EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Guerra en Irak| Jaque mate

Sergio Sarmiento

“Mi convicción es que, efectivamente, se nos recibirá como liberadores”.

Vicepresidente Dick Cheney,

marzo de 2003

CHICAGO, EUA.- Cuando empezó la guerra contra Irak, en marzo de 2003, la mayoría de los estadounidenses se pronunciaba a favor de ella. Se pensaba que los iraquíes recibirían a las tropas estadounidenses como liberadoras. La opinión pública estadounidense era, así, significativamente distinta a la que prevalecía en el resto del mundo. Incluso en el Reino Unido y España, los dos principales aliados del presidente estadounidense George W. Bush en la acción bélica, la mayoría de la población se pronunciaba de manera contundente en contra de la guerra.

Tan popular era la guerra en un principio en Estados Unidos que Bush la convirtió en una de sus principales fortalezas en la campaña electoral de 2004 contra John Kerry. El presidente logró renovar su mandato en la Casa Blanca precisamente gracias a que la mayoría de los estadounidenses ratificó su apoyo a la decisión de invadir Irak.

Hoy las cosas son muy distintas. Todas las encuestas de opinión señalan que la guerra se ha vuelto impopular. Según un sondeo de CNN, cuyos resultados se dieron a conocer el pasado 27 de junio, el apoyo a la guerra de Irak entre los estadounidenses ha descendido a 30 por ciento, cuatro puntos menos de los que tenía a principios de mayo. El 67 por ciento de los encuestados señala su rechazo al esfuerzo bélico. Sólo un 3 por ciento de los encuestados declara no tener opinión.

Los niveles de apoyo a la guerra de Irak son ya tan bajos como los que obligaron, en la década de 1970, al retiro de las tropas estadounidenses de la guerra de Vietnam. Para una intervención militar que comenzó con un grado notable de apoyo, ahora un 41 por ciento de los encuestados considera que desde un principio la guerra no se justificaba, mientras que un 26 por ciento señala que su rechazo se debe a que la guerra ha sido mal manejada.

La popularidad del presidente Bush ha caído junto a la del esfuerzo bélico que ha marcado su Gobierno. Según la encuesta de CNN, el número de estadounidenses que considera que su presidente está haciendo un buen trabajo ha descendido a una cifra también de 30 por ciento, seguramente los mismos que siguen apoyando la guerra en Irak. Vale la pena recordar que, después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, el 90 por ciento de los estadounidenses expresaban su apoyo a la gestión del presidente Bush.

Los estadounidenses en su mayoría se muestran deseosos de retirar las tropas de su país de Irak. Quizá por eso casi todos los políticos que están buscando hoy las candidaturas de los dos principales partidos del país para las elecciones de 2008 se muestran a favor de un retiro más o menos rápido. Pero las cosas no son ya tan sencillas.

Con su intervención militar en Irak en 2003, el Gobierno de Estados Unidos destruyó la estructura de poder que mantenía el precario equilibrio entre las distintas Fuerzas étnicas y religiosas del país. Que Saddam Hussein era un dictador sanguinario, eso todo el mundo lo sabe. Sin embargo, gracias precisamente a su dureza dictatorial impedía que los kurdos, los shiitas y los sunnitas empezaran a enfrentarse unos con otros como lo han hecho a lo largo de los siglos. El presidente Bush demostró que es fácil para la principal potencia militar del mundo derrocar y ejecutar a un dictador, pero mucho más difícil es llenar el hueco de poder que éste deja.

Lo ocurrido en Irak en los últimos años recuerda lo que sucedió en Yugoslavia tras la muerte del dictador Josif Broz, Tito, en 1980, y en especial tras el desplome a fines de los ochenta de los controles que la dictadura comunista aplicaba en toda la Europa oriental. Las naciones integrantes de la Federación yugoslava simplemente empezaron a separarse, en algunos casos con la violencia que llevó a la guerra de los Balcanes de la década de 1990.

Para Estados Unidos hoy la situación en Irak presenta un dilema moral. Es evidente que las tropas estadounidenses no han logrado la pacificación de Irak que se esperaba, por lo que tendría sentido sacarlas de ahí. Pero si estas tropas salen, lo más lógico es que la violencia aumente y que, de hecho, se registre una sangrienta guerra civil hasta que los equilibrios de Fuerza vuelvan a establecerse.

Para el presidente Bush la guerra en Irak es simplemente una cuestión de preocupación política: cómo reconstruir la popularidad de un esfuerzo bélico que será la base del principal juicio histórico sobre su mandato. Para el resto de los políticos estadounidenses, es una cuestión de cálculo: cómo aprovecho mejor esa guerra para lograr mi elección en 2008. Para los iraquíes, desafortunadamente, el asunto es muy distinto y más urgente: cómo sobrevivo hoy con mis hijos y mi familia, y cómo hago para sobrevivir mañana.

POBREZA EXTREMA

La buena noticia es que la pobreza extrema en México está disminuyendo; la mala, es que lo está haciendo con demasiada lentitud. En 2005 apenas habíamos logrado reducir la pobreza extrema que se generó con la crisis de 1995, pero el número total de mexicanos en esta situación era apenas un poco más bajo que antes de la crisis. En 1992 el 22.4 por ciento de la población vivía en pobreza extrema; para 2005, la cifra era de 18.2 por ciento. Los programas sociales han ayudado a disminuir el número de personas en pobreza extrema, pero en el largo plazo la única manera de derrotar este mal es a través de crecimiento económico y educación.

Leer más de EDITORIAL / Siglo plus

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 284826

elsiglo.mx