El Papa Benedicto XVI exigió en la primera exhortación apostólica post-sinodal de su Pontificado publicada ayer por El Vaticano, que los políticos católicos legislen siempre a favor de la vida y la familia.
El texto de la “Sacramentum Caritatis” (Sacramento de la caridad) señaló que los parlamentarios deben demostrar congruencia política y legislar también a favor de los valores fundamentales.
“El culto nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en las relaciones sociales sino que exige el testimonio público de la propia fe”, precisó.
Indicó que esto tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural.
También sobre la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas.
De acuerdo con el máximo líder católico estos valores no son negociables.
“Los políticos y legisladores católicos, añadió, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana”.
“Sacramentum Caritatis” se trata del primer texto de este tipo publicado bajo el Ministerio apostólico de Joseph Ratzinger luego de la única encíclica del Pontífice, “Deus caritas est” (Dios es amor) dada a conocer en enero de 2006.
Si bien el tema central de la exhortación apostólica es el sacramento de la eucaristía, la celebración de la misa y la vivencia del rito más importante de la religión católica; en ella el Papa dirigió recomendaciones en el campo social, político y de moral religiosa.
UNIÓN HOMBRE-MUJER
Sobre la familia el Papa subrayó la importancia del matrimonio fundado sobre la unión de un hombre y una mujer, ponderando que “la Iglesia manifiesta su cercanía espiritual particular a todos los que han fundado sus familias en el sacramento matrimonial”.
Destacó la “indisolubilidad” del lazo adquirido al casarse, pero aclaró que está “justificada la atención pastoral a las situaciones dolorosas en que se encuentran bastantes fieles que, tras de haber celebrado el sacramento se divorciaron y contrajeron nuevas nupcias”.
“Se trata de un problema pastoral difícil y complejo, una verdadera plaga en el contexto social actual que afecta de manera creciente, incluso a los ambientes católicos”, consideró.
Sobre la posibilidad de admitir que los separados puedan acceder a la comunión estableció que “el Sínodo de los Obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo”.
“Los divorciados, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia que los sigue con especial atención con el deseo que, dentro de lo posible, cultiven un estilo de vida cristiano mediante la participación en la misa, aunque sin comulgar”, indicó.
CELIBATO SACERDOTAL
La moral de los religiosos también fue abordada en el texto que confirmó la doctrina católica con respecto al celibato sacerdotal al cual consideró como una “riqueza inestimable”.
Esta opción del sacerdote es una expresión peculiar de la entrega que lo conforma con Cristo, por ello no basta con comprender el celibato sacerdotal en términos meramente funcionales porque se trata de una especial conformación con el estilo de vida de Cristo, dijo.
“Junto a la gran tradición eclesial reafirmo la belleza y la importancia de una vida sacerdotal vivida en el celibato, como signo de dedicación total y exclusiva a Cristo, a la Iglesia y al Reino de Dios y confirmo su carácter obligatorio para la tradición latina”, añadió.
“El celibato sacerdotal, vivido con madurez, alegría y dedicación, es una grandísima bendición para la Iglesia y para la sociedad misma”, sentenció.
