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Gobernadores (8) don Raúl Madero...| Hora Cero

Roberto Orozco Melo

En 1956 empezaron a circular rumores sobre posibles candidatos a gobernador. Iba a concluir la gestión de don Román Cepeda Flores y sonaba fuerte el nombre del licenciado Carlos Valdés Villarreal, diputado federal y ex alcalde de Saltillo muy reconocido. Sin embargo, Valdés Villarreal no era la apuesta de don Román Cepeda, quien había iniciado su propia búsqueda de prospectos: primero a la chita callando y después, a plena luz pública. El nuevo Hotel Vista Hermosa de la Ciudad de México, ubicado en la esquina de Insurgentes y Sullivan, fue convertido en cuartel general de la grilla coahuilense. Se decía que a Valdés Villarreal lo apoyaba el licenciado Ángel Carvajal, secretario de Gobernación y el mismo presidente Adolfo Ruiz Cortines. Los otros aspirantes, que sumaron doce, aparecían en la lista del gobernador. Unos arribaban sonrientes y regresaban al solar nativo con caras largas. Había otros como simples observadores. Don Román, quien dispuso allí mismo de una suite para sus entrevistas confidenciales, era termómetro y regulador del clima político; pero no estaba alojado en el Hotel Vista Hermosa, sino en los apartamentos Luma de la colonia Roma.

El 15 de mayo de 1957 llegó al PRI de Coahuila la noticia de que el candidato era el general Raúl Madero González, hermano del mártir de la democracia y valiente revolucionario desde los 16 años. En aquel momento don Raúl era director general del Banco del Ejército y la Armada y tenía cerca de 70 años de edad. La clase política de Coahuila no ocultó su desilusión. El destape de don Raúl tampoco agradó a don Román Cepeda, quien sin embargo, pudo controlar los ánimos adversos y dispersos. Había comprometido su disciplina y colaboración personal ante el presidente Ruiz Cortines. Tal era el uso del sistema político. La rebeldía local derivó en conato.

La campaña electoral de don Raúl, exitosa como todas las del viejo PRI, culminó en julio. Las elecciones fueron el último domingo de agosto. Don Raúl Madero González tomó posesión el primero de diciembre de 1957 y gobernó hasta el 30 de noviembre de 1963. Como buen militar había exhortado a los coahuilenses para apoyar a su Gobierno en “Unidad y disciplina”. El pueblo le correspondió. Antes de llegar a Torreón don Raúl fue recibido y ovacionado en Matamoros, Coahuila, por una larga valla integrada por tres filas de obreros, campesinos, mujeres y gente del pueblo. Una banda de música ejecutaba “la Filomena”, aquella marcha puesta de moda en el Gobierno de don Nazario Ortiz Garza como un himno lagunero. Al escuchar su pegajoso estribillo, don Raúl ordenó detener el vehículo que lo transportaba, descendió y se sentó en la polvera derecha del automóvil. Desde allí dirigió la canción, saludó a la gente y al final bailó, invitado por una profesora que formaba valla. Lo hizo igual don Raúl en cuanta localidad y circunstancia tuvo oportunidad. “Es un viejito simpático” musitaban los políticos. “Es a toda madre” gritaba el pueblo.

Don Raúl resultó ser un gobernante amado. Seducía su aspecto, su traje blanco de dril, su sombrero de paja o Sarakof antisolar. Se mostraba atento, caballeroso y gentil con las damas; cariñoso con la niñez, regañón y cordial ante la juventud, solícito y respetuoso frente a los hombres: nunca mostró una actitud descortés ni despótica. A veces se quejaba de los periodistas, pero jamás hizo el intento de reclamar las críticas. “Para eso –decía— fuimos a la revolución: la libertad de expresión es sagrada”. Don Raúl sabía escuchar al pueblo y éste se le aproximaba con mucha confianza. No le faltaron problemas políticos al iniciar su gestión. Los profesores, cuyos salarios se habían rezagado respecto al costo de la vida, exigieron lo que antes no habían exigido a los gobiernos precedentes. Al mismo tiempo se desató una campaña de prensa en la capital mexicana contra el Gobierno de Madero. Coahuilenses destacados y cercanos al presidente Adolfo López Mateos, pensaron que sería fácil sacar de la gubernatura a aquel “viejito” Se equivocaron. En la primera entrevista que tuvo don Raúl con el flamante presidente, éste lo auscultó con preguntas sobre los problemas magisteriales, su estado de salud y la necesidad de que sus conflictos no derivaran en agitación pública. Don Raúl respondió con gallardía e inteligencia: “Perdone, señor presidente: si lo que usted quiere decirme es que renuncie, de una vez le digo respetuosamente: ¡A mí sólo me sacan del Gobierno con los pies por delante!” López Mateos esbozó una sonrisa, se levantó, le dio un cariñoso abrazo y le dijo: “De ninguna manera, mi general: a usted lo vamos a apoyar”. Más tarde, por teléfono, el presidente diría a sus amigos coahuilenses: “Bájenle a lo de Coahuila. Y si don Raúl muere por cualquier otra causa, lo embalsaman y lo dejan sentado en la silla hasta que cumpla su sexenio. A ese hombre nadie le podrá hacer una fregadera”.

Don Raúl, todos lo sabemos, concluyó su Gobierno con felicidad en 1963. No intervino a favor de ningún precandidato a sucederlo. Siempre fue acusado de no saber de política, pero de su equipo nacieron cuatro gobernadores consecutivos: don Braulio Fernández Aguirre, don Eulalio Gutiérrez Treviño, don Óscar Flores Tapia y el licenciado José de las Fuentes Rodríguez. Un caso único en la historia de Coahuila que demuestra, en todo caso, que en el periodo 1957—1963 nos gobernó un buen político que además fue todo un hombre.

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