Preocupan a las autoridades religiosas las estadísticas de accidentes y las muertes a causa del alcoholismo.
EL ORO, DGO.- Son graves y preocupantes las estadísticas de muertes a causa del exceso de bebidas embriagantes en los niños y adolescentes por la indolencia de los padres, quienes les permiten conducir vehículos y proporcionan dinero sin asumir su responsabilidad, afirmó Faustino Villa Cárdenas, párroco de Nuestra Señora de la Merced.
Es común ver en las esquinas a los menores ingiriendo bebidas etílicas como si fuera la gran cosa, una gracia, pero la responsabilidad es de los padres por tanta tolerancia a este problema que puede traer consecuencias irreversibles, tanto físicas como morales y espirituales.
El guía espiritual de los católicos de Santa María del Oro señaló que el alcohol es una droga permitida a mayores de edad, pero no menos cierto es la irresponsabilidad de quienes venden a los menores de edad y de los padres de familia que lo permiten y muchas veces son el principal ejemplo de aumentar esa adicción desde los hogares.
Incluso, hay personas que ven con naturalidad a sus hijos embriagarse, no miden la magnitud del problema, aun cuando se registran accidentes con saldos fatales, pérdidas de vidas, donde los principales causantes son los menores de edad y sujetos que combinan el volante con el alcohol.
Hay muchos hogares de luto en esta región norteña por el exceso en el consumo de bebidas espirituosas; incluso, las cifras de la Secretaría de Salud se quedan cortas ante la cruda realidad del daño causado, pues la mayoría de los afectados ocultan estar enfermos de alcoholismo y, por ende, no buscan ayuda.
En las calles, plazas y jardines se observan jóvenes y niños consumiendo bebidas alcohólicas, son cantinas ambulantes, se exhiben para tratar de demostrar lo que no son, pero lo peor viene después con la violencia, heridos y muertos; en eso termina la escena de una vida en desorden, sin autoridad.
Afirma el padre Faustino que en cada misa exhorta a los fieles a asumir su responsabilidad y extremar el cuidado de sus hijos, para evitarles daños de los que luego se pueden arrepentir toda la vida.
