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Gobernadores, 2: Jesús Valdés Sánchez| Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Los años treinta no fueron fáciles para el ejercicio de la política en Coahuila. En los veinte la sociedad había atestiguado graves problemas políticos por la ambición del poder y en el siguiente decenio aún latían reconcomios de la áspera rijosidad entre los diputados independientes y el gobernador Arnulfo González Medina, que finalmente renunció en 1923 y fue sustituido por Carlos Garza Castro en la última mitad de su frustrado periodo: 1921 a 1925.

Después, entre 1925 y 1929, fue gobernador constitucional el general Manuel Pérez Treviño. Le sucedió don Nazario S. Ortiz Garza quien gobernó de 1929 a 1933. En diciembre 13 de 1933 el Congreso local recibió el juramente constitucional del doctor Jesús Valdés Sánchez, que gobernó a Coahuila desde esa fecha hasta el 30 de noviembre de 1937. El doctor Valdés Sánchez tuvo la inspiración y el apoyo del presidente Lázaro Cárdenas del Río para acabar con la hegemonía política del general Manuel Pérez Treviño, ejercida en Coahuila a través de casi quince años.

Y así fue, tranquilamente, no sin que antes acaecieran hechos que trataron de conjurar esa fatalidad. Valdés Sánchez había sido escogido para gobernar Coahuila por el presidente Cárdenas, antes de las elecciones federales de 1934; pero ningún personero de Pérez Treviño se percató de tal intención. Después de ganar las elecciones estatales Valdés Sánchez viajó al Distrito Federal para informar su triunfo e invitar al presidente Lázaro Cárdenas a su toma de posesión. Ese día ambos sostuvieron una larga conversación, la cual fue resumida en dos palabras por el gobernador electo ante la curiosidad de sus acompañantes: “Ofreció ayudarnos” les dijo. Mas le diría Cárdenas a él, de seguro; pero Valdés Sánchez poseía otra virtud: era un hombre discreto.

Más tarde los políticos se dijeron consternados cuando nadie entre ellos, salvo el profesor José Trinidad Pérez, resultó invitado para ocupar algún cargo en la Administración de Valdés Sánchez.

Quienes anduvieron tras éste en su campaña política esperaban ansiosos la señal que los pudiera integrar al futuro Gabinete estatal, pero pasaron los días y nadie vio la luz de ese llamado. Era claro que Cárdenas instruyó al doctor Valdés para que hasta la sombra de Pérez Treviño fuera eliminada en el Gobierno de Coahuila.

Su desconcertante candidatura había sido el primer golpe y no fue advertido ni acusado por nadie.

Los diputados locales afines a Pérez Treviño intentarían repetir contra el nuevo gobernador la estrategia usada para defenestrar al general Arnulfo González, pero el propio Cárdenas evitó que acaeciera esa contingencia. Finalmente Pérez Treviño sería enviado como embajador de México a España, donde por cierto realizó una destacada labor humanitaria de protección a los perseguidos y exiliados por el franquismo.

El doctor Valdés Sánchez era conocido en Saltillo, en Ramos Arizpe y en Arteaga, pero no en todo Coahuila. No obstante los coahuilenses quedaron seducidos por su mirada franca y la afabilidad de su trato, por su carácter pacífico y el comprensivo interés evidenciado ante los problemas de Coahuila. Los primeros tiempos de su Administración fueron difíciles, pero una vez convencidos sus opuestos de que era firme el apoyo del Gobierno cardenista para el gobernador Valdés Sánchez, decidieron bajar la guardia para tratar de salvar algo del naufragio. De ahí en adelante, el Gobierno de don Jesús iniciaría su afirmación en el reconocimiento y cariño del pueblo.

El gobernador empezó por integrar su segunda Legislatura con personas totalmente afines a su programa de trabajo, si bien para ello sacrificó a dos funcionarios importantes en aras de la conciliación y de la eficiencia: el secretario general de Gobierno y el tesorero general del Estado. Colaboró ampliamente con el presidente Lázaro Cárdenas en su política agrarista, pues aun cuando Valdés Sánchez no era gente de izquierda le preocupaba a profundidad la pobreza y el desamparo de los desprotegidos por la fortuna, sobre todo los campesinos.

Así inició una atingente Ley que derogó las concesiones hechas a los empresarios bajo al pretexto de fomentar el desarrollo industrial y después creó instituciones jurídicas para proteger a los obreros y campesinos designándoles un procurador.

También responsabilizó a los funcionarios públicos del buen manejo de los presupuestos. Trató de inducir nuevas prácticas agrícolas y cultivos diferentes en beneficio de los campesinos y de sus familias. Erigió el Estadio Saltillo. Concluyó las carreteras pioneras que ahora, modernizadas, comunican a Coahuila con otros estados y a las principales regiones del nuestro.

Su estilo de gobernar, sincero, discreto, confiable y seguro quedó evidenciado en el mensaje de su informe final. Valdés Sánchez habló al pueblo con sinceridad pocas veces escuchada en la tribuna del Congreso: “Quienes me atacaron llamándome ingrato, debían haberme retirado su apoyo; pero no lo hicieron creyendo seguramente que yo no decía lo que me dictaba mi convicción. Se equivocaron, como yo también me equivoqué al imaginar que ellos eran sinceros”.

Al día siguiente Valdés Sánchez se retiró a su rancho en Arteaga. El presidente Cárdenas le ofreció la cartera de Salud Pública, pero él no quiso saber más de la política. Años después moriría satisfecho de haber cumplido con su deber. Era un hombre entero y así nos gobernó.

(P.S: El columnista se benefició con alguna información contenida en la reseña biográfica del gobernador Valdés Sánchez escrita por Guadalupe Sánchez de la O).

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