Confiado en el maestro Rabindranath Tagore quien asertó y acertó que ?el descanso es al trabajo lo que los párpados son para los ojos? el latoso columnista decidió descansar y dejar descansar a sus pocos lectores durante las últimas dos semanas de diciembre del desastroso 2006. Descansar no es matar horas y días en completa holganza y apoltronarse a la bartola, sino aplicar el tiempo en quehaceres distintos a los consuetudinarios; por ejemplo, si abrimos un espacio a las reflexiones para viajar, como Proust, ?en busca del tiempo perdido? y refocilarnos con la nostalgia a través de la memoria, apoyados en los libros torales de nuestra juventud que despertaron la ansiedad existencial en nuestros corazones.
Si pensamos en los usos y costumbres en boga y los cotejamos con las vigentes en los años cincuenta del difunto siglo veinte bien podemos concluir con una conocida frase que admitiría muchas excepciones: ¡Todo tiempo pasado fue mejor! Y es que así es la vida: conforme transcurre el tiempo nos sacuden cambios de orígenes desconocidos para abandonar las peculiaridades de conducta hasta entonces usuales, tanto que de alguna manera nos parecieron sólidas tradiciones. ?Es lo que está de moda? se dice ante lo nuevo. Y es lo que siguen los jóvenes, se comenta. Y aunque los viejos nos pongamos con los nuevos estilos, las insólitas maneras y las peculiaridades en las formas de ser, los muchachos siempre desearán estar ?in? para no sentirse ?out?...
Y es que ayer, antes de ayer o hace muchos años, mal que bien todos subimos a la incesante rueda del cambio, de acuerdo a nuestras edades. Así escandalizó Strauss con el vals, la onda afroamericana con el jazz y Pérez Prado con el mambo. Los jóvenes impulsados por la frescura innata en la edad temprana y la sed de experimentar la emoción de lo nuevo; los adultos por el anhelo de conservar, de alguna manera, los inasibles años de ?Prepa? los más felices de la vida. Y algunos ?vetarros? por tener la edad precisa para perder la apariencia adusta sin miedo de sentirnos ridículos al bailar con las nietas al sonsonete de los alocados ritmos de moda. La gente dirá: ?mira qué diablo de viejito tan simpático, a ver cómo amanece mañana de las reumas?.
Los nuevos ritmos musicales: ¿Por qué los filarmónicos de último cuño no pueden prescindir de los super decibélicos reproductores de sonido para ejecutar las cumbias, el rock, los ballenatos y toda la gama de variedades filarmónicas para el baile que se han puesto de moda? Las bandas de los decenios cuarenta y cincuenta del siglo veinte jamás los necesitaron y eso que amenizaban bailes en patios, plazas, terrazas al aire libre. Estos novísimos ritmos de ahora nos hacen retroceder a la práctica de las danzas tribales mediante el tum-tum que marcan los aporreadores de claves, tumbas, bongós, tamboras, bajos y demás instrumentos. No deja de angustiar el temor de que, al final del baile, se encienda una hoguera en la pista para asar carne a las brase; humana, desde luego...
Otra modalidad del cambio conductual en la juventud es que las reuniones sociales de su diversión tienen lugar en los sitios llamados ?antros?, busco la definición del vocablo antro, que viene del griego ?antropos? (hombre) y emparenta con el voquible ?antropoide? (monos con algunos caracteres humanos) pero en el diccionario de doña María Moliner se aporta la definición siguiente: Antro: Caverna. Cueva. Lugar oscuro, incómodo o por alguna razón repelente. Otra: Antro de perdición: Lugar, por ejemplo una casa de juego en que la gente se entrega al ?vicio?.
Evidentemente la ficha etimológica no cubre los sitios que hoy se llaman ?antros?. Dicen los muchachos ?Tápate un ojo tápate otro: nada que ver?. Los antros, nos dicen, son sitios muy decorados y decorosos, aunque nadie lo observa pues funcionan a media luz; expenden bebidas alcohólicas y además de estar muy autorizados por las permisivas presidencias municipales devienen vigilados por policías privados, lo que pudiera tener un doble filo, como la famosa espada de Damocles.
Si buscamos alguna equivalencia en el remoto ayer daremos con las Lonjas, los Casinos y luego con los Clubes. En aquellos años las tertulias empezaban desde las 18:00 horas y terminaban a las 21:00. Los bailes formales iniciaban a las 22:00 horas y concluían, cuando muy tarde, a las 01:00 del día siguiente. Hoy los padres de familia se quejan de que en los susodichos ?antros? la fiesta empieza entre las diez y las once de la noche y no concluye hasta las horas precursoras de la alborada en las que, ufanos, retornan los chicos a sus casas: sanos, contentos y felices; pero los padres, (quien espera desespera) están que echan rayos y centellas en la soledad de sus habitaciones, sabedores de ser absolutamente incapaces de reprender a sus herederos, así que se persignan y agradecen a Dios que los chavales y chavalas hayan llegado bien. Finalmente logran dormir, aunque resulta que después de veloces sesenta minutos ya es la hora de levantarse a trabajar. De veras que todo tiempo pasado fue mejor...