(Vigésima tercera parte)
Otro apodo famoso, es el de los “Babys“, ese conjunto yucateco, que por haber iniciado sus actividades artísticas desde muy pequeños los bautizaron con este nombre. ¿Los ha visto últimamente? Ya son abuelos y todavía tienen la cara y las expresiones de “Baby” porque su subconsciente acepta la orden y su físico debe corresponder a su pensamiento.
Un señor de mediana edad, que asistía a uno de mis seminarios, me decía: Ahora comprendo por qué me quedé calvo desde muy joven, pues en mi casa, desde muy niño mis padres y hermanos me llamaban “el pelón”.
El otro día me encontré en la calle a una señora que hacía tiempo no veía, venía acompañada de una niña de cuatro o cinco años, a la que venía cargando.
De pronto le dice a la niña: A ver “gorda” bájate un momento. La niña se encaminó a uno de los aparadores de la tienda que estaba enfrente de nosotros y la mamá volvió a marcar el apodo: -Cuidado “gorda” no se vaya a caer-. Por qué le dice “gorda” –le pregunté a la señora-. Si su hija no está gorda. No sé –contestó– es una costumbre, pues desde chiquita le empezamos a decir así.
Pues más vale que le empiece a cambiar el mensaje, porque esa niña, cuando sea mujer, ella no va a saber por qué, pero empezará a engordar y por más dietas que se ponga, ejercicios agotadores, baños sauna, etc., no va a poder adelgazar –le aseguré-.
Luego, los padres de familia, usamos apodos más dramáticos, más contundentes, como: bandido; chango; perro; gato; grillo; pato; burro; caballo; morsa; chiva; maricón; mujercita; muñeca; colorina, etc. Y tantas formas más, que pueden llegar a cambiar el rumbo de la vida del niño, pero lo más dramático, es que no sabemos cómo se irá a reflejar su actitud y hasta dónde lo iremos a perjudicar.
Me tocó ver el caso de un hombre de 35 años que nunca se casó, pues por alguna razón, a las mujeres no les llamaba la atención y aún cuando él es totalmente heterosexual, no puede sostener relaciones duraderas con ellas por lo que la vida se le ha ido pasando y no se ha casado.
La razón fue, que él nació después de dos hermanas y siendo que el papá quería un niño, a estas niñas las educó de una manera muy brusca, pues las hacía que nadaran, que jugaran beisbol, futbol americano con él, así que cuando nació el niño y aun cuando estaba muy pequeño, quería que “ya se comportara como sus hermanas, que tuviera la fuerza y la destreza de ellas”.
Le aventaban el balón de futbol americano muy fuerte, al niño le lastimaba las manos o el pecho cuando recibía el impacto lo que hacía que llorara y aquí empezaba el padre a marcarlo: -¡Maricón!, ¿no aprende a sus hermanas?-.
De tal manera que ése fue el nombre que él conoció; -Maricón, mariquita, joto, etc.- y ahora ha tenido que pagar las consecuencias.
En una planta industrial en donde impartía un curso de equipos de alto rendimiento me comentaba un ingeniero eléctrico: no sé qué me pasa ingeniero de la Cruz, pues fíjese que cuando tengo que dar una idea, o defender mi punto de vista, algo se me atora en la garganta y no puedo hablar, este problema me ha ocasionado varios disgustos en diferentes ocasiones de mi vida.
Después de platicar, la razón que encontramos, después de hacer un análisis, fue precisamente un “apodo”. Cuando era niño, tenía una voz muy potente, muy fuerte, que aturdía a los que estaban a su alrededor, y sus padres le empezaron a marcar su vida: -Cállate, pareces micrófono- y de ahí en adelante, de “micrófono” no lo bajaban, esto lo empezó a molestar, hasta que el subconsciente lo empezó a manejar y lo obligó a callar así que ahora es una persona que habla en susurro, que casi no se le entiende lo que dice y más cuando tiene que defender su punto de vista, todavía tiene grabada aquellas terribles palabras: -Cállate, pareces micrófono-. Dice la Biblia: “Instruid al niño en su camino y aunque esté grande, no se apartará de él”.
Qué tremenda sentencia, qué gran verdad. Ahora la pregunta es ¿Cómo nos han instruido? ¿Qué camino nos han marcado? ¿Cuál ha sido nuestra oportunidad?
Pero ahora otra pregunta: ¿Cómo le estamos marcando la vida a nuestros hijos? ¿Qué hemos hecho con ellos? Y creo que la respuesta es: “Lo mismo, igual que nos hicieron a nosotros”. Ahora que ya somos conscientes, que sabemos todo esto, en nosotros está aceptar esta verdad y empezar a cambiar nuestra actitud, para poder cortar las cadenas que nos siguen atando al pasado.
“Te come (o lleva) el...”. Una grabación negativa más, que posiblemente nos ha limitado mucho en nuestra vida, es cuando nuestros padres (o parientes) nos empiezan a manejar con el miedo. “Te come la bruja, te lleva el viejo, ahí viene la enfermera, te voy a llevar con el doctor, le voy hablar al policía, se te va aparecer el diablo”. Y cuántas cosas más nos dijeron para podernos manejar, pero lo que no sabemos ahora es cómo se nos puede reflejar en nuestra vida ese “miedo”.
¿Cuántas personas conoce usted que no pueden dormir con la luz apagada? ¿Cuántas gentes hay que no pueden pasar por un lugar oscuro? ¿Cuántas personas que “supuestamente” tienen fobia a ciertas situaciones que aparentemente son ridículas? Pero para esas personas no tienen nada de ridículas, sino todo lo contrario, son causa de verdaderas tragedias en su vida.
No sé qué me pasa, pero nada más veo una cucaracha me quedo paralizado, no puedo moverme, inclusive, ha sido la causa de verdaderos disgustos con mi esposa –me confesaba un participante a mis cursos-.
Un día mi esposa, al estar barriendo la casa, salió una cucaracha, la mató y la colocó en el recogedor, la llevaba a tirar al bote de la basura, cuando él entró y se encontró con su esposa y ella en un acto reflejo balanceó el recogedor hacia él y la cucaracha cayo a los pies del marido. Esto bastó para que él, fuera de sí, la insultara y casi la golpeara, por “haberle aventado la cucaracha”.
Cuando comentamos este evento, le pedí que hiciera consciente en su mente, cuándo fue que lo asustaron con una cucaracha.
Esas personas que padecen “claustrofobia”, más vale que vean cuando en su niñez, fueron encerrados en algún clóset o lugar pequeño y oscuro, en castigo por alguna maldad. Continuará...
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“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”.