(Decimonovena parte)
Cuando esta buena señora hizo conciente aquel terrible mensaje que estaba anidado en lo más profundo de su ser, lo pudo comprender y decidió volver a ser ella, tuvo un cambio tan sorprendente, que no se podía creer.
Un día fuimos a cenar a un restaurante y vi al amigo del relato anterior en otra mesa, acompañado de una mujer despampanante y le dije en voz baja a mi esposa: -¿Con quién andará aquél, ya se divorciaría de su esposa?. Pero mi sorpresa fue grande cuando ellos se levantaron de su lugar y se encaminaron hacia nuestra mesa y fue entonces que reconocí a la señora. Se veía mucho más joven, el peinado había cambiado, la ropa era ahora más alegre, más fresca, sus formas de mujer saltaban a la vista por el vestido tan ajustado y el escote que traía esa noche.
Es decir, que esas comparaciones que hacemos pueden en un momento dado cambiar nuestra personalidad, nuestra vida y nuestra felicidad. Lo mas dramático es que no tan sólo hacemos comparaciones con personas, sino que a veces las hacemos con animales.
Por lo lento que eres, pareces tortuga. Eres venenosa como una víbora de cascabel. Hablas como si fueras guacamaya. Tienes memoria de cuervo. Eres escurridizo como una anguila. Es un zorro por lo ventajoso. Eres ciego como un topo, etc.
Y lo que no sabemos es que en un momento dado, nuestro comportamiento ante nuestros parientes, conocidos y la sociedad empieza a deteriorarse, empezamos a sufrir las consecuencias, hacemos firmes promesas de cambiar, pero inexplicablemente volvemos a cometer el error una y otra vez.
Así que ahora trate de hacer conciencia, de ver su situación y llegar a la o las comparaciones que han hecho de usted. Recuerde que eso es sólo una idea, que no tiene por qué ser realidad, no existe ninguna razón para dejar que nos siga manejando.
Recuerda cuando hacíamos el comentario de que comprendiera que “somos el numero uno”, es decir, que no tenemos que parecernos a nadie, que nadie debe manejar nuestra vida, pero desgraciadamente como todo esto está guardado en nuestro subconsciente, aun cuando nosotros queremos actuar o sentir de otra manera, ese “algo” nos obliga.
Recuerde que sólo tenemos esta vida, que ésta es nuestra única oportunidad, que no va a nacer otro tiempo, que si no lo aprovechamos hoy, ya nunca más podremos hacerlo, sólo que la vida debemos vivirla por nosotros mismos y por nadie más. Creo que esto es más difícil de lo que parece.
Quizás usted recuerde aquella película llamada La Otra Vida de Audrey Rose, ¿recuerda el argumento?, ahí tratan de hacer ver a la gente cómo en un momento dado, empezamos a vivir la vida de “alguien” a quien ni siquiera tuvimos la oportunidad de conocer personalmente, pero que a través de diferentes circunstancias, ese “alguien” se posesiona de nuestra vida y nos maneja como un títere o robot.
“Porque no te pareces a… (tu hermano, tu primo, etc., etc.” Esta es otra de las grabaciones que también nos ha limitado o no nos ha permitido disfrutar la vida como debería ser.
El padre o la madre no comprenden que cada hijo es diferente, que cada quien es único, que lo que uno de ellos puede hacer fácilmente, a otro se le dificultará, pero si estamos concientes de su formación, todos serán mejor en una u otra cosa.
Desgraciadamente los padres nos quieren meter en un cuadrito, en un patrón y como si fuéramos una tela o una cera, moldearnos a su antojo, quisieran que fuéramos como unos robots, que todos reaccionáramos de la misma manera.
-Por qué no eres como tu hermano, mira él ¡qué bien cuida sus juguetes!. –Por qué no te pareces a tu primo, él siempre saca ¡buenas calificaciones!. –Por qué no eres como tu hermana, mira ella qué bien ¡cuida sus cuadernos!
Y tantas otras comparaciones que nos empiezan a grabar en el subconsciente, que después no sabemos a qué se debe, pero hay cosas inexplicables que nos limitan, nos molestan o nos afectan.
Un joven me decía en un evento: -No sé que me pasa Germán, pero no soporto a los güeros, nada más veo a alguien güero y luego se me revuelve el estomago.
Cuando empezamos a analizar este concepto, ese joven nada más tronó los dedos y dijo: -¡Ahora ya sé por qué me molesto con los güeros!- y los ojos le brillaron.
-¿Qué fue lo que encontró? –Le pregunté un tanto interesado. “Cuando yo estaba chico, mi mamá se mantenía reprochándome que por qué no era como mi primo hermano que vivía en el mismo vecindario y ese primo era güero y yo lo odiaba mucho.
Así que, traté de recordar con cuál de sus parientes o amigos lo equiparaban y ahora vea la razón de sus molestias.
La consecuencia de esas comparaciones llega a provocar un rencor, envidia u odio tremendo entre esos hermanos o parientes que hacen que se separen por toda la vida, que no se puedan ver, que continuamente se estén peleando, tal vez sólo de palabra, pero puede llegar hasta hechos sangrientos.
Un alumno me comentaba en el intermedio de un curso al tratar este tema: “A mi hermano el que me sigue, esto fue lo que pasó con respecto a mi”. Yo debía ser como mi tío, pues según, mi papá, mi tío era un super-hombre. Así que mi actuación en la vida era la de destacar, por lo que siempre obtenía los mejores lugares y mi mamá todo lo que le decía a mi hermano era: -Por qué no te pareces a Juan Carlos, mira él como sí esto o lo otro, me decía. Y claro que esto tenía que molestar a mi hermano o posiblemente a todos mis hermanos, por lo que ahora, aunque han pasado muchos años, todavía ese rencor no se ha olvidado y cuando tenemos oportunidad de vernos (pues a veces pasa mucho tiempo) a los 15 o 20 minutos de charlar ya estamos discutiendo por tonterías, por diferencias de opiniones, etc., pero la verdadera razón de nuestros pleitos son aquellas comparaciones que nos hacían de niños.
Y terminaba diciéndome aquél alumno: -Tal vez algún día mi hermano (y ojalá también los demás) puedan estar en su curso para que lo comprendan y puedan sacar de su subconsciente ese resentimiento que no nos deja disfrutarnos como hermanos.
Lo más dramático de la situación es que cuando a ese niño le marcan la vida de: Como te pareces a… en un acto reflejo, empieza a realizar todo aquello que huela al hermano, todas las actividades, gustos formas, etc., pero conforme el tiempo va pasando, en su vida empieza a operar un cambio, y pronto, aun cuando él no lo quiera, cada vez más, actúa o busca parecerse lo que más odia y luego viene el conflicto, pues empieza a destruirse, a enfermarse, a accidentarse, para no parecerse, pero algo dentro de él lo impulsa a lo contrario. Continuará...
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“Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.