificialmente la vida de un paciente que ya no tiene posibilidades de cura y que se encuentra en los días o las semanas finales de su vida. Apagar un equipo que mantiene la vida de manera artificial es éticamente muy distinto a inyectar una solución intravenosa que provoque la muerte de un paciente. Por eso la eutanasia pasiva les resulta aceptable a muchos católicos y no sólo al senador Saro.
Debo reconocer que yo me inclino por una legislación que vaya más allá que esta propuesta en materia de eutanasia. Estoy convencido de que hay casos en que la eutanasia activa no sólo es pertinente sino incluso obligatoria desde un punto de vista moral. Pero entiendo las dificultades de aprobar en estos momentos una legislación que permita la eutanasia activa. El agravio para los católicos sería enorme. Un intento por legalizar la eutanasia activa despertaría un debate que dividiría a nuestro país tanto o más que el que estamos presenciando en materia de aborto.
No veo razón, sin embargo, por la que justificadamente se pueda tratar de detener la iniciativa del senador Mazón para legalizar la eutanasia pasiva. Si bien uno puede argumentar que Dios es el dador de la vida y de la muerte, y que por lo tanto no debe corresponder a un ser humano tomar la decisión de detener la vida o adelantar la muerte, no puede decirse que haya una obligación moral de mantener una vida de manera artificial a través de ingenios de la tecnología contemporánea. Dios no inventó los respiradores para preservar la vida cuando ésta naturalmente acabaría.
Hay un momento en que la medicina contemporánea, la cual ha avanzado de manera espectacular en los últimos años, deja de respetar los deseos legítimos de pacientes y familiares y se convierte un juego perverso, en el que se mantiene viva a una persona a un costo muy elevado en sufrimiento y dinero -lo cual es un incentivo para algunos médicos y hospitales- a pesar de que no haya esperanzas de curación. Eliminar ese tipo de juego con la vida es lo que pretende la legalización de la eutanasia pasiva.
El senador Mazón ha preparado una iniciativa muy cuidadosa que sólo va hasta donde puede llegar un consenso razonable de la población mexicana. Esto parece excluir de momento la eutanasia activa, pero no la pasiva. Ojalá que la clase política entienda la relevancia de este esfuerzo conciliador y apruebe la iniciativa del perredista.
Me doy cuenta de que son muy pocos los mexicanos que en un momento dado se encuentran en el extremo de necesitar una acción de eutanasia, pasiva o activa. Por eso quizá los políticos, siempre tan conscientes del rendimiento electoral de sus acciones, no sienten que éste es un tema realmente importante. No hay muchos votos que conseguir con este esfuerzo.
Pero si la parte ética, o la simple misericordia humana, no convencen a los políticos, quizá el simple hecho de saber que tarde o temprano todos vamos a morir, lo cual nos llevará a ser víctimas potenciales de la tortura de la tecnología médica, termine por persuadirlos. Y al final así se garantizaría nuestro derecho de no ser mantenidos artificialmente vivos cuando ya no hay esperanzas de curación.
VIOLENCIA
En Estados Unidos la violencia ha llegado a niveles insospechados. La irracional matanza de ayer en el Tecnológico de Virginia, que costó la vida a 32 personas, así lo demuestra. Pero no cerremos los ojos ante lo que está sucediendo en México. Tan sólo ayer, se encontraron los cuerpos de más de 20 personas ejecutadas en distintos puntos de nuestro país. En este año ya no estamos acercando a las 700 ejecuciones en total. Todo parece indicar que cerraremos 2007 con una marca sin precedentes. Son violencias distintas, es verdad, pero las dos requieren de una mayor atención por parte de la sociedad.