No hay plazo que no se cumpla, ni fecha que no se llegue, mañana es pues el día justo en que Torreón habrá de celebrar su aniversario cien. Primero que nada hay que festejar y sentirse orgullosos de pertenecer, residir o convivir con esta tan especial ciudad, componente de la gran Comarca Lagunera.
Vamos al origen. El cruce de vías fue el detonante para que Torreón se convirtiera en punto estratégico del comercio y con el desarrollo del algodón y la vid, para después transformarse en polo industrial, esta comunidad ha crecido y florecido en base al trabajo de gente. El padre Nazas y las avenidas esporádicas del Aguanaval son veneros que han sido la palanca de vida de toda la zona –especialmente el río Nazas- de ahí en fuera, el destino no fue con La Laguna y por ende con Torreón precisamente pródigo.
El calor del diablo y el desierto agreste, el polvo que se mete en todos lados, los malos olores que los nativos ya no percibimos y el calor de la tostada, no es precisamente un Cuernavaca. La corta edad de la zona, que mañana festeja a la hermana mayor, impide que seamos un paladín de la cultura.
Sin embargo, tenemos una ciudad hermosa, a su estilo, de un siglo. Esta tierra ha florecido por el sudor de las personas que vinieron de fuera a trabajar. Las generaciones pasadas, con su dedicación, nos han heredado las bases de lo que hoy tenemos y disfrutamos y de los retos a los que hay de darles la cara.
Creo que no vale la pena detenerse mucho en hablar en las fiestas que han ocurrido, qué bueno que pasaron. Por supuesto que todo mundo sabe que se perdió la oportunidad temporal que la ciudad recibiera un regalo a propósito del aniversario. Un regalo digno de la importancia de Torreón, pero sencillamente quienes podían crear las condiciones para que sucediera, no pudieron, no quisieron o no supieron hacerlo. Fue una oportunidad perdida, pero no es para echarse a llorar, Torreón es mucho más que una fiesta aguada, que un festejo a medias. Hay que darle la vuelta a la página y dejar atrás los cien millones de “regalo” que no llegaron completos, las grandes obras que no se hicieron, los comités que al final en percepción no trascendieron en gran medida.
Lo trascendente es de aquí a dónde, Torreón, La Laguna entera tiene oportunidades y amenazas. Por lo negativo: la terrible contaminación que tiene la región, la explotación inmisericorde de los mantos freáticos, por supuesto que la desigualdad social lacerante, pero eso es un problema nacional y el más preocupante es la descomposición del clima de seguridad que imperó por años y que hizo crisis con el atentado a Carlos Herrera, las ejecuciones y los “levantados”.
Pero hay oportunidades: nuestra posición geográfica, mano de obra calificada, comunicaciones competitivas, oferta educativa vasta que prepara mano de obra calificada, lo mejor: nuestra gente.
En La Laguna tenemos un pueblo de valor, hay que hacerlo valer, el reto que cuando se cumplan más años, también se cumpla en el desarrollo integral de la sociedad en su conjunto. Están los elementos y están los retos, es hora de actuar y mirar hacia el siguiente centenario, que ya hemos alcanzado el primero, tendrá que venir uno aún mejor.
LA NOCHE DEL CENTENARIO
En temas más triviales, el mejor regalo que nos tocó como fiesta, mucho más que los conciertos de Alberto Vázquez, César Costa, Angélica María, Yahir, Cumbia All Starz, por aquello de los Cien Años de Torreón, fue la goleada que el Santos Laguna le propinó a las águilas del América. No hay rival más odiado que los millonarios azulcremas y tenía que ser Santos, nuestro Santos, quien le propinara esa paliza deportiva. Nunca hay que perder de vista que es sólo un juego, pero no cabe duda que no sólo de pan vive el hombre y el Santos nos regaló un exquisito placer deportivo y de identidad comarcana.
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