Las elecciones de 1941 para la sucesión del general Pedro V. Rodríguez Triana fueron pacíficas, pero muy competidas en lo interno del ya entonces llamado Partido de la Revolución Mexicana. Hubo tres precandidatos, todos con altos rangos militares: el teniente coronel piloto aviador, Antonio Cárdenas Rodríguez; el general de División, Lucas González Tijerina y el también general de División, Benecio López Padilla, quienes contaban con apoyos sustanciales entre los militantes del PRM: el primero tenía la simpatía del grupo de Pérez Treviño; el segundo estaba respaldado por el gobernador Rodríguez Triana y el tercero, que sería el ganador, tenía en la bolsa a las corporaciones campesinas, obreras y del sector popular.
López Padilla fue postulado por el PNR; pero sus competidores terquearon y se apuntaron para jugar en los comicios constitucionales que se celebrarían el domingo 31 de agosto de ese año: los ganó don Benecio. Los benecistas buscaron una amigable conciliación con los candidatos perdedores. El general Cárdenas Rodríguez convino en ella a cambio de algunas curules en el congreso local. Lo mismo fue ofrecido a don Lucas González, quien tanto lo pensó que acabó por no aceptarlo bajo la influencia de su patrocinador don Pedro V. Rodríguez Triana, encaprichado al grado de anunciar que no promulgaría la declaratoria oficial del Congreso a favor del general López.
Finalmente el 15 de noviembre don Pedro de Verona salió de Palacio, que estaba rodeado por tropas enviadas por el Gobierno Federal, a rendir su último informe en una sede alterna ante los diputados de su amistad. De nada sirvió pues sobrevino la desaparición de los poderes estatales por el Senado de la República y el nuevo Congreso instalado en Palacio de Gobierno aceptó la dimisión de Rodríguez Triana y nombró como interino al general Gabriel R. Cervera, que ipso facto hizo la promulgación a favor de López Padilla y allanó toda dificultad para la transición del cargo.
Ya en el Gobierno López Padilla, tomó determinantes decisiones de carácter político y para la futura tranquilidad de su gestión desaforó a todos los alcaldes y ayuntamientos de la entidad que habían luchado en su contra para designar, vía legislativa, a los nuevos cabildos. Y como no había Poder Judicial por la desaparición federal de poderes propuso al Congreso a los nuevos magistrados del Tribunal Superior de Justicia del Estado. En una palabra barrió con el trianismo y con los simpatizantes de González Tijerina, incluyendo a los burócratas. Años después, en el Gobierno de Román Cepeda Flores, veríamos conversar amigablemente a los tres protagonistas de las elecciones de 1941 en una celebración del Plan de Guadalupe.
Una de las primeras acciones de Gobierno de don Benecio en 1942 fue la compra de miles de árboles manzaneros en Estados Unidos para promover el cultivo del manzano entre los pequeños propietarios y ejidatarios de la Sierra de Arteaga. Ese mismo año López Padilla ordenó la organización de un jubileo cultural por el 75 aniversario del Ateneo Fuente que se realizó en grande. Saltillo fue foco de atracción para todo el país por la difusión que tuvo este evento. Dos años después, en 1944, la Escuela Normal de Coahuila cumpliría 50 años y el Gobierno apoyó a los maestros para la consabida celebración, que incluyó un Congreso Nacional de Educación para trazar una pertinente reforma educativa. Coahuila y especialmente Saltillo se perfilaban como sitios de irradiación cultural de primer orden.
Una necesidad ingente de las ciudades y pueblos de Coahuila era la instalación de los servicios de agua potable y drenaje. Recuerdo la inauguración de esa obra en Parras. Muchos otros municipios, incluido Saltillo, se beneficiaron igual en esa materia. En comunicación terrestre don Benecio mandó construir los ramales Paila-Parras y La Rosa General Cepeda de la carretera interoceánica Matamoros-Mazatlán. Dos carreteras muy importantes también se inauguraron en esos años: la de Saltillo a Torreón y la de Saltillo a Piedras Negras. Así el Oriente y el Poniente, el Sur y el Norte del Estado se interconectaron con sendas vialidades, que habían sido iniciadas en el Gobierno del doctor Jesús Valdés Sánchez.
Igual hizo gestiones don Benecio ante el presidente Manuel Ávila Camacho, por conducto de su secretario general de Gobierno, Francisco López Serrano para que recomendara –y recomendar era ordenar— que una planta siderúrgica se instalara en el municipio de Monclava. El licenciado López Serrano narra en su libro de memorias que el presidente Ávila Camacho le respondió: “Dígale a Benecio que daré instrucciones a la Nacional Financiera para que la siderúrgica se establezca en Monclova”. Esa planta es Altos Hornos de México.
Sería largo y prolijo el solo enlistado de la obra pública realizada por don Benecio, quien durante su periodo no dejó de afrontar críticas de la prensa y de grupos políticos. Tuvo, sin embargo, en su medio hermano, Francisco López Serrano y en su primo carnal Manuel López Güitrón dos colaboradores esenciales, quienes unidos a otros jóvenes universitarios que iniciaban su vida profesional integraron un equipo compacto para bien gobernar a la entidad. Varias escuelas importantes se fundaron entonces: la que hasta hace poco se llamó Escuela Industrial Femenil en 1942; la Escuela de Leyes y la Normal Superior en 1943 y la Escuelas de Enfermería y Obstetricia y de Ciencias Químicas en 1944.
El 28 de noviembre de 1945, el último de su gestión, inició un decreto en la Legislatura Local para crear la Universidad de Coahuila. Faltaban dos días para entregar el Gobierno, pues las elecciones constitucionales habían tenido lugar el 26 de agosto, eligiéndose a Ignacio Cepeda Dávila como nuevo gobernador y ampliando el periodo de ejercicio a seis años. Al dejar el Gobierno del Estado don Benecio sería designado Director del Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional y murió en la capital del país muchos años después, el nueve de septiembre de 1969.