El obispo José Guadalupe Galván Galindo lee la homilía de la solemne Eucaristía de apertura del Jubileo de Oro de la Diócesis de Torreón celebrada en la iglesia de San José. (Fotografías de Ramón Sotomayor)
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- Fueron más de dos horas de júbilo. La emoción de los fieles plasmada en su rostro se marcó al tiempo del aplauso otorgado a dos filas de hombres que decidieron consagrar su vida a Dios y gozosos irrumpían el santuario en medio de una nube de incienso. Solemnes caminaban tras la cruz de madera y el Cristo negro.
De oro se vistió la iglesia de San José este 19 de abril con motivo del 50 aniversario de la fundación de la Diócesis de Torreón, fecha en la que también se celebra el 50 aniversario de ordenación episcopal de Fernando Romo Gutiérrez, primer obispo y fundador del templo. Más de 90 sacerdotes fueron invitados.
El alcalde José Ángel Pérez llegó a las 19:10 horas y escuchó misa en la primera fila, también cantó. El calor era sofocante en una iglesia que lucía abarrotada y donde definitivamente no había suficiente espacio para la gran cantidad de católicos que deseaban estar adentro. No faltaron los niños rodeando el altar, los enfermos en silla de ruedas por los pasillos y las madres de familia que yacían en los escalones del altar adornado con tres sencillos arreglos de flores amarillas. Este es el año jubilar de oro.
El obispo José Guadalupe Galván Galindo abrió con una solemne Eucaristía, misma a la que acudieron cientos de fieles ante la oportunidad de ganar el perdón en este día que es una de las gracias especiales en la tradición de la iglesia por la conmemoración.
“Para quienes estamos aquí esta celebración es muy importante, también hay que aprovechar las misas y la condonación de los pecados”, dijo María Isabel Gallardo Salazar, quien junto con Alejandra Mata Hernández escuchaba misa desde el exterior de la iglesia, debido al río de gente que emotivos celebraban la fecha mientras la coral de la Diócesis dirigida por el sacerdote Ismael Gallegos Orona hacía gala de sus voces y cánticos religiosos.
A las 19:40 siete personas caracterizadas como indígenas entraron por la puerta principal cargando en sus manos nasas, caracoles y estaban cubiertos con pieles de animales, por en medio un diácono llevaba en sus manos el decreto por el que se proclama el año jubilar.
En el costado derecho del altar permanecía sereno Fernando Romo Gutiérrez, a quien el obispo agradeció en diez ocasiones su importante labor y calificándole como “un signo elocuente y creíble de la fuerza y del amor de la donación del propio ser”. El momento cúspide: el obispo Galván Galindo abraza a Fernando Romo quien, emocionado, corresponde al tiempo que le besa la mano en un gesto de humildad.
La ofrenda fue fruta, dulces y pan que los propios fieles hicieron al llegar al altar. Finalmente la misa terminó con júbilo, paz y la gracia del perdón concedido a quienes tienen fe.
