Cuatro cineastas y un maquillista se reunieron para contar sus historias sobrenaturales. (El Universal)
MÉXICO, DF.- Son los que han hecho temblar a los espectadores mexicanos en el último año.
Benjamín Williams dirigió J-oke’l, basada en la leyenda de la Llorona; Julio César Estrada llevó al cine el libro de Cañitas y Roberto Ortiz, se dio a conocer como el maquillista de la terrorífica Kilómetro 31.
Gustavo Moheno realizó el remake de Hasta el Viento Tiene Miedo, con el fantasma de una mujer en una clínica femenina; y Ricardo Arnaiz hizo La Leyenda de la Nahuala, a la que califica como una película de terror para niños.
Los cinco aceptaron una invitación en el taller-estudio de Ortiz, para platicar de sus miedos y temores.
—¿Crees en fantasmas?
Benjamín Williams: Cuando estaba en la universidad vi que se prendían las luces afuera de la sala y oí la risa de un niño. Pensé que alguien se había metido al cuarto, tomé un bat, pero no encontré nada.
Julio César Estrada: Un día me fui a comer con un amigo y me dijo que iba a pasar algo con un problema que yo tenía. A los dos días regresé a agradecerle y sucedió que había muerto el día que estuvimos platicando...
Roberto Ortiz: Una vez oí hablar un muerto, era un quemado y estos se descomponen rápidamente, lo voltearon para sacarle fotos de la espalda y entonces hizo un sonido gutural desagradable, pero era por la acción de los gases pasando a través de las cuerdas vocales.
Gustavo Moheno: Lo más que me ha pasado es que una noche que se puso mal mi abuelita en un hospital y estuvo a punto de morir, yo me estaba ahogando en un río en Veracruz. Ella moriría muchos años después...
Ricardo Arnaiz: Lo más cercano fue que para grabar los sonidos de La Leyenda... nos fuimos a una casa vieja de Puebla, dijeron que iba a haber fantasmas y no hubo nada.
—¿En qué momento han sentido más miedo?
BW: Tenía 14 años, iba de viaje con mi papá y de pronto se sintió mal. Pensó que era un paro cardiaco, pero tener el sentimiento de perder algo importante en la vida fue aterrador.
JCE: Era un niño y me encerraron en un cuarto lleno de payasos. ¡Todavía siguen sin gustarme!
RO: Ha sido por dos películas: El Libro de Piedra, con el maldito niño Hugo del que sólo vemos los pies y la otra es La Hora del Vampiro, cuando éste va y le toca la ventana a otro ¡No me dejó dormir en semanas!
GM: ¿Real, real? Hace poquito cuando la mujer que amo me estaba mandando al diablo, pero al final las cosas se solucionaron.
RA: Un amigo estaba en mi casa y me dijo que un ser paranormal iba a llegar esa noche para hacer un equipo de cómic. Soy escéptico, pero lo contó con tal convicción que deseé que por favor no se apareciera (risas).
—¿Qué historia te ha dado más miedo?
BW: ¡La llorona! Imaginar que como niño pueda llevarte alguien, es terrible.
JCE: Enfrente de donde vivía había una casa abandonada y contaban que ahí un señor había quemado a sus hijos. Tenía temor de que se aparecieran los niños.
RO: ¡La leyenda de la planchada, la enfermera fantasma! Dicen que era buena, otros mala, pero el detalle de que su uniforme era pulcro, se me hace inquietante.
GM: Más que una historia se trata de una ahijada de mi mamá que me cuidaba y podía mover cosas con la mente ¡Era aterrador!
RA: La historia del espejo: esa de que podías ver cosas a través de ellos y era una puerta a otro mundo.
—¿Cuál su película favorita de terror?
BW: El Vampiro, El Exorcista y El Sexto Sentido.
JCE: El Libro de Piedra y La Profecía.
RO: Cementerio de Mascotas, La Maldición y Masacre en Texas.
GM, RA: El Resplandor.
—¿Qué diría tu epitafio?
BW: “Ni modo... se nos fue”.
JCE: “¡Por tus películas, estás aquí!”.
RO: “Aquí yace un ateo, vestido de etiqueta y sin tener a dónde ir”.
GM: “Perdonen que no me levante a saludarlos”.
RA: “Vivió intensamente y hasta aquí llegó”.
Directores de miedo
“¿De verdad es el bebé de Roberto el que sirvió de molde?”, preguntó Gustavo Moheno, sorprendido, cuando se le hizo notar el origen de las figuras que estaba viendo.
