Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

Familia Sirviendo a la Vida / DESPERTAR... ES ORIGEN, CAUSA Y EFECTO

Germán de la Cruz Carrizales

(Vigésima segunda parte)

“Apodos”. Ésta es otra de las limitaciones que nos han puesto en nuestra mente. A veces por cariño, luego por burlarse, por compararnos, o por lastimarnos, nuestros padres o nuestros parientes o conocidos nos “bautizan” con un apodo, y si este hecho nos hace reaccionar, nuestra mente capta ese comportamiento y nuestro físico y nuestras limitaciones serán en base a ese hecho.

A lo largo de experiencias de muchos años de estar manejando este aspecto psicológico de las personas, he tenido la oportunidad de comprobar esta situación. Inclusive existen casos de personas, que a veces ni sus mismos parientes, en un momento dado, saben cómo se llaman sus hijos.

Me comentaba una joven, que a su hermana siempre le dijeron la “Nena” y que cuando ingresó a estudiar en una academia vino a buscarla una de las compañeras del salón y pregunto por ella, nombrándola por su verdadero nombre, y la hermana que fue la que salió a la puerta le contestó que ahí no vivía dicha persona. –Qué raro –contestó la visitante–. Si ayer la acompañé hasta esta casa y ella abrió con su propia llave-. -¿A quién buscan?-. Intervino la madre –a fulana– contestó la hija. –Pero aquí no vive –volvió a asegurar. –¡Cómo no! –Se asombró la señora. –Si es tu hermana la “Nena”.

¿Y cuántas personas conoce usted sólo por el apodo? Y pasan años y años y nunca nos enteramos de su verdadero nombre. En el taller mecánico donde le daban servicio a mi automóvil, hace años, el dueño se llamaba Dionisio Ramírez y le dicen “Nicho”. Un día, para pagarle una reparación más o menos importante, le iba a extender un cheque, pero como en ese momento “Nicho” no se encontraba presente, les pregunté a sus empleados el nombre de su patrón y ninguno me supo contestar. Es decir, nadie lo conocía por su nombre.

Hace tiempo vino a mi oficina un joven de 14 ó 15 años con el problema de que se orinaba en la cama y por más tratamientos médicos, castigos, súplicas, etc., el problema no se superaba. Cuando estaba tratando de encontrar la razón de su problema, me vino a la mente un recuerdo, me le quedé mirando fijamente y le dije: -¿Desde cuándo te dicen viejo? Pues siendo un jovencito su apariencia era la de un “viejito”. –¡¡No me diga viejo!!-. Se levantó de la silla y me gritó con el rostro desfigurado. –No te estoy diciendo viejo, te estoy preguntando que desde cuándo te dicen así-, le contesté enérgicamente. Y soltando el llanto, el joven se sentó de nuevo y me contestó: - Pues siempre me han dicho viejo y a mí me da mucho coraje – Dijo entre sollozos. Ahí estaba su trampa, pues ese joven que no quería parecer “viejo” tenía que demostrar que no lo era, y la manera de hacerlo era orinándose como un niño.

Otra señora me comentaba que una de sus hijas es chaparrita y sumamente obesa y por más dietas y dietas que se pone, no puede adelgazar. –Parece una piñata– dice la mamá en son de broma. Pero lo que sucedió en este caso, es que cuando la señora estaba embarazada de esta niña, un hijo que cumplía años cuando ella ya andaba en los últimos días de embarazo, el niño quería que le hicieran su fiesta de cumpleaños y su piñata. La señora, que ya no podía más, le dijo mientras le señalaba su vientre abultado: - Mira, aquí traigo tu piñata-. Cuando la niña nació, a todos las causó gracia que aquel hermanito, dijera en su inocencia: -Quiero ir a conocer a mi “piñata”-. Y de ahí en adelante, en son de broma, todos los demás parientes la bautizaron con ese nombre. Ahora físicamente tiene que corresponder a su subconsciente.

Otra atribulada madre me comentaba que cuando uno de sus hijos pequeños, por ser de una constitución física delgada, y cuando lo vistieron con un trajecito amarillo, uno de sus hermanos mayores le dijo: -Te pareces a “Piolín”. –El canario de las caricaturas. Y ahora dice la señora, que ya es grande, se quedó flaquito, enclenque, pero urde más travesuras a todo el mundo, igual que el canario de la televisión.

