No le ha ido bien en sus últimas aventuras electorales a la señora Beatriz Paredes, incluida la de la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Ex gobernadora de Tlaxcala y ?ex? en casi toda la escala de cargos públicos importantes en la Ciudad de México, salvo la Presidencia de la República hasta ahora posesión exclusiva del género masculino. Pero Beatriz Paredes compite y repite hoy día como candidata a otra presidencia: la del comité ejecutivo nacional del Partido Revolucionario Institucional. Su adversario es el sinaloense Enrique Jackson.
Rala, escasita y flacona estaba la caballada del PRI en el año 2000. La derrota de Francisco Labastida Ochoa acabó de diezmarla, hasta que de plano le dio en la torre la estrepitosa derrota de 2006 a cargo de Roberto Madrazo. Ésta última elección federal aventó al siempre victorioso partido al tercer lugar del Poder legislativo... pero, animosos que son sus líderes, se conformaron y arguyeron: ?vamos a vender caro nuestro voto en la Cámara Baja?.
Y en efecto la capacidad de negociarse bien ha quedado manifiesta en los pocos asuntos de importancia resueltos por los diputados federales.
En Coahuila anduvo ayer Beatriz Paredes en busca del voto de los consejeros estatales de Coahuila para poder llegar al liderazgo nacional del PRI. Las encuestas la favorecen ampliamente sobre el único competidor digno de ser tomado en cuenta, ex líder de la Cámara de Senadores del Congreso de la Unión, para el cual su compañera de cédula ?quiere ser la secretaria general del PRI? adorna las fotos con su belleza, mas no le acarrea votos para el cargo más alto del instituto político de la Revolución Mexicana.
Beatriz Paredes, en cambio, parece canalizar simpatías en los afanes electorales al interior del PRI. La hemos observado en sus entrevistas con los presentadores de noticias en radio y televisión. La hemos escuchado, dueña de una gran seguridad sobre lo que quiere y busca. No ha sido en balde la experiencia adquirida desde que hacía pinitos en la política y en los liderazgos agraristas con el ex presidente de la República Luis Echeverría Álvarez. Y vaya que el PRI requiere ahora de un liderazgo valiente y maduro en los precisos momentos en que propios y extraños le auguran y aún le desean algo peor: su muerte.
¿Qué favorece a Beatriz Paredes? Tiene en su haber el conocimiento de la adversidad y la familiaridad con el triunfo. Sabe del anverso y reverso de la medalla y ha aprendido más del infortunio que de la buena suerte. Se formó en el PRI y en la Confederación Nacional Campesina, en los tiempos del autoritarismo presidencial cuando para todo se necesitaba contar con la simpatía del señor de Los Pinos. No obstante, la lucha en los dentros del partido siempre fue descarnada e implacable, con un adicional negativo: las opiniones en pro y en contra ?las primeras generalmente anónimas? se dilucidaban en los herméticos despachos de dos presidentes: el de la República y el del Partido Revolucionario Institucional. En el análisis de pros y contras se hilaba fino y grueso hasta lograr el apoyo o ?el cuele? que cada aspiración política requería.
Cuando Beatriz Paredes triunfó, todo el mundo de la política lo supo, pero... ¿cuántas veces pudo haber competido por alguna posición en el Gobierno sin saber, ella misma, que su nombre se manejaba para tal o cual responsabilidad administrativa o política? Si algunas veces resultó maltratada al modo inmisericorde y falaz de los políticos mexicanos de aquel tiempo, lo supo o no lo supo; mas nunca se le vio cariacontecida o víctima de una aguda depresión. Siempre mostró serenidad en los tiempos tormentosos.
La gente del PRI necesita aprender que la democracia es una constante competencia en la que se pierde o se gana. El modelo electoral vigente descarta las opiniones emitidas por una sola persona o un partido único; es toda la gente, tanta como electores tiene el registro nacional, la que debe ser consultada en comicios legales y abiertos, pero por votos secretos. Triunfar o ser derrotado debe ser considerado a tiempo y con seriedad para saber triunfar o para prever un plan ?B? frente a cualquier decisión adversa. Si se gana, qué bueno; pero si pierde ¿qué? ¿ahí acabó la carrera política?
¿El derrotado se irá a un rincón a rumiar la amargura de la derrota? En el sistema presidencial autoritario nunca se tomó en cuenta el posible saldo negativo, solamente el positivo. La democracia es, en cierto modo, el arte de anticipar la victoria y la derrota; pero sin que los protagonistas guarden rescoldos de soberbia, o de amargura en cualquier caso.
La sapiencia que aporta la experiencia hará la diferencia en una mujer inteligente como Beatriz Paredes; entenderlo así no demanda mucha ciencia, aunque sí un poquito de prudencia y otro tantito de paciencia. Eso será en esencia...