“Dios no habría alcanzado nunca al gran público sin ayuda del diablo”.
Jean Cocteau
Felipe Calderón ganó la elección de 2006, pero Andrés Manuel López Obrador sigue fijando la agenda política de nuestro país. Por lo pronto ha logrado impedir que el presidente pueda siquiera tomar la palabra en la ceremonia de entrega del Informe presidencial y está a punto de conseguir la destitución de los consejeros del Instituto Federal Electoral, a pesar que la Ley los considera inamovibles.
El presidente Calderón podría estar gozando de una verdadera luna de miel con los mexicanos. A pesar de haber obtenido únicamente el 35 por ciento de los votos el 2 de julio de 2006, su popularidad se ha fortalecido de manera constante y en estos momentos alcanza una aprobación de cerca 70 por ciento en las encuestas. Incluso sus iniciativas más fallidas —como los operativos contra el narco— han sido bien recibidas por una población deseosa de tener a un presidente realmente comprometido a combatir a los criminales.
López Obrador y sus incondicionales, en cambio, han avanzado de error en error. A los bloqueos del Paseo de la Reforma y del Centro Histórico de la Ciudad de México, han seguido sus tácticas de confrontación, como el enfrentamiento físico con los legisladores del PAN el primero de diciembre de 2006. Una de las consecuencias ha sido una caída en las preferencias electorales por el PRD. Después de su excepcional desempeño en los comicios federales del 2 de julio, el partido ha tenido resultados desastrosos. Entre ellos destaca la contundente derrota del 15 de octubre de 2006 en Tabasco, un estado en el que se preveía con anterioridad un triunfo perredista. Fueron también decepcionantes los resultados del PRD en las elecciones de Zacatecas, donde la división del partido generada en buena medida por el lopezobradorista Ricardo Monreal pesó de manera decisiva.
Los perredistas más cercanos a López Obrador se han encargado de mantener este trabajo destructivo. Cada vez que los ciudadanos empiezan a olvidar los agravios del tabasqueño, Gerardo Fernández Noroña se encarga de recordarlos. Sus manifestaciones no atraen más que a unos cuantos incondicionales, pero logran la atención de los medios de comunicación (¿no que había un cerco informativo?). Preservan así en el pensamiento colectivo la imagen del PRD rijoso que ya se había desvanecido.
Podría uno pensar que con este daño político y la consecuente pérdida de popularidad del PRD, López Obrador habría perdido su habilidad de imponer la agenda política del país. Pero no es así. El ex candidato presidencial sigue fijando esa agenda y sorprendentemente, toda la clase política la sigue de manera supina.
La destitución de los consejeros del IFE, por ejemplo, es un tema personal de López Obrador, con el que éste busca demostrar que no perdió la elección de 2006 por sus errores sino que ésta le fue arrebatada por un complejo complot en el que participaron decenas o cientos de miles de personas. Tanto el PRI como el PAN parecen haber aceptado esta destitución masiva de los consejeros como el precio de una reforma electoral.
De la misma manera, López Obrador ha promovido el rechazo a la presencia del presidente Calderón el primero de septiembre en el Palacio Legislativo o por lo menos a que éste pueda hacer uso de la palabra desde la tribuna. El tema es parte de la agenda personal del tabasqueño, que el año pasado logró que sus compañeros de partido bloquearan con curules los accesos del salón de plenos del Palacio Legislativo para que el entonces presidente Vicente Fox no pudiera rendir su último Informe de Gobierno. El primero de diciembre, por otra parte, Andrés Manuel ordenó a sus diputados que se enfrentaran a golpes con los panistas para tratar de impedir la toma de protesta de Calderón.
López Obrador no sólo está definiendo los temas de la agenda sino que los está ganando. Así, todo parece indicar que al presidente Calderón no se le permitirá hacer uso de la palabra desde la tribuna del Palacio Legislativo este primero de septiembre. El PAN ha luchado para que el presidente dé su discurso y el PRI se ha mostrado indiferente. Pero el hecho es que la batalla la está ganando el PRD, que en este punto representa la posición de López Obrador. El ex candidato está también a punto de obtener la cabeza de los consejeros del IFE, a quienes castiga así por no haber cedido a todas sus exigencias en la campaña y después de la votación de 2006.
Andrés Manuel siempre ha sabido establecer la agenda política del país. Lo hizo con gran habilidad en sus conferencias de prensa matutinas cuando fue jefe de Gobierno del Distrito Federal. Lo logró también durante la campaña presidencial, cuando el voto se polarizó en favor y en contra de él. Lo curioso del caso es que, a un año y dos meses de su derrota en las urnas, lo sigue haciendo.
ESTATIZACIÓN DE LA BANCA
Se cumplen 25 años desde ese traumático Informe de Gobierno de 1982 en que el presidente José López Portillo anunció la estatización de la banca y la aplicación de un control generalizado de cambios. La medida, que López Portillo consideró como el inicio de una nueva era de mayor nacionalismo en la política económica de nuestro país, al final tuvo el efecto contrario y empujó a México a una senda de privatizaciones y liberalizaciones. Ésa es una de las paradojas de la historia.