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Gobernadores (7) Cepeda Flores

Hora cero

Roberto Orozco Melo

En 1945, al finalizar la Administración estatal, el gobernador Benecio López Padilla consiguió el visto bueno del presidente Manuel Ávila Camacho para lanzar la candidatura de Ignacio Cepeda Dávila a gobernador de Coahuila durante el periodo 1945 a 1951; era el primer sexenio...

Veinte meses después Cepeda Dávila renunció antes de seguir soportando las múltiples presiones, injusticias y desaires para Coahuila por parte del presidente Miguel Alemán. Once meses más tarde el sustituto Raúl López Sánchez rindió protesta para gobernar de 1948 a 1951. Al concluir su mandato, RLS entrevistaría a Miguel Alemán, presidente de la República, para solicitarle que el próximo gobernador del estado fuera un amigo mutuo: Román Cepeda Flores.

Era la segunda recomendación que López Sánchez hacía ante el presidente Alemán y éste, generoso, la obsequió de inmediato; la anterior demanda de apoyo fue para que “El Güero Román” administrara “el Torreoncito” un rancho ganadero cercano al Río Florido en Chihuahua, cuyos propietarios eran el presidente Miguel Alemán, el coronel Carlos I. Serrano, el licenciado Enrique Hernández Tapia y el mismo López Sánchez. En las memorias de su vida el profesor Federico Berrueto Ramón dejó, entre varias, esta nota: “…ahí, en el Torreoncito, habían podido darse cuenta (sus dueños) de la capacidad organizada de Román Cepeda Flores”.

Don Román y Nacho Cepeda eran primos hermanos. Don Román fue elegido primer regidor del Ayuntamiento de Torreón (1946-1948) con don Braulio Fernández Aguirre como alcalde. Éste fue obligado a retirarse del cargo mediante una intriga política que mañosamente lo involucraba. Otros miembros del Cabildo también resultarían compelidos a dejar sus cargos: Román Cepeda Flores entre ellos. Hubo una excepción: Alejandro López García, sobrino de López Sánchez.

Don Braulio fue sustituido en la alcaldía por el abogado Armín Valdés Galindo, también de Arteaga y también emparentado con los señores Cepeda. Luego sobrevino el citado drama del gobernador Ignacio Cepeda Dávila y el ascenso emergente de Raúl López Sánchez, quien invitó a Valdés Galindo a ser su Secretario General de Gobierno. En las siguientes elecciones municipales Román Cepeda fue electo alcalde y asumió la Administración de dos torreones: el rancho del grupo alemanista y el importante Municipio de Torreón. Poco después el PRI lo aprobó para gobernar al estado de Coahuila. (1951—1957).

Un grupo de estudiantes y yo de preparatoria y profesional lo entrevistamos en esos días para apoyarlo. Era un hombre alto, fuerte, de cabello claro y piel tostada por el sol, muy carismático. Don Federico Berrueto Ramón, que lo conoció de cerca por haber sido su maestro, lo describe en sus memorias: “Como lagunero, por adopción, se había vuelto dispendioso, afable, cordial, de arranques violentos y de ‘muy pocas pulgas’; hombre de carácter, de trabajo y muy capaz para hacer amigos; algo fantasioso para proyectar grandes empresas a las que su audacia lo impulsó muchas veces y a veces también con malos resultados, por lo que al dejar el Gobierno su situación económica no era precisamente mala, pero había venido muy a menos”.

Don Román no era profesionista, pero tenía la cultura del trabajo, como la mayoría de los mexicanos de entonces. Sagaz, perspicuo, calculador, no se le engañaba fácilmente. Arturo Berruelo González hizo una semblanza del Gobierno de don Román para el Archivo Municipal de Saltillo: ahí describe su tarea de Alcalde y gobernador. La obra trascendente de su gestión fue, sin duda, la Universidad de Coahuila que ahora cumple 50 años. Todos los ramos de la Administración pública se atendieron. Apenas iniciado el Gobierno de don Román sobrevino la devaluación del peso en aquel sábado de gloria (de infierno, decían muchos) de 1952. Ello restringió la capacidad financiera de todo el país, no obstante Cepeda Flores se empeñó en lograr que el Gobierno de Ruiz Cortines construyera la carretera número 57, llamada “central” que comunicaría a la capital de México con la fronteriza Piedras Negras.

Como todo ser humano Román Cepeda quería a su tierra natal: Arteaga. Peleó el trazo de la carretera central para que cruzara su municipio pensando que eso lo haría progresar. La nueva vía federal facilitó enormemente la comunicación con Saltillo y con el centro del país y destacó la necesidad de una red de caminos en la zona serrana para servicio de los agricultores: Cepeda Flores la construyó. Igual promovió la fruticultura. Don Román realizó un Gobierno dinámico y supo atender a contingencias como la sequía regional de los primeros años y la inundación de 1954 en Piedras Negras. No solamente enfrentó los efectos inmediatos pues se dedicó a reconstruir daños y viviendas, como recién hizo el gobernador Moreira en Villa de Fuente.

Ningún gobernador ha sido perfecto. Ninguno habrá de serlo. La política, sus azares y sus trampas que tanto entusiasman a los hombres públicos representaron para Román Cepeda Flores, lo mismo que significará para otros: una turbulencia incontrolable, un talón de Aquiles. Es una historia repetida: Román no operó con atingencia la sucesión de su Gobierno pues al presentar ante el presidente Ruiz Cortines a más de 20 precandidatos a la transición evidenció la falta de un candidato de unidad y éste llegó solo. El habilidoso Ruiz Cortines sólo tuvo dos en su manga: el que nunca aceptó don Román y el general Raúl Madero, hermano del mártir de la democracia. Éste fue el escogido para el sexenio 1957—1963.

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