(Trigésima tercera parte)
En un caso de alcoholismo, que me tocó tratar, encontramos que la razón por la que esta persona no puede dejar de tomar, es precisamente, una “necesidad psicológica”.
Cuando él estaba pequeño, su padre por razones económicas, siempre estaba fuera de la casa pues se trasladaba a otras ciudades en busca de mejores oportunidades, por lo que al niño nunca le prestó atención.
Conforme fue pasando el tiempo, el joven empezó a tener más edad y más conciencia de las cosas, un día aprovechando que había tomado unas copas, fue a visitar a su padre y al calor del alcohol le reclamó su anterior proceder.
Tal vez el padre comprendió su error y en ese instante le concedió la razón al hijo, el cual condicionó su mente: -Para que mi padre me atienda, “necesito” estar borracho-. De ahí en adelante, cada vez que el joven se embriaga, el papá se dedica a seguirlo de cantina en cantina y cuidarlo de cualquier situación negativa, por lo que el condicionamiento se seguía consolidando: “La atención de mi padre se logra estando borracho”.
El tiempo ha pasado, y ahora el lugar del padre lo suplen la esposa, los hijos o los amigos, quienes son ahora los que tienen que presentarle la atención.
Cuando pasan los días, él deja de tomar, se pone a trabajar normalmente, las personas que lo rodean se dedican sólo a sus cosas personales y se desentienden de él, le viene la “necesidad” de llamar la atención, empieza a beber día y noche, hasta que tienen que llevarlo al hospital para evitar una congestión alcohólica y todo el mundo deja sus actividades para atenderlo; la esposa no puede hacer el trabajo doméstico, los hijos no van a la escuela, los amigos hacen antesala en el hospital para saber de su estado físico, etc., etc., es decir, su “necesidad de atención” queda satisfecha por algún tiempo, en el que parece que se regenera, no prueba el licor por una larga temporada y todo vuelve otra vez a la normalidad, hasta que el condicionamiento lo vuelve a manejar y otra vez el mismo jueguito.
Claro que conforme pasa el tiempo y la edad es cada vez mayor, también las consecuencias físicas son tan graves, por lo que si no llega a concientizar la trampa en que está metido, los resultados finales serán catastróficos.
Así que, mucha atención a sus desequilibrios, pues a no dudarlo, son producto de una necesidad neurótica en su subconsciente. Por lo tanto debemos reconocer que para ser felices realmente “No necesitamos de nadie”.
Dice el Dr. Wayne W. Dyer en su libro Evite ser Utilizado, acerca del concepto de la soledad existencial: “Además de tener conciencia de que usted es único en este mundo, debe aceptar también que está siempre solo”. ¡Sí, solo!
Pues nadie puede experimentar las sensaciones que usted experimente, así lo rodeen centenares de miles de personas, como si está haciendo el amor con su pareja, o está a solas en un lavabo. Su inevitable “soledad existencial” significa sencillamente que su existencia humana está inevitablemente afirmada sobre su ser y nada más, con sus propios sentimientos y pensamientos únicos.
Y yo digo: Si cuando venimos a este mundo, llegamos sin nada encima y cuando nos vayamos, también lo hartemos absolutamente solos, ¿por qué en el transcurso de nuestra vida, que muchas veces es pura hipocresía, pura fantasía, tenemos que depender de cosas o personas para poder disfrutar la vida?
La realidad es que cuando podemos comprender nuestra existencia, cuando encontramos un camino definido en la vida, cuando sabemos para qué estamos en esta vida, empezamos a apreciar a nuestros semejantes, los disfrutamos libremente, pues ni estamos atados a ellos, ni los queremos atados a nosotros.
Éste es el problema de muchas parejas, que a lo largo de la vida conyugal empiezan a crear lazos psicológicos que cada vez se estrechan más y más en torno a sí mismos, hasta que se ahogan uno al otro.
Cuando cada uno de los cónyuges experimenta y disfruta su libertad con responsabilidad, se aprecian más como humanos, como amigos y desde luego como esposos (hablando de libertad y no de libertinaje, que es otra cosa). Pero cuando la esposa no tiene la facilidad de determinar por sí misma si puede o no asistir a una reunión, si para todo tiene que depender del permiso o la aprobación del esposo, aun cuando se trate de cosas sin importancia, eso será un caldo de cultivo donde se empiezan a desarrollar los gérmenes de la infelicidad, de las frustraciones, de los resentimientos y las venganzas, que a no dudarlo pronto se harán presentes en la pareja.
-Ni a regar el césped de la calle puedo salir, si no le pido permiso a mi esposo- se quejaba una joven esposa. Pues se le figura que salgo para que me vea el vecino.
-No me puedo comprar el vestido que yo quiero, si mi esposo no me acompaña para que le dé el visto bueno- se quejaba amargamente otra de las asistentes al curso. Y así puedo contarles, infinidad de anécdotas o testimonios de personas que manejadas por ciertas situaciones, han hecho de su vida una desgracia, pues, a veces, teniendo todo para ser felices, no aprecian, se angustian, se inquietan y comenten las tonterías más grandes que se les viene a la mente y después sólo les queda quejarse de su “mala suerte”.
Dice también Jorge Bucay, respecto de la auto dependencia: “Tú eres el protagonista de tu propia vida”. Puede ser que todavía no lo sepas, que nunca lo hayas pensado, que aun no te hayas dado cuenta, pero eres el protagonista de tu propia vida. Es cierto, no eres el único autor, la historia sería demasiado aburrida si lo fuera. Pero eres el protagonista, el director de la trama, aquél de quien dependen en última instancia todas tus cosas. Aunque no eres autosuficiente, aunque no te bastas a ti mismo, eres responsable de todo lo que sucede contigo en más o en menos, eres el responsable para siempre de tu propia vida.
Auto depender significa dejar de colgarte del cuello de otros, claro que necesitarás de la ayuda de aquéllos en algún momento, pero mientras tú tengas la llave, esté la puerta cerrada o abierta, mientras tú tengas la llave, nunca, nunca estarás encerrado.
Auto depender, significa hacerte cargo de ti mismo, significa contestarse las tres preguntas existenciales básicas: ¿Quién soy?, ¿A dónde voy? Y ¿Con quién? Pero contestarlas en ese orden. Cuidado con tratar de decidir a dónde voy, según con quien estoy. Cuidado con definir quién soy a partir de quien me acompaña.
No puedo definir mi camino, desde ver el tuyo y no debo definirme a mí por el camino que estoy recorriendo. Voy a tener que darme cuenta, soy yo el que debe definir primero, ¿Quién soy? Continuará...
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“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”.