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Frustrados| Diálogo

Yamil Darwich

“Ustedes devastaron mi corazón”, dijo Cho Seung-Hui, estudiante sudcoreano, de la Universidad Tecnológica de Virginia, quien acabó con 32 vidas de compañeros que tuvieron el infortunio de cruzarse en su camino. “Ustedes tenían cien millones de millones de oportunidades y medios para evitar lo de hoy ... Pero ustedes decidieron derramar mi sangre. Me arrinconaron y me dieron una sola opción. La decisión fue de ustedes. Ahora tienen las manos manchadas de sangre y nunca podrán lavárselas”.

El hecho ocupó planas de periódicos y horas de televisión, sumándose a otros, protagonizados por jóvenes igualmente enfermos, que no encuentran salida a sus problemas y prefieren buscar la muerte, arrastrando con ellos a inocentes.

Thomas Friedman, periodista norteamericano especializado en Oriente Medio, ha escrito “Breve Historia del Mundo Globalizado del Siglo XXI”, incluyendo un texto denominado: “Demasiado Frustrados”.

En el analiza las agresiones emocionales que sufren los jóvenes, haciendo resaltar los estados de alta frustración, depresión, “humillación” y sobreesfuerzo, cuando tienen que luchar, desventajosamente, para encontrar oportunidades y sobresalir en el “mundo plano”.

Actualmente, una buena parte de los estudiantes universitarios en los Estados Unidos de Norteamérica es de extranjeros; de hecho, los ingresos a las instituciones de educación superior se han visto incrementados, hasta ser reconocidos como una importante fuente de financiamiento. Mucho de ese dinero proviene de programas especiales, sostenidos por países en vías de desarrollo –Conacyt en México– con el propósito de preparar a los jóvenes en la ciencia y la técnica para que regresen y participen en el desarrollo nacional. Como usted sabe, eso muchas veces no sucede.

Otros casos, corresponden a inmigrantes o sus hijos, que viven en los EUA tratando de generarse mejores condiciones de vida y un patrimonio propio, caso particular de los orientales, que se acogen al beneficio de “cargo de conciencia americano”, muchos de ellos vietnamitas y coreanos, que sufren el choque cultural y hacen comparaciones que les generan ansiedad.

El propio Friedman, cita al autor de “Delante de nuestras propias narices”, que analizó el ataque a las Torres Gemelas de N.Y. y escribió: ‘“los principales secuestradores (...) eran jóvenes de buena posición y con buena formación. Ninguno de ellos padeció en carne propia ni privaciones ni opresión política y al parecer ninguno de ellos creció en un hogar especialmente fundamentalista. Curiosamente, los actores del acto terrorista estudiaron juntos en Alemania y entraron en contacto con Al Qaeda a través de células y grupos de oración, pero estando ya en Europa”.

Aquellos que participan de la vida occidental, saturada de elementos tecnocientíficos que incrementan la calidad de vida, aprenden a tener recelo, comparando la realidad de sus países. Escuchan lemas de libertad que saben no son operables entre su pueblo; conceptos de democracia que viven como observadores; también comprueban la laxitud en el actuar de otros jóvenes de su misma edad y descubren el relajamiento de la escala valoral en el desempeño cotidiano –libertinaje–.

Otros, viven en su patria el impacto de la política exterior impuesta por los políticos que disfrazan con argumentos demagógicos sus verdaderos intereses ante los ciudadanos comunes; sienten, en carne propia, o la de sus seres queridos, los impactos de la guerra económica, política y hasta bélica, sintiendo frustración e impotencia.

Para el caso del Oriente Medio, habrá que agregar el componente religioso al político y económico; en un sistema de Gobierno en que no marca claramente las fronteras entre política y religión; cuando sus líderes hablan de justicia social y justifican sus acciones –muchas veces bestiales– manipulando el nombre de Dios.

Esos son los líderes ideales para la masa de desarraigados, pobres o clasemedieros, que ven acotadas sus oportunidades, fermentándoles sentimientos de odio, rencor y humillación, motivándolos a la reacción violenta; a otros, los esquizofrénicos, al asesinato masivo.

Como los terroristas, que destruyeron tres mil vidas y las Torres Gemelas de Nueva York, existen jóvenes que han recibido el adoctrinamiento del terrorismo inculcándoles en el odio por “la humillación”, sumándoles información de personajes disipados, pervertidos, ejemplos de la vida “pecaminosa” de occidente, con imágenes de artistas y deportistas que viven ocupados en la sensualidad, descuidando los problemas importantes, haciendo desplantes del derroche económico que les ofende. Los más instruidos, además saben de la guerra sicológica sostenida por los medios de comunicación para que los ciudadanos norteamericanos les teman.

En esos términos, no debe de extrañarnos que aparezcan personajes como Seung-Hui, oriental estudiante en Estados Unidos; o Mohamed Atta y Marwan Al Shehhi, terroristas de Al Qaeda, ex estudiantes universitarios de la Universidad Técnica de Hamburgo. A unos y otros los hemos guiado en el aprendizaje del odio y rencor. Desgraciadamente seguimos el camino del mundo globalizado sin visión humanista; aún así, debemos mantener la lucha en el medio local, promoviendo los valores que han dado forma y sustento a nuestra sociedad. ¿Se suma? ydarwich@ual.mx

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