El pastor de una iglesia del Caribe colombiano pidió que si moría no lo sepultaran porque esperaba resucitar milagrosamente.
Su familia cumplió esa voluntad por tres días, hasta que los vecinos denunciaron el hedor que emanaban de su vivienda, informó un familiar.
José Rafael Gómez Espinosa le comunicó el jueves en la noche que “le había entrado como una bola en el pecho, como un espíritu de ánima. Entonces nosotros oramos y oramos y se normalizó, ya no tenía dolor ni nada”, relató su esposa Luz Estela Pulido.
Pero alrededor de la media noche “empezó a entrecortarse su respiración, a la una de la mañana del viernes nosotros seguíamos orando... y peleando con el diablo porque sabíamos que era un espíritu de brujería, enfermedad, pobreza y ruina” el que lo acosaba, añadió la mujer.
Finalmente, a la una de la madrugada “vimos cuando salió su espíritu. Murió”, dijo Pulido.
Gómez Espinoza era el pastor de la iglesia evangélica Buenas Nuevas de Sión en la caribeña ciudad de Cartagena, a unos 650 kilómetros al norte de Bogotá.
A pesar de registrarse el deceso, los familiares no lo reportaron a ninguna autoridad ni iniciaron trámites para sepultarlo sino que lo dejaron en una habitación esperando que se consumara “una promesa” de resurrección que Jesús le había hecho.
La Fiscalía fue llamada por vecinos que reportaron la pestilencia desde la residencia del predicador fallecido y se llevó el cuerpo para practicarle una autopsia que estableciera la causa de su muerte.
La resurrección “fue una promesa que el Señor le hizo a él, le hizo un llamado que le sirviera y le hiciera una obra”, dijo la esposa que les había confesado antes Gómez, quien también les pidió que si “algún día se presentara que tenía que ir a la clínica, absolutamente no lo fueran a llevar” porque Jesús también le había dicho que lo sanaría.
