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Futuro humano| Diálogo

Yamil Darwich

El mundo está cambiando, esperemos que para bien, aunque de pronto pareciera que la ciencia y la técnica han rebasado al humanismo.

Algunos autores hablan de un futuro promisorio, donde la actividad humana se transformará importantemente, dando grandes espacios para el cultivo del espíritu a través de las artes y otras ocupaciones lúdicas dedicadas a disfrutar de la belleza. Otros, por el contrario, advierten del inminente peligro que representan esos adelantos generados por el desarrollo del conocimiento y hacen notar la presencia de aplicaciones tecnocientíficas, cada vez más frecuentes y cotidianas, sin tomar en cuenta el humanismo.

El ese sentido, Alvin Toffler, aquel que en los setenta nos sorprendiera con su “Shock del Futuro” advierte: “el futuro no es para pusilánimes”, refiriéndose a las particularidades que habrá de enfrentar nuestra especie. Le recuerdo que él habló de las dos primeras “olas” del avance de la humanidad: la primera, dada por la agricultura, que dejó el desarrollo del concepto riqueza entre los pueblos; la segunda, con la aparición de la era industrial, que al producir masivamente creó abundancia. Entre lo negativo: la marcada diferenciación entre países pobres y ricos.

Hoy, la advertencia de algunos pensadores es en relación a esa “tercera ola”, generada por la multiplicación de conocimiento. Desgraciadamente, ese saber lleva aparejados altos costos, al menos de inicio, que hacen más notoria la pobreza y generan sentimientos de encono entre las distintas etnias. Es tan vertiginoso el cambio que no podemos asimilarlo adecuadamente, tampoco analizarlo convenientemente y clasificarlo como bueno o malo, según nuestra postura materialista o humanista. Le comparto algunos datos.

Se calculan en 800 millones las computadoras en el mundo; están en función más de 500 mil millones de chips que desarrollan algún trabajo “inteligente”; los avances en las capacidades de memoria de esos procesadores son casi increíbles: hace 5 años, los japoneses construyeron una máquina capaz de realizar 4 billones de cálculos por segundo, tres años después, los Estados Unidos de Norteamérica, respondieron creando otra, capaz de realizar 136 billones de procesos por segundo.

Se calcula que mil millones de personas hacen uso de la Internet y aunque occidente fue el primero en beneficiarse, se cree que en poco tiempo China tendrá la mayor actividad en la Red y su idioma será el más utilizado –por simples proporciones de población–.

Ahora, los físicos nos hablan de nuevos conceptos en relación a la materia: la “oscura”, “antimateria” y múltiples materiales desarrollados, como el caso de los “polímeros conductores de energía”, conceptos que a los más viejos nos sacan del acceso y posible uso del conocimiento. Recuerde que hace unos cuantos años tildábamos de locos a aquellos que soñaban con manipular el tiempo o hacernos semiinmortales, conservando cerebros conectados en prótesis robóticas. La ciencia médica no deja de sorprendernos: hablamos de ingeniería genética, células madres y sus aplicaciones en tratamientos de enfermedades antes incurables, clonación y hasta manipulación de capacidades físicas e intelectuales de los nuevos seres.

Igual aparecieron nuevas técnicas de construcción, edificando casas y edificios más resistentes ante los fenómenos naturales; sistemas de transporte prácticos, rápidos y económicos; formas de transmisión de conocimiento novedosas, incluidas las de uso de tecnología de comunicación de Red y medios interactivos.

Todo esto es bueno, sin duda, siempre y cuando podamos salvar el grave obstáculo que representa su uso para la manipulación de tendencias económicas políticas y sociales. Pensar requiere prudencia y tiempo, pero la carrera por hacer productivos los descubrimientos –cuestiones de recuperación y ganancia económica- no deja mucha oportunidad a ello. Ahora empezamos a comprender que esos adelantos han trasformado las formas de vida; como dice el ingeniero Carlos Rojas: “Estamos a un ‘click’ del otro lado del mundo”.

La rejerarquización de valores trascendentes, sociales y humanos es un hecho; algunos cambios nos dejan pasmados, otros nos escandalizan.

La vida familiar se complica; cada día hay más jóvenes deseando independizarse de sus padres en edades tempranas y quienes no pueden hacerlo, por razones económicas, buscan nuevas reglas de relación, cambiando usos tradicionales de autoridad, respeto, orden, responsabilidad y afectividad en los hogares.

Los valores sociales han cambiado, conforme a los avances en el reconocimiento de la deuda moral con la identidad de género; aceptando las diferencias en gustos y preferencias, inclusive en cuestiones sexuales.

Igual en lo laboral: con el tiempo, es más difícil decir quién depende de quién y cuál es el jefe o propietario; diferenciar entre empleados y proveedores internos; trabajadores y prestadores de servicios. Los equipos ya no son únicamente multidisciplinarios, ahora se habla de multiculturales.

El reto es preservar al ser humano como tal; está es una advertencia de humanistas para prevenir el lado oscuro del modernismo mundial y no podemos excluirnos; debemos tomar seriamente nuestra responsabilidad y actuar en consecuencia. ¿acepta?

ydarwich@ual.mx

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