Se tardaron demasiadas semanas en capturarlo, pero finalmente el rey de la anfetamina y de los cuentos chinos, Zhenli Ye Gon, cayó esta semana en suelo norteamericano.
El empresario chino-mexicano rompió el récord de récords en los círculos del delito cuando se le incautó en su residencia del Distrito Federal un “arsenal” de 205 millones de dólares en efectivo el pasado mes de marzo además de varios millones de pesos.
En aquella ocasión fueron capturados varios de sus colaboradores incluyendo a su esposa, pero del jefe Ye Gon sólo se supo que había huido muy a tiempo rumbo al extranjero.
Más de tres meses después se desató el escándalo en México ante la carta y declaraciones que el supuesto empresario de rostro jovial hizo en los Estados Unidos para denunciar que había sido objeto de una conspiración política por parte del Gobierno panista de Felipe Calderón.
Quienes tuvieron tiempo y ocio para leer la carta kilométrica de Ye Gon podrán darse cuenta del enredo de lugares, fechas y situaciones que relata para envolver al lector en una historia que al final de cuentas y como ya lo supimos resultó un mero “cuento chino”.
Pero la sorpresa fue que la asonada mediática del personaje oriental y sus audaces abogados fue que en esta trama enredaron a los medios de comunicación de Estados Unidos y México, especialmente a una agencia de noticias tan prestigiada como la Associated Press, quien dio espacio, tiempo y credibilidad a las declaraciones siniestras de estos personajes.
A estas alturas dos preguntas se sumaban en la mente de los ciudadanos comunes y corrientes, ¿cómo era posible que las autoridades norteamericanas permitieran que el chino de los cuentos se moviera con tanta libertad en el vecino país y cómo lograron además involucrar a medios norteamericanos en la denuncia de un prófugo de la justicia mexicana?
Hace unos días en Santo Domingo, República Dominicana, se celebró un foro para discutir el alto grado de impunidad que reina en los casos de periodistas asesinados y ahí surgió la denuncia de por qué Estados Unidos por un lado califica a los países por su grado de corrupción, pero por el otro permite que pillos del nivel de Ye Gon deambulen sin grandes contratiempos en suelo yanqui.
En esta ocasión pesó más la presión que realizó el Gobierno mexicano y directamente el presidente Felipe Calderón para que la DEA capturara al magnate chino luego de permanecer más de cuatro meses en Estados Unidos, al parecer sin esconderse demasiado.
La odisea de Zhenli Ye Gon pasará a los anales de la historia delictiva mexicana como uno más de los casos surrealistas e inexplicables que ocurren en México con demasiada frecuencia y que resultan difíciles de explicar y comprender.
Recordamos entre otros el caso de Raúl Salinas de Gortari y la osamenta de El Encanto; la fuga espectacular de una cárcel de alta seguridad de Joaquín “El Chapo” Guzmán; la muerte aún inexplicable del zar de las drogas, Amado Carrillo Fuentes y el crimen a mano fría del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio.
Todos estos casos dieron pie a profundas investigaciones policiales, lamentablemente no todas llegaron ni llegarán nunca hasta sus últimas consecuencias.
En el caso de Ye Gon queda esperar que sea extraditado a México y juzgado con todas de la ley para que pague las que debe al país y que explique cómo logró amasar durante años su fortuna sin ser molestado por la autoridad.
De última hora el Gobierno norteamericano presentó un cargo aparentemente menor en contra del presunto contrabandista, pero suficiente para impedir una pronta extradición y para solicitar si es necesaria la incautación de los 205 millones de billetes verdes.
La justicia mexicana tardó demasiado en atrapar en este pez grado y lo dejó ir al extranjero, en su pecado podría pagar la penitencia de perder la nada despreciable suma de dólares.
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