Cuando fue prudente plantear al presidente Manuel Ávila Camacho los intríngulis de la sucesión estatal, el gobernador Benecio López Padilla viajó al Distrito Federal, acompañado con el presidente municipal de Saltillo, Ignacio Cepeda Dávila. A la chita callando, fueron, hablaron y retornaron. Ni el secretario de Gobernación, Miguel Alemán Valdés, lo supo. Parecía una entrevista rutinaria.
Meses después el gobernador y el presidente municipal de Saltillo salieron a México, en compañía de Manuel López Güitrón, a una segunda entrevista con el presidente. Algo presintió Nacho sobre su destino político en aquella invitación, mas evitó solazarse en ello. Al día siguiente tanto el PRI nacional como el estatal tenían instrucciones precisas: Nacho sería el candidato a gobernador de Coahuila por el Partido Nacional Revolucionario.
La campaña electoral transcurrió veloz y exitosa. Ignacio Cepeda Dávila ganó las elecciones con abundancia de votos y tres meses después, el primero de diciembre de 1945, rendiría juramento al cargo de Gobernador Constitucional de Coahuila. El presidente de la República envió al coahuilense, general Antonio Cárdenas Rodríguez, comandante de la Fuerza Aérea Mexicana, a representarlo en el acto de transmisión de poderes.
El nuevo gobernador integró su equipo de trabajo y los instruyó de inmediato. Había mucho qué hacer y lo quería ya. Además comprometería en su programa de obras a los próximos presidentes municipales de Coahuila y para ello necesitaba plantearles lo que harían juntos en los 38 municipios. Los primeros meses de su gestión se hicieron polvo en pesadas y prolongadas visitas a los principales municipios. Convocó a una reunión de alcaldes. Asistió a eventos públicos y privados y no escatimó tiempo para también ocuparse de la política nacional.
Ahí por mayo de 1946 el PRM, ya convertido en Partido Revolucionario Institucional, implantó el civilismo en la actividad política: ya no habría militares. Prueba al canto el candidato a la Presidencia del país iba a ser un abogado, Miguel Alemán Valdés, secretario de Gobernación. El primer domingo del mes de julio de 1946 se efectuarían las elecciones federales y Cepeda deseaba que Coahuila tuviera comicios concurrido en los que triunfara el candidato del PRI para ganarse la simpatía de Alemán, ex secretario de Gobernación.
El año de 1946 fue pródigo en acontecimientos, incluidos los de carácter político electoral del dos de julio, pues también se elegirían diputados federales y senadores. El gobernador Cepeda Dávila esperaría la llegada del licenciado Alemán Valdés a la Presidencia para presentarle el programa de trabajo antes esbozado al general Ávila Camacho e integró un equipo de técnicos para estudiarlo a fondo, ponderarlo con realismo y perfeccionarlo. Tenía la ayuda inapreciable del licenciado Raúl López Sánchez, senador por Coahuila e íntimo amigo del ya próximo presidente, quien le había ofrecido su incondicional apoyo. Todo parecía conducir al éxito; sin embargo algo empezaba a inquietarle. En repetidas ocasiones recibió informaciones extraoficiales sobre lo satisfecho que estaba el presidente electo con su trabajo. “No te extrañe que te proponga un cargo en su Gabinete” le decían voces oficiales y oficiosas. Hubo ocasión en que el mismo López Sánchez le propuso la dirección del Banco de Crédito Agrícola y Ganadero. Hecho al pragmatismo ranchero, Cepeda Dávila afirmó ante cada comentario su voluntad de cumplir el compromiso contraído con Coahuila.
Con Alemán en la Presidencia todo se volteó. La situación fiscal era crítica en Coahuila. El único impuesto productivo era la producción, distribución y venta de cerveza, vinos y licores. La entidad era agrícola y ganadera, casi no había industria y el comercio era muy pobre. Alemán, para colmo, intentaba federalizar el impuesto a la cerveza. Cepeda Dávila lo consideró un atraco, pues la Federación dejaría a la entidad sin esa importante fuente fiscal importante. Cando llegó al Congreso local la petición de convalidar el decreto federal Cepeda Dávila la rechazó con firmeza.
Gestores autorizados y oficiosos intervinieron para hacerlo cambiar de idea, pero él se mantuvo firme. En respuesta hubo un congelamiento en las relaciones Federación-Estado. Esto obligó al gobernador a firmar el decreto estatal respectivo, pensando que eso allanaría el conflicto con el presidente Alemán.
Luego solicitó al presidente que viniera a Coahuila a inaugurar la planta de la Internacional Harvester. Le dijeron sí, pero el día fijado Alemán no apareció. Vino un representante, el secretario de Economía lo de lo cual supo el Gobierno local apenas dos horas antes de su arribo. En ese momento un mensajero le entregó un telegrama con demora.
No obstante Cepeda insistió en la audiencia presidencial y Alemán lo recibió en la congeladora, sólo para remitirlo al secretario de Gobernación, quien aparentemente le propuso renunciar al cargo. Cepeda Dávila se negó: “Regreso a Coahuila para mostrar que tengo pantalones para arreglar ese asunto” anunció con violencia ante el secretario Héctor Pérez Martínez.
Al llegar a la capital coahuilense se recluyó en su casa y poco después se quitó la vida. Fue todo para Nacho Cepeda. El Congreso designó un interino y al año siguiente convocó a elecciones para elegir al sustituto, que fue el senador Raúl López Sánchez. Ignacio Cepeda Dávila iba a ser el primer gobernador sexenal; el infortunio de la política solamente le permitió gobernar menos de 20 meses...