Un narcotraficante convicto que aceptó hacerse pasar por un aspirante a terrorista en un grupo que planeaba destruir el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy suministró información a investigadores federales a cambio de una reducción de su sentencia.
Sus viajes al aeropuerto con los sospechoso y al extranjero para reunirse con otros conjurados, además de las seguridades que les daba de su deseo de morir como un mártir en el ataque a un ducto subterráneo de combustible le dieron a los agentes de contraterrorismo las pistas y pruebas que se otro modo hubiera sido imposible obtener.
Y su ayuda demostró una vez más la importancia creciente de los informantes en la guerra contra el terrorismo, a medida que los grupos extremistas más pequeños se vuelven más agresivos.
“En la mayoría de los casos uno no puede llegar del punto A al B sin un informante”, dijo Tom Corrigan, un ex miembro de la Fuerza antiterrorista conjunta formada por la Policía de Nueva York y la agencia federal FBI. “Cuando un informante nos dice qué está sucediendo, las conjeturas se vuelven realidad”.
Según documentos del Tribunal y declaraciones de investigadores, el informante empezó a trabajar para el Gobierno en 2004, después de su segunda condena por tráfico en Nueva York y en poco tiempo demostró ser una fuente fiable.
Lo enviaron a reunirse con el presunto autor intelectual de la conjura contra el aeropuerto, Russell Defreitas, en 2006 y los presentó un tercero, que no ha sido identificado. Defreitas aceptó rápidamente la legitimidad del informante e incluso dijo haberlo conocido en una mezquita en el barrio neoyorquino de Brooklyn.
El informante, según un acta de acusación federal, llegó a convencer a Defreitas de que “había sido enviado por Alá para ser el hombre” que debía provocar la explosión.
Cuatro musulmanes están acusados de conjurarse para destruir, mediante explosivos, un ducto de combustible de aviación que llega al aeropuerto a través de vecindarios residenciales poblados, lo cual mataría a miles de personas y provocaría una catástrofe económica.
Según un acta de acusación, uno de ellos dice que la explosión “causaría mayor destrucción que los ataques del 11 de septiembre”.
Aunque los conjurados dedicaron mucho tiempo y gran cantidad de viajes a su plan, no lograron obtener explosivos antes que las autoridades detuvieran a Defreitas y frustraran el plan. Según los especialistas, éste hubiera provocado incendios y algunos daños, pero no en la escala soñada por los acusados.
Los hombres acusados en el caso JFK no acudieron a Pakistán, Irán ni Afganistán en busca de apoyo. Los investigadores dicen que el informante y los acusados Kareem Ibrahim y Russell Defreitas visitaron un campamento del Jamaat al Muslimeen, un grupo extremista musulmán con asiento en Trinidad, frente a la costa de Venezuela.
Cuando Defreitas habló sobre sus “hermanos” con el informante, aclaró que no eran árabes sino trinitarios y guyaneses.
Defreitas, de 63 años, quien emigró a Estados Unidos desde Guyana hace 30 años, fue detenido el viernes en Brooklyn y estaba preso a la espera de una audiencia sobre libertad bajo fianza.
Ibrahim y otro sospechoso, Abdul Kadir, presos en Trinidad, aguardaban su audiencia de extradición. Fuentes oficiales identificaron a Kadir como ex alcalde de una población de Guyana y miembro del parlamento. Las autoridades trinitarias buscaban a un cuarto sospechoso, Abdel Nur.