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Grandeza

Patricio de la Fuente G.K.

“La historia me será favorable pues yo mismo me encargaré de escribirla”.

Winston Churchill

Para Lorena Ochoa: cuya grandeza se encuentra sustentada en dar a quien verdaderamente lo necesita.

¿Qué significa la grandeza? ¿Cómo se alcanza? ¿Cuáles son las virtudes esenciales para atrevernos a calificar a alguien en dichos términos? ¿Qué separa a los seres humanos “grandes” del común de los mortales? Intentemos, lector querido, resolver ciertas interrogantes al respecto; será benéfico, probablemente hasta catártico. Y es que hoy -quizá más que nunca- el mundo y muy especialmente México, reclama la presencia de hombres y mujeres cuya obra sea capaz de alterar los acontecimientos, contribuir a la consolidación de un entorno saludable y hacer del futuro un acontecimiento halagüeño. Nada carcome y siembra incertidumbre como un mañana plagado de tinieblas.

Pienso en algunos de los grandes personajes que definieron el ayer -Churchill, Gandhi, Virginia Wolf, Freud, Sartre y Charles de Gaulle- y llego a la conclusión de que existe una constante en todos ellos: sus vidas fueron atormentadas, ciclotímicas, luces y sombras.

Aquel que se despoja de sí y con valentía se enfrenta al espejo, por lo general alcanzará la verdad, el alumbramiento y la calma, sin embargo se paga un precio: la máxima agustiniana lacera y provoca el incontenible deseo de encontrar otras verdades. Quien se cuestiona alcanza la sabiduría, quien se confronta por vez primera habrá de iniciar un camino sin retorno.

En efecto, se puede ser grande y feliz: la genialidad no está reñida con los placeres mundanos y el goce de lo profundo, a pesar de ello la grandeza se sustenta en nuestra capacidad de enfrentar cualquier obstáculo y renacer más fuertes, más humanos, más sabios, menos solemnes. Esencial el descifrar las señales, tener sentido de la oportunidad, habilidad para que el viento sople a nuestro favor. Se habla mucho sobre valores y un actuar ético; cierto, pero también absurdo equiparar a los grandes con santos consagrados. Quien no haya leído a Maquiavelo acude al frente de batalla desarmado: a lo largo de la senda encontraremos enemigos al acecho, conozcamos a priori sus movimientos.

Grandeza es reinventarse. Winston Churchill sufrió de desprestigio, sorna y burla generalizada. Enclaustrado en su finca campestre, en apariencia sólo pintaba paisajes, epístolas y era víctima de los embates de una bipolaridad, a la cual por aquel entonces se le denominaba como trastorno maniaco-depresivo. ¡Cómo ha avanzado la ciencia! En realidad Churchill preparaba el terreno para su retorno: la historia y esa habilidad para colocarse en el lugar adecuado lo ubicaron en un sitio privilegiado.

Cuando se habla acerca de Nixon únicamente se piensa en Watergate. Animal político, después de renunciar a la Presidencia -durante su mandato Estados Unidos sufrió una de las crisis políticas más graves de su historia- este controvertido político asesoró (abiertamente o tras bambalinas) a todos sus predecesores. Nadie como él en lo que a política exterior se refiere: junto a Kissinger refina el concepto “diplomacia triangular” y lo lleva a lugares insospechados. Quien diga que su mayor fracaso ocurrió el 9 de agosto de 1974 se equivoca: lo único que lo venció fue la muerte.

Grandes son aquéllos dispuestos a ponderar sus movimientos y no apresurarse a tomar decisiones atropelladas; grandes los que ante un momento de crisis deciden “en caliente” y en dicho instante, saben cuáles serán las repercusiones a corto, mediano y largo plazo. Es grande quien identifica a sus enemigos, pero opta por desarmarlos con clase y gentileza, de lado todo sentimiento de encono y rencor, renuncia absoluta a la violencia.

Sin importar el ámbito en el que se desarrollen, la gente verdaderamente enorme, por lo general siente una inconmensurable pasión hacia todo lo que hace y ello los lleva al triunfo a la larga. Truman Capote no pudo superar los lastres de su obra “A Sangre Fría”; Juan Rulfo es otro caso similar, sin embargo, García Márquez sigue al pie del cañón sin importarle demasiado sus “Cien Años de Soledad”. El chiste es la entereza para morir en el intento.

Es innegable que el factor historia tiene mucho que ver con la aparición de personajes clave: ¿un Fulgencio Batista y su disposición a que Cuba fuese el prostíbulo de Estados Unidos acaso no contribuyó al movimiento rebelde? ¿Quizá nuestras experiencias de vida van formando lo que mañana seremos? Probablemente el viaje que el “Che” Guevara emprendió en una desvencijada motocicleta le abrió los ojos a un mundo hasta entonces desconocido para él: ése donde la miseria y las desigualdades son pan nuestro de cada día.

Me resisto a pensar que grandes sólo son aquellos que logran la fama y el reconocimiento generalizado, que ocupan posiciones estratégicas o gozan de prestigio y poder. Cuando se dice que en México no existen suficientes talentos, la mera verdad se me enchina la piel de coraje. Seríamos una sociedad grande si verdaderamente estuviésemos interesados en apoyar a tantos que hemos olvidado. ¿Que no hay dinero suficiente? ¡Mentira!

¿A cuántos hubiésemos podido apoyar sumando el valor de las propiedades de Montiel?

Seremos grandes el día que logremos una sinergia, ese engranaje indispensable. Hasta entonces sigámosle echando la culpa a Paquita la del Barrio.

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