(Vigésima séptima parte)
La tercera fuente que alimenta el mecanismo de la mente son los cinco sentidos. El tacto, el gusto, el olfato, el oído, la vista; dignos de confianza sólo mediante una estricta autodisciplina.
Ahora trataremos de explicar otra situación que sucedió en nuestra vida, desde que ya empezamos a comprender ciertas cosas y que por venir de quien vinieron tampoco les pusimos dudas, sino que las aceptamos y éstas se convirtieron en parte de nuestro condicionamiento mental.
Ahora el niño ya empieza a gatear o caminar y todo lo que oye es: ?No pises el suelo con los pies descalzos porque te vas a resfriar?, ?No pises el suelo con los pies calientes porque te salen fuegos?, ?No salgas a la calle con la cabeza mojada porque te vas a enfermar?, ?Abrígate bien el pecho porque te puede dar pulmonía?, ?Te vas a caer?, ?Te van a atropellar?, ?Te vas a cortar con esas tijeras?, ?No juegues con tierra porque te salen granos?, ?No tomes café en la noche porque no duermes?, ?No cenes mucho porque te enfermas del estómago?, etc., etc., y ¿cuántas cosas más nos dicen cuando estamos en esa edad?
Para los niños ésas son verdades, pues si su padre o su madre se lo dicen, él no les puede poner duda, deben ser ciertas y de esa manera su mente se condiciona, ¿y cuántos de nosotros ahora estamos atorados en nuestro crecimiento, tanto económico, como social, cultural y espiritual, porque aún siguen resonando en nuestros oídos aquellas terribles sentencias?
Me comentaba un alumno que se convirtió en un gran amigo, que un dicho muy común de su madre era: ?No hijo, nosotros no podemos, ellos sí porque son ricos....?, ?No hijo, nosotros no podemos....? y esa frase le martillaba constantemente en su cerebro, cuando algo importante se proponía realizar, por alguna razón siempre sucedían situaciones difíciles de salvar, viene el fracaso y con él la orden de nueva cuenta... ?Nosotros no podemos...?.
Otro alumno que fue el último de una familia numerosa, nació cuando los padres se separaron definitivamente y todo lo que oía a su lado era una frase terrible: ?Pobre de mi hijo, ¿Qué ira a ser de él??, ?¡Cómo ira a sufrir!?, ?Nunca tendrá el apoyo?, ?Pobre..., pobre...? Y ahora que ya es una persona de edad, ha luchado, ha buscado la fortuna, se ha embarcado en diferentes asuntos de negocios, pero por alguna razón siempre fracasa, siempre sale derrotado, siempre le falta el apoyo, porque aún siguen resonando en su subconsciente aquellas terribles palabras... Pobrecito de mi hijo...
Por eso aquella frase que tanto hemos insistido: ser consciente de lo que estamos diciendo, haciendo, oyendo, pensando, sintiendo, porque una vez que uno es consciente (que sabe a ciencia cierta) el efecto se termina, porque ahora conscientemente tomamos nuestras decisiones.
Sin embargo, esto no es fácil, pues si toda la vida hemos sido manejados por sentencias, por órdenes negativas, cambiarlas de una forma radical lleva tiempo.
Un ejercicio que usted puede hacer es el siguiente: consiga un cuaderno y en cada hoja vaya anotando aquellos recuerdos que le vengan a la memoria donde haya una frase auto limitante, describa la escena con lujo de detalles, no importa que se escriba varias hojas, ponga la fecha en que le llegó ese recuerdo, léalo varias veces, tal vez en una de esas lecturas usted sienta cierto coraje, en ese momento perdone aquella situación y a las personas que estén involucradas, que lo hayan limitado, pues lo más probable es que esas personas no supieron lo que hicieron.
Así que al estar leyendo nuevamente aquel suceso que usted escribió, tal vez le vengan nuevos recuerdos, le voy a pedir que no los pase por alto, también escríbalos, aun cuando parezcan insignificantes.
Tal vez este ejemplo le aclare un poco lo anterior: comentaba un alumno que sus hijos lo criticaban mucho por la forma en que se peinaba, pues le gustaba hacerlo cuando tenía el pelo húmedo para que éste quedara bien relamido y luego se ponía el fijador, de tal manera que el pelo le quedaba como una plasta.
Un día que se encontraban en la playa descansando, dejó de ponerse el fijador y el pelo le quedó muy natural, un poco más esponjado, que se hizo que se viera muy diferente de cómo normalmente se peinaba. Comentándole que por qué no se peinaba siempre de esa manera, y le vino el siguiente recuerdo: cuando estaba él pequeño, tenía el pelo muy rebelde, se le paraba como si fueran alambres y su mamá para que se le ?asentara? le ponía un bonete de media, así dormía y desde luego así también lo traía la mayor parte del día, además le ponía jugo de limón, para que el pelo se le ?fijara?, lo que tal vez lo acostumbró, de tal manera se siente muy mal si el pelo se le levanta con el viento, pues ?necesita? que esté fijo como se lo ordenaban cuando estaba chico.
También es muy común que el niño escuche siempre la orden de su mamá que le dice: ?Ten cuidado no te vayas a caer?, y lo que sucede es que el niño se ACCIDENTA, y la mamá lo recrimina diciéndole: ?Te dije que tuvieras cuidado muchacho tonto?.
Lo que la madre no comprende, es que cuando le dice al niño ?ten cuidado? lo que la mente del niño entiende es: -Soy un descuidado-. Y entonces lo obliga a actuar como tal.
Porque si no fuera descuidado, no tendrían que hacerle esa recomendación. ¿Comprendemos, porque debemos estar muy alerta a todo lo que oímos? En el libro Hacia Una Mayor Felicidad de Champion K. Teutsch, viene el caso de un pueblo llamado MITLA de seis mil habitantes, situado en la Sierra Madre al Sur de México, donde no hay policía, pues no hay cárcel, sólo un cuarto que a veces usan los borrachitos que no pueden caminar hasta su casa y sólo lo usan para dormir hasta que se les pasa la borrachera, pues en ese pueblo no ha habido ningún crimen, ningún robo, en los últimos cien años. Los niños nacen, crecen y mueren sin haber visto jamás un policía. Continuará...
Esperamos seguir contando con su atención en ésta su columna y agradecemos los comentarios recibidos sobre estos temas tan interesantes y de las muchas personas que han compartido sus casos con nosotros. Los esperamos en nuestra dirección electrónica que ponemos a sus órdenes con Germán de la Cruz Carrizales:
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?QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR?.