Corría el año de 1998 y un servidor se encontraba en las tribunas del Stade de France, en el meritito París, presenciando la semifinal de la Copa del Mundo entre los locales y el equipo de Croacia. Había dirigido tres partidos en el certamen y quedaba la esperanza de pitar la gran final, claro, siempre y cuando Francia y Zidanne quedaran eliminados. De pronto, una voz en español me saludó con nombre y apellido y reconocí a un alto directivo del futbol mexicano.
Tras los saludos de rigor, me preguntó qué seguía en mi carrera deportiva a lo que contesté: “el retiro”. Comentó que debería seguir arbitrando pues, a su entender, me quedaba cuerda, y al responder que era una decisión definitiva me dijo: “bueno, pero regresando a México te voy a organizar un homenaje en mi estadio”.
El fin de semana se oficializó un rumor de tiempo atrás: La salida de Rafael Lebrija de la presidencia del club Toluca para dar paso a una profunda reestructuración en la organización escarlata. Los motivos para que el actual propietario de los rojos del Estado de México, don Valentín Díez, tome tal decisión deben ser poderosos, pues parece un lujo desprenderse de uno de los directivos más brillantes del balompié nacional en los últimos años.
Con Rafael Lebrija en la presidencia, Toluca ganó cinco títulos de Liga, dos subcampeonatos y un Campeón de Campeones, convirtiendo la franquicia en un importante referente del bien hacer en el futbol nacional.
De personalidad fuerte, extrovertido y entrón, más de una vez se le criticó su exagerada exposición a los medios y su gusto por la cámara, que lo llevaba a volar de poste a poste con tal de salir en la foto. En el celo que esto genera puede estar parte de la explicación del cese del alto jerarca en la presidencia de los “Diablos”.
También se le endilga un pleito personal con Manuel Lapuente cuando éste era técnico nacional, que llevó incluso a desprenderse de Ricardo La Volpe con tal de lograr el cambio en el timón tricolor.
Será el sereno, lo cierto es que en un medio donde el directivo en general se conduce por los senderos de la torpeza, la ignorancia y las corruptelas, se tiene que reconocer la capacidad de Rafael Lebrija dimensionándolo como el ser humano atrás del cargo, es decir, con sus virtudes y fallas.
Tuve la fortuna de conocer y ser amigo de su padre, don Rafael Lebrija, brillante abogado laboralista y mejor persona; tengo una relación de amistad con su hermano Héctor y aunque no poseo una vinculación especial con el “papayo”, le deseo que su regreso al futbol sea por la puerta grande, como creo lo merece.
Ojalá algún propietario con visión entienda que la salida de Lebrija es sólo un hasta luego y lo sume a las funciones directivas... aunque nunca me haga mi homenaje.