También los apodos pueden tener consecuencias trágicas, pues cuando los mayores les dicen a los niños una sentencia, el niño no pone duda, y en ese mundo subjetivo, empieza a crear situaciones para que se realicen en el mundo objetivo.

Una señora me refutaba este concepto en uno de los cursos y me decía: -Yo qué mal les puedo hacer a mis hijos, si siempre les he dicho que ellos son muy hermosos, que son unos muñecos-. Desgraciadamente no sabemos cómo se reflejará esta orden en el comportamiento positivo y hasta donde puede hacer infeliz a una persona. Tal vez esto sea la razón de esos comportamientos compulsivos de hombres ya maduros que se mantienen en el gimnasio haciendo toda clase de ejercicios para no perder la figura, que se pasan horas y horas en el espejo acicalándose como una mujer; que cuando empiezan a aparecer las canas, sufren y se tiene que “teñir” el pelo, si se quedan calvos, tendrán que buscar tratamientos y tratamientos para que esto no suceda, en la casa no ayudarán en nada porque se maltratan sus manos, etc., etc. –Si mi esposo me ayudara un poco con el quehacer de la casa–. Se quejaba amargamente una joven señora con poco tiempo de casada. –Los domingos que dormimos un poco más tarde, mi esposo se levanta, desayuna ligeramente y se va toda la mañana a hacer sus ejercicios al campestre, pero no es ni siquiera para ayudarme a tender la cama–. Decía casi llorando esta amable señora. Tal vez este hombre es uno de ésos a los que su mamá, en base a tanto cariño, lo trató como a un muñeco, como alguien a quien hay que acariciar, consecuentar y mover de un lado a otro, porque de por sí mismo, él no hace nada.

Así que, aquí tiene otra pista de donde puede andar la razón de sus limitaciones, tanto económicas, como físicas y sociales, pues es tan común, por desconocimiento de nuestros padres, que nos pongan un apodo que según ellos es de cariño y “qué nos puede pasar”.

Ahora comprendo lo que ha pasado con mi hijo. –Me comentaba un estudiante del curso. –Fíjese Ing. De la Cruz, que cada rato me lo corren de la escuela, pues es muy peleonero, muy aguerrido y muy bravo, se suena a compañeros inclusive más grandes que él –relataba este joven padre. –El otro día que fuimos a visitar a unos parientes, al bajarnos de la camioneta me dice mi hijo: -Papá, por favor aquí enfrente de estos parientes no me digas “perro”. Pero te lo digo de cariño-. Le contesté. Pues tal vez, pero a mí me da mucho coraje-. Ahora comprendo por qué es tan bravo, si tiene que ser un “perro”.

Uno de los apodos más famosos en el medio cinematográfico es el de “Chachita” aquella niña precoz de las películas de Pedro Infante. Ahora que ya es una mujer madura, que su físico es bastante obeso, y según algunos reportajes de las revistas especializadas, ha seguido infinidad de dietas sin ningún resultado, pero lo que tal vez ella no comprenda, es que su obesidad se debe precisamente a su apodo: “Chachita”. ¿Qué “chacho” no significa “marrano en engorda”? Al menos así les dicen a los cachorros de marrano que destinan para engordar y hacer negocio con ellos. Continuará...

Agradecemos los comentarios recibidos y los casos compartidos con nosotros en México y desde otras partes del mundo (vía Internet). Espero vernos pronto y platicar personalmente. Los esperamos en nuestra dirección electrónica que ponemos a sus órdenes con Germán de la Cruz Carrizales

(pmger@hotmail.com)

(pmgerxxi@yahoo.com.mx)

Nuestro agradecimiento a quienes hacen posible estas publicaciones y sobre todo a usted amable lector quien con su interés en la integración de grupos hace que este proyecto contribuya a fortalecer nuestras familias y sus valores. La siguiente semana veremos la vigésima tercera parte de Origen Causa y Efecto de la serie y próximo libro Despertar... es. Gracias por su atención.

“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”.

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 285985

elsiglo.mx