Los ferrocarrileros festejaron ayer su día con una peregrinación guadalupana.
TORREÓN, COAH.- Para celebrar su día, los ferrocarrileros iniciaron las peregrinaciones guadalupanas. Desde la antigua estación hasta la esquina de la avenida Juárez y calle Múzquiz, los mariachis se escucharon mientras los caminantes cantaban y rezaban.
Como desde hace 57 años, ferrocarrileros activos y jubilados hacen la primera peregrinación guadalupana cada siete de noviembre porque este día, pero de 1907, murió Jesús García Corona, Héroe de Nacozari, fecha que se instituyó en 1944 por declaratoria presidencial como Día del Ferrocarrilero.
La peregrinación partió desde las ocho y media de la mañana de la Antigua Estación del Ferrocarril, y recorrió la avenida Juárez hasta llegar a la Parroquia de Guadalupe, en donde escucharon misa y agradecieron a la Virgen los favores recibidos.
María del Socorro Velazco, coordinadora de las peregrinaciones de la Parroquia de Guadalupe, explicó que la caminata de los ferrocarrileros es la primera en honor de la Virgen. El próximo 18 de noviembre un promedio de 270 grupos de danza saldrán cada hora de la Alameda Zaragoza hasta llegar a la Múzquiz para recibir la bendición.
La coordinadora señaló que ya es una tradición que los grupos de danza partan del bosque Venustiano Carranza o de la alameda Zaragoza, y caminen durante una hora en sentido contrario por la avenida Juárez al poniente, para llegar a la iglesia y así demostrar su fe en la Virgen María, y darle gracias por los favores recibidos.
EL HÉROE DE NACOZARI
En la ciudad de Hermosillo, Sonora, nació el 13 de noviembre de 1881, Jesús García Corona, a quien la historia conociera como El Héroe de Nacozari. Murió el siete de noviembre de 1907. El Sindicato Nacional de Trabajadores Ferrocarrileros instituyó en 1944 -por declaratoria presidencial- esa fecha como el “Día del Ferrocarrilero”.
El martes siete de noviembre de 1907, era otra más de las jornadas de trabajo de Jesús García en la mina. Llegó en pocos minutos al kilómetro “El Seis”, donde había almacenes y casas de trabajadores que mantenían las vías. Después de una primera vuelta a la mina, la locomotora alcanzó de nuevo “El Seis”. Con suerte, Jesús debía completar dos corridas más. Un mensajero lo aborda para darle una noticia inesperada: Necesitan suplementos en la mina.
Jesús dejó 50 de sus góndolas en “El Seis” y descendió a la mina. Cuatro toneladas de dinamita (utilizadas en la ampliación de la mina) serían llevadas al almacén de explosivos para colocarse en dos furgones.
En el nivel más bajo de la mina, el cargamento había sido completado. Sin embargo los ingenieros no colocaron los carros con explosivos al final del cuerpo del tren sino en los dos primeros, enseguida del motor de combustión. La locomotora trabajaba en contra del viento; las chispas vivas, emanadas del contenedor, que no había sido arreglado, volaron sobre el motor y la cabina, llegando incluso hasta los dos primeros furgones cargados con cajas de dinamita.
Incrementado por el viento que el movimiento del tren producía, el fuego se expandió. El aire fluyó a través de las cajas e intensificó las llamas, intentaron inútilmente detener con sus ropas el fuego. Cuando la esperanza se desvaneció por la intensidad del fuego, Jesús le pidió a la cuadrilla que lo acompañaba que se arrojaran del tren e imprimió toda la fuerza a la locomotora.
Tan enorme fue la explosión que la locomotora desapareció completamente. Jesús murió al instante, lanzado por el frente de su cabina. Gran parte del motor fue también lanzado y su cuerpo fue alcanzado por las ruedas traseras.