Se murió por pudor. Así fue.
Mi abuela era de esas mujeres norteñas del siglo pasado para quienes ser en extremo pudorosa era una virtud, y lo fue al grado que le costó la vida. Pensar que un hombre le viera el cuerpo, ni soñarlo, aunque fuera médico. “Si no fuera porque salen unos hijos preciosos, m’hijta, yo evitaría todo aquello...”, decía, mientras agitaba la mano con desdén para darse a entender.
Desde que mi abuela enviudó, a los cinco años de casada, y se quedó con dos hijos –mi tía de dos años y mi papá de seis meses–, supo lo que era tener que sacar a los hijos adelante, después de haber sido una niña mimada toda su vida. Pero ésa es otra historia.
“Cuando murió tu abuelita, nos dimos cuenta de que tenía una llaga negra en el seno derecho. Es increíble que nunca le dijera nada a nadie”. Me impresionó escuchar estas palabras de mi mamá y pensar que mi abuela quizá pudo haber prevenido morir de cáncer si, en primer lugar, se hablara más del asunto y se rompieran los mitos y tabúes; en segundo, si alguien le hubiera enseñado a hacerse un autoexamen mamario; y en tercero, si se hubiera hecho una mastografía anual.
Tú, como mujer, ¿te autoexaminas? O, como esposo, ¿apoyas o fomentas que tu mujer lo haga? Éste es un tema muy importante, porque concierne y afecta a toda la familia, pero nuestra mentecita tiende a recurrir al pensamiento mágico de “a mí no me va a pasar” o “a nosotros no nos va a pasar”. Está bien, sin embargo, para estar seguros de que ese deseo se cumpla, necesitamos tomar precauciones.
Me considero una mujer informada, pero la primera vez que vi un folleto sobre la autoexploración mamaria, traté de hacérmela sin saber ni cómo, ni cuándo, ni qué buscar. Me asustó sentir la cantidad de cosas extrañas que no sabía que tenía debajo de la piel; así que lo tiré y pensé “para qué me complico la vida”. La verdad es que sentí temor a encontrarme algo malo, como si al buscar la bolita la estuviera llamando; así que absurdamente opté por dejar de hacerlo y mejor visitar al oncólogo cada seis meses para revisión, lo cual hago religiosamente.
Sin embargo, al platicar con Bertha Aguilar, la presidenta de la Fundación Cima y sobreviviente de cáncer, me comenta que la autoexploración mensual (cuatro días después de que termina el periodo) es muy importante para familiarizarnos con la geografía de los senos y así cada mes registrar si todo está normal o hay algún cambio. Me dice también que este temor que sentí lo sienten muchas mujeres, pero lo real es que si cualquier alteración se detecta a tiempo, las oportunidades de recuperación son muy altas.
Es increíble que por falta de información, en México se detecten tardíamente más del 60 por ciento de los casos. Y que cada dos horas con veinte minutos, una mexicana fallezca a causa de cáncer de mama. Hay que actuar.
El cáncer de mama ha aumentado mucho en los últimos años, según el doctor Román Torres Trujillo, oncólogo con gran experiencia, debido a la mala alimentación (alta en grasas de origen animal, carbohidratos y comida chatarra), el sobrepeso, el estrés, el tabaquismo, el consumo de alcohol y el sedentarismo. “Hacerse un autoexamen mensual desde que los senos empiezan a desarrollarse, continúa Torres Trujillo, es la mejor alternativa que tenemos para detectarlo a tiempo”.
Creo que morir, finalmente, es algo que a todos nos va a tocar; pero morir por pudor, por ignorancia o por desidia en pleno Siglo XXI, eso sí que lo podemos evitar. Así que nunca mejor dicho: FAVOR DE TOCAR y de correr la voz a cuanta mujer conozcas.