“Un buen chivo expiatorio es casi tan bueno como una solución al problema”.
Anónimo
Leo en una nota periodística que el director de la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres de la ONU, Sálvano Briceño, sostuvo que la tragedia de Tabasco pudo haberse evitado con medidas “relativamente sencillas y baratas”, como sistemas de alerta, evaluación de riesgos, planes de desalojo, educación a la población vulnerable y planeación del uso de la tierra.
Por otra parte, el ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador ha culpado a los ex gobernadores Manuel Andrade y Roberto Madrazo por no haber realizado una serie de obras de infraestructura hidráulica a pesar de haber contado con los recursos para hacerlo.
No tengo el conocimiento técnico para afirmar si cualquiera de estas afirmaciones es correcta o no. Pero no puedo quitarme de la cabeza la idea de que lo que buscan los políticos en estos casos es llevar agua a su molino. Y la forma más fácil es acusar de negligencia o de corrupción a los demás, especialmente a los rivales políticos.
En Tabasco, me parece, hemos visto un desastre que rebasa con mucho lo que podría parecer un simple producto de actos de negligencia o de corrupción, si bien no niego que éstos puedan haber existido y desempeñado un papel. Según declaraciones del gobernador Andrés Granier la semana pasada, el 80 por ciento del estado se encontraba bajo las aguas. No es ésta, me parece, una situación que hubiera podido controlarse añadiendo algunos bordos o diques adicionales a la red que ya tiene el estado.
La información disponible sobre lo ocurrido antes de las inundaciones, por otra parte, señala que el Gobierno insistió en la necesidad de que las familias en zona de peligro abandonaran sus hogares y se marcharan a albergues o a lugares más protegidos. La mayor parte de la gente no quiso dejar sus casas o porque no creyó que las inundaciones serían mayores a todas las registradas en la historia o por la experiencia de otros desalojos en que las casas abandonadas han sido objeto de pillajes. Si la población hubiera tenido la certeza de que se mantendrían el orden y el respeto a la propiedad en las zonas desalojadas, habría sido mucho más fácil convencerla de abandonar sus hogares. Aun en este momento, cuando ya el desastre se encuentra por doquier, unas 20 mil personas se niegan a abandonar sus viviendas.
Cuando hay tragedias como la de Tabasco es muy común que se busque a algún culpable. Nadie quiere creer nunca que un desastre de esta naturaleza pueda registrarse sin una responsabilidad individual. Lo peor de todo es que con el proceso de calentamiento global, las inundaciones y los huracanes se van a hacer más comunes en distintos lugares de nuestro país. Vamos a tener que inventar a muchos culpables en el futuro si queremos seguir teniendo responsables individuales de cada tragedia.
Si realmente las inundaciones hubieran podido detenerse con la construcción de infraestructura hidráulica, y si ésta ya estaba planeada y con recursos para su ejecución, entonces estaríamos hablando no sólo de negligencia sino de responsabilidad penal. Pero hay buenas razones para pensar que ninguna obra de infraestructura hidráulica habría podido evitar las enormes inundaciones de Tabasco.
En el futuro, si queremos realmente estar preparados, las inundaciones de este 2007 tendrán que considerarse no cómo un hecho inusitado, que quizá no vuelva a repetirse en muchas décadas, sino como el mínimo que habrá que establecer para tomar precauciones. No es posible proteger el 80 por ciento del territorio del estado con bordos y diques, pero quizá sí puedan resguardarse algunas partes de cuando menos Villahermosa y otras ciudades tabasqueñas. En algunos lugares pegados al cauce de los ríos, deberá prohibirse la construcción, por lo menos la tradicional. No haríamos mal, por otra parte, en considerar la edificación de viviendas o comercios sobre pilotes como se hacía en algunas sociedades ribereñas del mundo.
Entiendo la tentación de buscar culpables. Comprendo también el impulso para responsabilizar de la tragedia a los enemigos políticos que uno pueda tener. Pero si realmente queremos ayudar a los tabasqueños hoy y en el futuro, de poco o nada nos sirve esta actitud. Lo lógico sería estudiar realmente la tragedia y entender cuánto de ella era prevenible y cuánto no.
Es muy posible que el desastre obligue a replantear la manera en que se ha construido el estado y las zonas que podrán en el futuro ser objeto de desarrollo económico. Pero la consideración del futuro de la entidad y de las medidas que haya que tomar para proteger a los tabasqueños de futuras inundaciones debe hacerse sobre bases técnicas. De nada sirve andar acusando a los rivales políticos de la tragedia que ha sufrido este Tabasco caudaloso.
TAREAS
La primera tarea en Tabasco, que ya se está concluyendo, ha sido rescatar a quienes estaban aislados por las aguas. La segunda, que apenas empieza, será alimentar y dar de beber a un millón de damnificados no unos días sino semanas o meses. La tercera será evitar las epidemias que ya empiezan a brotar. La cuarta, que puede durar años, será reconstruir la actividad económica en un estado destrozado al que las inundaciones pueden volver en cualquier momento.
Página de Internet: www.sergiosarmiento.com