Poco antes Julio César Estrada, director de Cañitas, había reconocido públicamente que los payasos le provocan cierta animadversión, rayando quizá en el miedo. Claro, acababa de observar la máscara de uno de esos seres en el rincón de la pieza.
“¡Es la que apareció en el comercial de M13DOS!”, reconoció alegre Benjamín Williams, el de “J-ok’el”, tan pronto miró al mismo lugar. Williams era de los que observaba, una y otra vez, divertido, la mano descuartizada que yacía sobre una mesa.
Contra lo que pareciera a cualquiera, los tres no se encontraban en una de esas casas de terror que abundan en estas fechas; tampoco en el set de una película.
El sitio donde se estaban divirtiendo no era otra cosa más que el taller de trabajo de Roberto Ortiz, maquillista en Kilómetro 31.
Ortiz, dueño del lugar, se movía ahí como pez en el agua. Acariciaba a Mikel, como le llama cariñosamente al niño fantasma producto de su imaginación y popularizada en dicha cinta, o iba al cuarto contiguo por un esqueleto en estado de descomposición, para que Ricardo Arnaiz, director de La Leyenda de la Nahuala, posara en la foto.
“Pero como yo hago películas para niños, debo decir que al que le tengo miedo es al hombre del costal”, bromeó el joven realizador.
Era la primera vez que todos coincidían en un mismo sitio. Estrada y Moheno eran los únicos que se conocían de tiempo atrás.
Y tan pronto todos comenzaban a hablar entre sí, descubrían que formaban parte de una generación especial. “¡Qué bueno que hay muchos ejemplos ahora de cine de terror, creo que es muestra de que el cine mexicano tiene aspiraciones industriales y de acercarse a la gente!”, decía Moheno.
Y coincidía Ortiz ante la mirada de todos: “¡Si por algo me metí en esto, hace 17 años fue para hacer películas de terror, siempre tuve esa ilusión y ahora lo estoy haciendo!”.
Moheno, Williams, Estrada y Ortiz toman la estafeta que en los 60 y 70 tuvo en su mano Carlos Enrique Taboada (Veneno Para las Hadas y Hasta el Viento Tiene Miedo).
Ya Estrada se encuentra en posproducción del remake de El Libro de Piedra, sobre la estatua de un niño que toma vida.
También se ha sabido de Girón de Niebla, un guión inédito de terror; y el remake de Más Negro que la Noche, acerca de los espíritus del gato y su ama, que cobraban venganza.
El problema, considera el director, es que la gente quiera abusar del género, como en su momento ha ocurrido con la comedia y el melodrama. “En eso no es lo que se debe de caer. No hay que tener una fórmula, sino buscar cosas distintas”.
Benjamín Williams ya tiene en cartera otro proyecto, del que se reserva detalles, pero aprovechó la ocasión para conocer a Ortiz y planteárselo.
“Todo tiene qué ver con el cine que todos vimos y admiramos. Todos y cada uno de nosotros, creo, seguiremos contando historias así”.
Y las cifras parecen apoyarlos: a nivel global, las cintas de estos creadores han sido vistas por unos 5 millones de espectadores.
¡Cuéntame una de terror!
Estos cineastas no se quieren quedar con las ganas de sorprender a los cinéfilos.
-J-ok’el: La Llorona, de Benjamín Williams. Se rodó en Chiapas y, ahí, en un cementerio donde los pobladores decían que se aparecían fantasmas. La producción sólo escuchó ruidos, pero jamás vio nada.
-Cañitas, de Julio César Estrada. En la primera semana de rodaje un auto recién sacado de la agencia se desvieló en medio de una escena; días después, la ventanilla de otro coche se quebró sin que nadie la tocara. Cuando se fotografiaba la calle del nombre de Cañitas, el rollo se velaba.
-Kilómetro 31, maquillada por Roberto Ortiz. Durante el rodaje en el Club de Periodistas se escuchó a un niño llorar. Nadie jamás pudo encontrar al chico en cuestión. Cuando fue invitado al proyecto, a Ortiz se le encargó que maquillara a muertos por ahogamiento. Su respuesta fue: de cuántos días.
-Hasta el Viento tiene Miedo, dirigida por Gustavo Moheno. Se rodó en la misma casa que Más Negro que la Noche. Cuando el departamento de continuidad le tomó una foto a Martha Higareda, junto a ella apareció un ser fantasmagórico.
-La Leyenda de la Nahuala, de Ricardo Arnaiz. En su versión preliminar fue mostrada a un grupo de niños. Ellos se asustaban, así que el director y su equipo decidieron bajarle el tono. El día de la premier, Jesusa, la hijita de Jesús Ochoa, decidió salirse al ver a la Nahuala.